Devocionales

El problema con ofrecer nuestras "verdades"

Amy Carroll 19 de julio de 2021
Entonces el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías fueron a la profetisa Hulda, mujer de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, encargado del vestuario. Ella habitaba en Jerusalén en el segundo sector, y hablaron con ella. 2 Reyes 22:14 (NBLA)

Cuando era una mujer más joven, sabía de un lugar al que siempre podía ir en busca de sabiduría. Me sentaba en el banco tapizado frente al escritorio de Mona. Allí encontraba tanto respuestas como afirmaciones.

Mona era la recepcionista de nuestra iglesia y una mujer conocida por ser piadosa. Al responder a cualquier dilema que tuviera, ella abría su Biblia. Y allí me mostraba la solución para cada problema. Aunque podría haber llenado nuestro tiempo con sus opiniones o su propia versión de la verdad, nunca lo hizo. En cambio, ella me guió a Dios en busca de Su verdad. Mona fue una mujer que proclamaba la autoridad de las Escrituras, una autoridad superior a nuestros propios consejos.

No fui la única que iba a Mona en busca de sabiduría. Algunos días iba directamente a su banco sólo para encontrarlo ocupado por uno de mis pastores. Ellos también buscaban la sabiduría de Mona. Independientemente de edad o género, los corazones humildes sabían que ella los conduciría a las verdades de la Palabra de Dios. Mona refleja a Hulda, una mujer judía que vivió hace mucho tiempo.

La historia breve y poderosa de Hulda deja en claro que ella también era conocida por afirmar corazones humildes que buscaban la autoridad de la Palabra de Dios. Cuando se enfrentaron al dilema del pecado de la nación, los consejeros del rey Josías buscaron a Hulda.

El libro de la ley, que estaba escrito en un pergamino, había sido descuidado y luego perdido durante décadas dentro de las paredes del templo, a pesar de las instrucciones dadas generaciones antes por Moisés. Él instruyó a los líderes que leyeran el libro de la ley a la comunidad cada siete años para que temieran al Señor y siguieran Sus mandamientos. (Deuteronomio 31:10-13) En cambio, se perdió y el pueblo de Dios se volvió hacia el pecado y la idolatría.

Cuando se encontró el pergamino, el rey Josías pidió que se lo leyeran, y sintió tanto dolor que se rasgó su túnica. Las palabras del libro de la ley revelaron la violación de los caminos de Dios por parte de la nación. Entonces el rey Josías se dirigió al sumo sacerdote y a otros consejeros diciendo: “«Vayan, consulten al SEÑOR por mí, por el pueblo y por todo Judá acerca de las palabras de este libro que se ha encontrado...»” (2 Reyes 22:13a, NBLA).

Bajo el pacto del Antiguo Testamento, se requería que un mediador, como un profeta o una profetisa, buscara al Señor. Los consejeros del rey Josías se dirigieron directamente a una fuente en la que confiaban: Hulda. “Entonces el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías fueron a la profetisa Hulda, mujer de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, encargado del vestuario. Ella habitaba en Jerusalén en el segundo sector, y hablaron con ella” (2 Reyes 22:14). En el resto del relato, Hulda, la profetisa, compartió fielmente el mensaje que Dios le dio. Ella les dijo que los juicios prometidos en el libro de la ley se cumplirían, afirmando la autoridad del libro. (2 Reyes 22:16) Y ella reveló que el piadoso rey Josías estaría protegido, afirmando un corazón humilde.

Esta historia me fascina, y es extraordinaria en muchos niveles, pero hay una verdad que he sostenido con más fuerza que cualquier otra.

Quiero ser conocida como una mujer fiel a la autoridad de la Palabra de Dios y a los corazones humildes que lo buscan.

Cuando brotan nuestras propias opiniones en lugar de señalar la sabiduría de las Escrituras, decepcionamos a los que buscan consejo. Reemplacemos nuestros propios puntos de vista y soluciones débiles con la confiabilidad de la Palabra de Dios. Llevemos corazones humildes a Él en lugar de atarlos a nosotras. Como Hulda y Mona, seamos mujeres conocidas por comunicar las verdades de Dios en lugar de las nuestras.

Señor, cuando otras vienen a mí en busca de sabiduría, recuérdame que las lleve directamente a Tu verdad. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Salmo 119:105, Lámpara es a mis pies Tu palabra, Y luz para mi camino. (NBLA)

Proverbios 23:12, Aplica tu corazón a la instrucción Y tus oídos a las palabras del conocimiento. (NBLA)

Cuando alguien viene a ti en busca de consejo o sabiduría, ¿es más probable que le des tu verdad (opinión) o la Verdad de Dios que se encuentra en las Escrituras? ¿Qué paso darás hoy para conocer mejor la Verdad de Dios y así poder compartirla con otras?

Si necesitas sabiduría, ora para que Dios te traiga una persona que te lleve a Su Palabra. Y comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2021 por Amy Carroll. Todos los derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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