Devocionales

Perdiéndose la parte más importante

Angie Smith 11 de noviembre de 2020
Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo:—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará. Lucas 10:40-42 (NVI)

Siempre es la misma palabra para mí: abrumada.

Entro a mi casa y veo el piso lleno de pelo de perro y el fregadero lleno de platos a pesar de que estaba vacío cuando salí dos horas antes — y estoy bastante segura de que nadie más ha estado en casa (todavía estoy convencida de que tenemos un duendecillo que ha sido enviado para arruinar mi vida).

Dondequiera que mire, hay cosas que debo hacer, personas a las que debo responder, obligaciones que acepté y aproximadamente 100 cosas más que han surgido en el momento.

Siento que vivo en un estado constante de latigazo, siempre preparándome para lo que podría suceder en cualquier momento. Todo esto es demasiado. ¿Por qué creemos que podemos organizar el caos? No es de extrañar que nos sintamos tan derrotadas. Estamos tratando de atrapar un rayo en una botella, amigas.

Y aquí está uno de los aspectos peores: estamos tan absortas en tratar de mantener el estatus quo que podemos perdernos las oportunidades que Dios pone frente a nosotras.

Es difícil pensar en ser generosa cuando estás tan agotada.

El otro día, me senté en el sofá, me acurruqué y lloré hasta temblar. Cada escenario del peor de los casos que cruzó por mi mente se sintió como una confirmación de mis fracasos y deficiencias.

Todas las demás pueden mantener una cocina limpia.

Todas las demás tienen la cena lista.

Todas las demás tienen un "presupuesto".

Te garantizo que todas las demás no tienen objetos no identificados pegados en sus paredes (me acabo de dar cuenta de que es chicle, pero ese es el alcance de mi comprensión de la situación).

Mientras escribo, hay aproximadamente 15 adolescentes en mi cocina esperando sorprender a mi hija para celebrar sus quince. Me agobia el hecho de que no conozco la mitad de ellos, me dieron un aviso de unos 30 minutos y no tuve tiempo de remover el chicle de la pared o barrer el piso.

Entré en pánico y comencé a ocultar todo, saludando tímidamente a todos con el cabello medio rizado y un puñado de toallas de cocina sucias.

¿Y sabes qué? Nadie está prestando atención a ninguna de las cosas a las que le sostengo una lupa. Se ríen, estallan globos y miran constantemente por la ventana de la cocina para asegurarse de que ella no ha llegado.

Casi me pierdo la parte importante porque estaba consumida por lo equivocado.

Angie. Esta no es una crisis. Esta es una habitación desordenada llena de comida, muebles y amor.

Te voy a confesar algo: te garantizo que menos del 5% de lo que llamó "crisis" es en realidad una crisis. Es la situación clásica de María-Marta que se encuentra en nuestro versículo clave:

Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo:—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará. (Lucas 10:40-42).

Y también confieso que estoy tan consumida por mi propia vida que rara vez dedico mi preocupación a personas que están en crisis.

La cosa es que no tengo excusa. He viajado con Compassion International varias veces, pero cuando no puedo encontrar mi teléfono, me olvido de la niña preadolescente al costado de la calle, esperando a que un extraño use su cuerpo para que haya comida para la cena.

No recuerdo la habitación, de no más de dos metros y medio por tres metros, donde vive una familia de seis.

¡Estoy llegando tarde al doctor! ¿Quién puede pensar en el bebé, acurrucado e inmóvil en una cama, con su madre meciéndose impotente de un lado a otro y explicando que ha tenido fiebre durante cuatro días?

¿Quién movió el control remoto? ¿Y el cargador del teléfono? Voy a perder la cabeza. Esto es ridículo. Mi presión arterial está altísima.

En ese momento, me olvidé del archivador en una habitación en mi casa, en el que guardamos todas las cartas de los niños que apadrinamos.

Como aquella en la que Fernanda me dijo que había sido bautizada en el Señor.

Y aquel en el que *** [nombre omitido por seguridad] mostraba una imagen de sí mismo, con una sonrisa grande en su rostro, de pie junto al primer colchón que ha tenido.

Mientras tanto, les grito a mis hijos por no hacer la cama.

Me lo he perdido. Más veces de las que quiero admitir.

Entonces aquí está el trato: cada vez que me atrape en pánico, recordaré que probablemente no sea algo por lo que valga la pena entrar en pánico. Voy a recordar que hay niños reales con sonrisas llenas de dientes y rodillas nudosas que no pueden imaginar cómo es ir a la escuela. Cerraré los ojos y recordaré que puedo perder el tiempo quejándome de que nadie me está ayudando a preparar para los invitados, o puedo recostarme a los pies de Jesús y orar por la clase de corazón que se quebranta por las cosas correctas.

Estoy muy agradecida por los archivos de arte, las fotos de ropa y mochilas nuevas y las palabras garabateadas que mejoran con cada letra. ¡Qué regalo!

Hay niños que necesitan nuestras voces, inversión, amor y el conocimiento de Jesús tanto como los nuestros.

Me niego a estar tan ocupada que no pueda recordarlos. Porque cuando lo hago, hay un cambio en mi espíritu. Un realineamiento que trae un profundo suspiro y un espíritu agradecido.

Señor, ayúdanos a ser las personas que aman como Tú amas y atravesar el caos para alcanzar lo que importa. Y recuérdanos, Padre. Olvidamos tan fácilmente. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

2 Corintios 1:3-4, Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. (NVI)

Proverbios 11:25, El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado. (NVI)

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Recursos Adicionales

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Como regalo por tu apadrinamiento, Angie te está dando una copia de su nuevo estudio bíblico, Matchless: The Life and Love of Jesus. Liberemos a estos niños de la pobreza en el nombre de Jesús.

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