Devocionales

A donde van tus lágrimas

Tracie Miles 23 de agosto de 2013
Tu llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en Tu frasco; has registrado cada una de ellas en Tu libro. Salmo 56:8 (NTV)

Si hay una cosa por la que me conocen, es por llorar.

Cuando uno de mis pequeños se raspó la rodilla o no fue elegido para jugar en el equipo de deporte o sufrió por las palabras crueles de un amigo… yo lloré.

Lloré la primera vez que mi hija de dieciséis años se subió al volante habiendo sacado recién su permiso de conducir, cuando un chico le rompió su corazón, y el año pasado cuando ella cruzó el escenario con su toga y birrete azul.

Un par de meses después, llegó el momento de dejarla en la residencia universitaria. Temía que no iba a poder contener mis lágrimas.

Aunque estaba muy orgullosa de que ella empezara la universidad, y el momento de desplegar sus alas había llegado, el mero pensamiento de que se fuera parecía ser algo insoportable. La idea de no ver su sonrisa dulce cada día, junto a la preocupación de su bien estar, hacía que me doliera el corazón.

De repente, me vino a mi memoria todos los recuerdos de las lágrimas lloradas cuando años atrás, mi pequeña se despidió de mí desde la puerta de la guardería, vestida con su faldita de vaquera y camisa morada de mariposas. Al dejar a mi niña en su dormitorio universitario, comenzó mi llanto.

Hubieron lágrimas de felicidad, agradecimiento y de emoción… además de lágrimas por tristeza, ansiedad y preocupación maternal.

Me puse a pensar si debería estar llorando en esta situación. Muchas madres estarían encantadas de poder dejar a su hija/o en la universidad. ¿Estaba siendo egoísta al llorar?

En ese momento de sentimientos encontrados, necesitaba desesperadamente el alivio y consuelo de Dios, y lo encontré en en el Salmo 56:8.

En Salmo 56:8, Dios nos recuerda que Él está íntimamente interesado en cada aspecto de nuestras vidas. Dios no juzga la validez de nuestra tristeza. Gracias a Su gran compasión, Él recoge cada lágrima que cae; no importa cuan grande, pequeña o insignificante sea la tristeza.

En este Salmo, David le dio voz al lamento por su situación que era verdaderamente peligrosa. Saúl quería coronar a su propio hijo como rey de Israel y perseguía a David para matarlo.

Esto obligó a David a estar constantemente huyendo de Saúl para poder escaparse con su vida. David estaba afligido, temeroso e inseguro de su futuro. Las lágrimas fluyeron al derramar sus sentimientos ante Dios. Tu llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en Tu frasco; has registrado cada una de ellas en Tu libro, Salmo 56:8 (NTV).

David recibió consuelo sabiendo que no importaba en qué situación se encontrase, Dios tendría gran compasión de él y que juntaría todas sus preciosas lágrimas en un frasco. David le confiaba a Dios tanto su vida como su futuro. David no sentía vergüenza de sus lágrimas y nosotras tampoco debemos avergonzarnos, por más que deseemos contenerlas.

La vida nos desafía. Los hijos crecen. Épocas de cambios chocan con la rutina habitual de nuestras vidas. Cuando esto ocurre, a menudo las lágrimas salen y nuestros esfuerzos para contenerlas son en vano. Momentos como dejar a tu hijo en la guardería o en la universidad o en cualquier curso del colegio pueden provocar una mezcla de emociones y ansiedades. Ya que el momento de “el regreso a la escuela” se acerca, tengamos en mente que contamos con la compasión de Dios por nosotras y nuestros hijos.

Él está presente cuando cae cada lágrima, y podemos confiar que Él recoge cada una de ellas. No importa qué tristeza enfrentemos hoy, podemos estar seguras de que Dios cuida de nosotras y se ocupa de nuestra situación.

Querido Señor, gracias por amar a mis hijos aún más de lo que yo los amo y por tener compasión de ellos y de mí. Ayúdame a sentir Tu consuelo y seguridad cuando hago frente a nuevas etapas de mi vida y desafíos emocionales como madre. Por favor, ampara a mis hijos bajo Tus alas, guíalos en sus decisiones y guárdalos. Amén.

REFLEXIONA Y RESPONDE

¿Has pasado por alguna etapa cuando sentiste que Dios recogía tus lágrimas?

Reflexiona sobre cómo Dios ha tocado tu corazón con Su promesa de compasión en tu vida. Toma un momento para reconocerle y agradecerle.

VERSÍCULOS DE PODER

Salmos 147:3, Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas. (NTV)

Salmos 91:4 , Con Sus plumas te cubrirá y con Sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y protección. (NBV)

© 2013 por Tracie Miles. Derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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