Al cuarto día se reunieron en el valle de la Bendición, el cual recibió ese nombre aquel día porque allí el pueblo alabó y agradeció al Señor. Aún se conoce como valle de la Bendición hasta el día de hoy. 2 Crónicas 20:26 (NTV)
Parecíamos una familia normal. Solo los fines de semana.
Todos los viernes por la noche, el avión de mi esposo aterrizaba y metíamos todo tipo de vida familiar en dos días insuficientes antes de que llegara el lunes con su vuelo de partida. Semana tras semana, mes tras mes durante ocho largos meses.
Los días entre semana fueron un curso intensivo en la vida de “madre soltera” para mí, ya que los cambios de empleo distanciaron a nuestra familia por 800 millas.
Mientras buscábamos un trabajo que nos volviera a unir a tiempo completo, mi corazón latía al ritmo de un versículo familiar: Señor, ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza! (2 Crónicas 20:12b, NVI).
Esta oración del rey Josafat es una que leo a menudo, porque habla sobre la profundidad de un corazón atribulado pero confiado.
Como vemos, el rey oró estas palabras después de escuchar que un gran ejército estaba en camino para destruir a Judá.
La gente de todo Judá vino a Jerusalén buscando la ayuda de Dios, y mientras Josafat oraba con ellos, el Espíritu del Señor habló a través de un caballero en la multitud, advirtiéndoles que Dios pelearía por ellos.
Al escuchar esto, el rey y todo el pueblo adoraron y alabaron al Señor.
¡Amiga, en ese momento, el enemigo todavía estaba en camino para atacarlos! Judá no reservó su alabanza hasta que el enemigo fuera derrotado, sino que alabó a Dios por una victoria aún invisible.
A la mañana siguiente, mientras se dirigían a encontrarse con sus rivales, Josafat nombró a cantantes para que marcharan adelante, alabando y agradeciendo a Dios.
Y, ¡oh, cómo honró el Señor su adoración! En el momento en que comenzaron a alabar, ¡hizo que los enemigos se atacaran y comenzaran a luchar contra ellos mismos!
Dado que los mensajes de texto aún no se daban, y el ejército de Judá todavía estaba viajando hacia la batalla, no estaban al tanto de esta noticia hasta que llegaron al lugar donde Dios ya había estado, y se sorprendieron al encontrar a sus enemigos en el suelo, sin vida.
Siempre fiel a Su Palabra, el Señor había ido por delante, un poco más allá de su vista o habilidad, y declaró la victoria sobre el valle.
Durante tres días, recogieron el botín de la victoria de Dios, y "al cuarto día, se reunieron en el valle de la Bendición, el cual recibió ese nombre aquel día porque allí el pueblo alabó y agradeció al Señor ..." (2 Crónicas 20:26a).
¿Y adivina qué hicieron después? Regresaron a Jerusalén de la misma manera que se fueron: cantando y alabando a Dios.
Amiga, ¿has notado cómo la alabanza y la adoración son el comienzo y el fin de nuestras victorias?
A medida que adoramos a Dios a lo largo del camino sinuoso de la vida, Él se mueve de maneras que no podemos lograr solas. Y, oh, la libertad de alabar a Dios por lo que aún no podemos ver mientras Él reclama la victoria sobre las batallas de la vida.
Mi esposo y yo no sabíamos cómo nos guiaría el Señor, pero ofrecimos nuestros sacrificios imperfectos de alabanza a pesar del agotamiento, manteniendo nuestros ojos en Dios mientras Él iba por delante. Con el tiempo, fuimos testigos de cómo Dios restauró nuestra familia bajo un solo techo.
Nuestra confianza dio paso a la alabanza, y cuando el camino ante nosotros se despejó, descubrimos Sus huellas incrustadas en el suelo sagrado de nuestro propio valle de la Bendición.
Querida amiga, ¿anhelas ver a Dios moviéndose hoy en una batalla que se siente demasiado grande? Que tu corazón descanse en el recordatorio de que nuestra alabanza no es pasiva. Cuando centramos nuestra adoración en Dios en lugar de enfocarnos en la batalla, Su plan panorámico funciona de manera más allá de lo que podemos ver.
Querido Señor, enséñame a mantener mis ojos en Ti. Te alabo por cada victoria, visible e invisible, mientras día a día recojo el botín de Tu bondad. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Hebreos 11:1, Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. (NVI)
Salmo 28:7, El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias. (NVI)
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Cómo sería alabar a Dios mientras caminas a través de las batallas de la vida hoy? ¿Cómo podría esto traerte libertad? ¡Comparte tus pensamientos en la sección de comentarios a continuación!
© 2020 por Brenda Bradford Ottinger. Todos los derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.