Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. 1 Pedro 2:9 (NVI)
Recuerdo que hace mucho tiempo mis tres hijos más pequeños decidieron jugar en el patio trasero con unas muñecas y una cabeza llena de imaginación.
Extendieron una manta sobre la grama verde y colocaron sus muñecas sobre los retazos de tela.
«Esta será nuestra casa», dijo mi hija de 9 años. «Y yo seré la mamá llamada Tabitha».
Sus hermanos estuvieron de acuerdo e inició el juego de roles.
«Seré el papá», intervino mi hijo de 6 años. «Y mi nombre será David». Luego se hinchó el pecho y reclamó con orgullo el nombre del niño pastor que derribó a un gigante con un puñado de piedras y un montón de fe.
«Bien», respondió Tabitha con un movimiento de cabeza. «Ahora necesitamos a alguien para proteger a los bebés».
Finalmente, mi hija preescolar habló. «Yo seré la niñera», dijo con una sonrisa deslumbrante. «Puedes llamarme Brillante-Rosa-Adorable-Princesa-Sirena». Ella recogió una muñeca, se la puso en el hombro y le sacó los gases con una palmada cariñosa.
«Eso ni siquiera suena como un nombre de verdad», argumentó su hermano. «Simplemente te llamaremos Rosa».
«¡No!», refutó mi más pequeña. «Brillante-Rosa-Adorable-Princesa-Sirena».
La hermana mayor se arrodilló y ofreció un acuerdo. «Ese es un nombre muy elegante, pero es muy largo y es un poco difícil de recordar, así que, ¿qué tal si te llamamos Princesa Brillante?».
Cuando las voces a la deriva a través de la ventana de la cocina se volvieron tersas y tensas, salí para intervenir.
Pero antes de que pudiera evitar que el tierno juego de fantasía se convirtiera en una amarga pelea entre hermanos, Brillante-Rosa-Adorable-Princesa-Sirena plantó sus manos en sus caderas y pisoteó su pie con frustración.
Con un grito desafiante, ella declaró: «¡Ya sé quién soy, así que no puedes elegir mi nombre!».
Inmediatamente, las sugerencias se disminuyeron al silencio. Y un nudo tranquilo se formó en mi garganta.
Estoy segura de que mi hija menor no reconoció la firme sabiduría envuelta en sus enérgicas palabras, pero yo lo sabía.
Verás, durante demasiado tiempo, permití que las voces a mi alrededor o las circunstancias frente a mí determinaran mi nombre.
Cuando la victoria se me escapó, me dijeron que era un fracaso.
Cuando estaba muy entusiasmada sobre algo, me dijeron que era demasiada intensa.
Cuando mis gritos de ayuda se volvieron demasiado fuertes, me dijeron necesitada.
Cuando mis mejores esfuerzos fallaron, me dijeron que no era suficiente.
Pero cuando estudié las Escrituras y descubrí quién dice Dios que soy, comencé a darme cuenta de lo que Brillante-Rosa-Adorable-Princesa-Sirena ya parecía saber…
Como hijos de Dios, no vivimos por los nombres que nos llaman; vivimos como los nombrados y los llamados.
Dios nos ha llamado de la oscuridad a Su luz gloriosa. Y nos ha dado un nombre que no depende de nuestras circunstancias ni cambia con nuestro estado de ánimo.
1 Pedro 2: 9 lo dice así: Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Elegidas y apreciadas, santas y Suyas: así es como Dios dice que somos.
Pero, amigas, como la enérgica niña de cuatro años que se negó a ser influenciada, siempre tenemos una opción.
Podemos dejar que el mundo nos dé nombres que no son nuestros. O bien, podemos sintonizar nuestros oídos a la verdad de las Escrituras y plantar nuestra confianza en el nombre que nos recuerda quiénes somos, el nombre que Dios habla sobre nosotras con una amor generoso y profundo deleite ...
Eres mía (Isaías 43:1).
Querido Jesús, perdóname por todas las veces que he olvidado quién soy. Ayúdame a escuchar Tu voz sobre cualquier otra. Quiero vivir como la mujer que Tu dices que soy. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Isaías 43:1, Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: «No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío[...] (NVI)
RECURSOS ADICIONALES
Para más motivación al recordar tu identidad en Cristo, lee el devocional de Lysa TerKeurst, Pero no me parezco a la mujer de Proverbios 31, el devocional de Sharon Jaynes, Tú eres quien Dios dice que eres, y el devocional de Shauna Niequist, Sé la mujer que Dios te ha llamado a ser.
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Qué nombres has aceptado que no te pertenecen? Pasa tiempo con Dios en Su Palabra. Pídele que resalte una verdad que te recuerde de quién eres. Llévala contigo esta semana y compártela con alguien que también necesita esa verdad.
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© 2020 por Alicia Bruxvoort. Derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.