Devocionales

Cuando el perdonar aún duele

Corrie Gerbatz 6 de marzo de 2020
»Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. Juan 15:5 (NVI)

Sus gritos resonaban por la casa. Era un nuevo día, pero la misma pelea de mis hijas por el juguete preferido del momento. Se dijeron palabras hirientes, «está bien, entonces ¡tú ya no eres mi mejor amiga!». Se cruzaron los brazos. Sus pechos pequeños jadearon, llenos de indignación.

Antes de darles mi respuesta de siempre, dejé escapar un suspiro largo y exasperado.

«Niñas...» (pausa para hacer énfasis dramático) «...¿qué está pasando? ¿Por qué están peleando? En nuestra casa se comparte. En nuestra casa usamos palabras amables. Las dos necesitan pedirse disculpas y necesitan perdonarse».

Sin vacilar, bajaron los brazos y se pidieron disculpas.

Se abrazaron, se perdonaron y siguieron como "mejores amigas" incluso antes de que las lágrimas saladas sobre sus mejías se secaran. ¡Cumplí mi trabajo! Disfruté por un momento más la mini victoria de mamá. Había esperado tener negociaciones, tal vez un berrinche de una de ellas, pero al final, no se necesitó de nada más. Fue así de sencillo, por lo menos para ellas.

¿Pero para mí? Si soy honesta, el perdonar no siempre fue tan sencillo. Es más, en las últimas semanas, el dolor de una herida del pasado ha sido como una llaga abierta en mi corazón que persiste en mis pensamientos tanto despierta como dormida.

¿No había buscado la reconciliación en esa situación? ¿Acaso no acepté las disculpas y ofrecí mis palabras de perdón? Sí, lo había hecho. Incluso estaba comprometida a seguir adelante con amor, pero sin embargo, aún sentía el dolor.

Perdonar cuando hay dolor no es fácil.

No tenía respuestas, así que fui a las Escrituras esperando encontrar la pieza que me faltaba para perdonar y aliviar el peso en mi corazón cargado. En Mateo 5, Jesús habló de la importancia de buscar la reconciliación los unos con los otros (versículos 23-24). Yo había hecho eso.

En Mateo 6, Jesús advirtió que Dios no nos perdonaría si nosotros no perdonamos a otros (versículos 14-15). Yo entendía eso.

En Mateo 18, Jesús le informó a Pedro que nuestro perdón ofrecido debe ser sin límites (versículos 21-22). Yo creo poder lograr eso.

Y en Efesios 4, Pablo le recuerda a la iglesia de ser compasiva, perdonándose los unos a los otros como Dios nos perdonó primero (versículo 32). ¡Yo estaba intentando hacer eso!

Pero aún me faltaba algo....y no fue hasta que recordé estas palabras de Jesús que pude recordar una verdad que hace tiempo había olvidado:

»Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada (Juan 15:5).

Mi alma se avergonzó al darme cuenta que yo había estado tratando de perdonar la herida sin Dios. Yo asumí que simplemente al conocer las verdades bíblicas acerca del perdón sería suficiente; y creía (falsamente) que si yo quería perdonar, solo necesitaba de mi propia fuerza para lograrlo.

Pero no lo pude lograr ― no en mis propias fuerzas ― las heridas infectadas en mi corazón comprobaban eso. Entonces entendí que para poder experimentar el fruto de la paz del Señor, esa paz que restaura y perdura, necesitaba permanecer en el Señor, y apoyarme en Su fortaleza para perdonar.

Todas necesitamos hacer eso.

Para perdonar como Dios nos ha perdonado, es una tarea que va más allá de nuestros esfuerzos. En nuestra humanidad, nunca podemos manejar el perdón de la forma completa como Dios lo ha mandado. Sin embargo así nos manda hacerlo ―¿por qué? ¡Porque la intención de Dios nunca fue que perdonáramos sin Su ayuda! Dios ha tenido un plan de redención para nosotras desde el comienzo, y ese plan está arraigado en el perdón. A través de la sangre de Jesús en la cruz, Dios ha perdonado nuestros pecados.

Por medio del don del Espíritu Santo, Dios nos ha dado el poder para perdonar a otros. Y amigas, cuando nos apoyamos en el poder de Dios para sanar nuestras heridas, podemos perdonar de una forma completa y total. En Su poder, podemos perdonar a los que nos parecen no merecerlo; podemos perdonar otra vez; podemos perdonar lo que sentimos ser imperdonable; y por último podemos intercambiar nuestras llagas llenas de dolor por un fruto de la vid de Su gracia y redención.

Hoy, la decisión de perdonar es nuestra. Aún cuando todavía duele.

Amado Señor, conoce mi corazón y muéstrame si aún quedan llagas de dolor donde he tratado de perdonar sin depender de Ti. Te pido que cubras estas heridas con Tu gracia sanadora, y que a través de Tu fortaleza, yo reciba poder para perdonar a otros tan completa y enteramente como Tú me has perdonado. En el Nombre de Jesús, Amén.

VERDAD PARA HOY

Filipenses 4:13, Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (NVI)

REFLEXIONA Y RESPONDE

¿Cómo has estado lidiando con el perdón en tu vida? A través de la oración considera lo que encuentras en tu corazón al acercarte hoy al Señor. ¡Y únete a la conversación en la sección de comentarios a continuación!

© 2020 por Corey Gerbatz. Derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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