Devocionales

¿Qué pasa si mis tiempos de quietud con Dios son cualquier cosa menos quietos?

Corrie Gerbatz 17 de agosto de 2020
»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Mateo 7:7 (NVI)

Me senté en la silla plegable de metal, con mi Biblia en un brazo mientras mi otro brazo ocultaba las preguntas inconclusas en mi estudio. El tema de discusión del grupo de estudio bíblico era el tiempo de quietud, pasar tiempo personal con Dios, y una mujer al otro lado del círculo estaba compartiendo.

Ella se despierta una hora antes que sus hijos. Pasa tiempo leyendo la Biblia, orando y escribiendo en su diario todos los días. Ella lo hace una prioridad.

Escuché y asentí cortésmente.

Parecía que ella lo hacía “correctamente”, y tenía razón acerca de pasar tiempo con Dios, era importante. Pero la mayoría de las semanas, yo ni siquiera podía completar mi estudio bíblico, y mucho menos pasar un tiempo de quietud regularmente. Me sentí como si fuera un fracaso. El sudor acumulado debajo de mi brazo estratégicamente colocado, solo sirvió para condenarme más.

La verdad, conversar sobre el tema de pasar un tiempo de quietud con Dios siempre me ha hecho sudar un poco (mejor dicho, mucho). No me malinterpretes, no es porque no quiera pasar tiempo con el Señor, ¡yo sí quiero! Pero nunca he sentido que lo he logrado hacer correctamente ... especialmente desde que nacieron mis hijos.

Durante los últimos 10 años, he estado intentando navegar por las interminables demandas de la crianza de hijos. Desde noches sin dormir hasta despertares antes del amanecer, el purgatorio de dentición interminable, berrinches tiránicos de niños pequeños y problemas de entrenamiento para ir al baño: la lucha ha sido real.

Mis momentos de oración se han dado a todas horas del día, en una variedad de lugares, y generalmente son cualquier cosa menos quietud. Desde el piso del pasillo, le he suplicado al Señor por paz mientras un pequeño llora hasta tarde de la noche. Al amparo de una ducha muy necesaria, he dejado correr mis lágrimas a los pies de Jesús. Atrapada en el tráfico, he buscado desesperadamente la dirección de Dios. Algunos días me lleva toda la mañana leer un devocional simple sin interrupciones, y otros días, mi tiempo de oración me agarra al pie de un asiento de niños para el inodoro, suplicando cordura.

Mis días están lejos de ser pulcros y ordenados. Y en esta época de la vida, el desánimo me golpea el corazón, y me deja preguntándome si mis esfuerzos son suficientes.

En uno de sus sermones más famosos, Jesús habló sobre esta idea de la oración, diciendo, »Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre (Mateo 7:7-8, NVI).

Muchas de nosotras probablemente estamos familiarizadas con este pasaje. Pero ¿alguna vez te has tomado el tiempo para notar las palabras que no están presentes? Un “horario perfecto” para buscar al Señor no estaba en las indicaciones. No se sugieren las “palabras correctas para decir” mientras tocas la puerta, y nunca se mencionan los requisitos previos de pulcritud y orden.

¿Por qué? Porque Jesús no exige perfección en nuestra búsqueda de Dios; Él alienta nuestra persistencia en la búsqueda.

¡Y esa es una GRAN diferencia, llena de gracia!

Nuestro Señor ve nuestro desorden, nuestras deficiencias diarias e incluso las preguntas inconclusas de nuestro estudio bíblico. Él ve nuestros lugares poco convencionales para nuestro tiempo de quietud, y sabe que ha habido ocasiones en que nos hemos quedado dormidas a mitad de la oración. Sin embargo, aún así nos ama.

Estamos cubiertas por la gracia de la cruz, y cualquier susurro de duda que intente condenar o desanimar nuestras búsquedas proviene del enemigo. Pero, amigas, no pertenecemos al enemigo; ¡nosotras le pertenecemos a Dios!

Nuestro Padre celestial nos invita a Su presencia el día de hoy. Él garantiza responder cuando tocamos, y Sus brazos misericordiosos están abiertos y esperando. Oro para que cada una de nosotras abrace esta promesa, desde donde estemos, y corramos con confianza hacia el Señor de nuestros corazones.

Querido Jesús, deseamos seguirte de todo corazón, y te pedimos que calles cualquier susurro de vergüenza y duda que intente disuadir nuestros esfuerzos. Danos la valentía para vivir con confianza en Tu presencia y amor hoy mismo. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Jeremías 29:13, Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón. (NVI)

Romanos 8:1, Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús. (NVI)

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© 2020 por Corrie Gerbatz. Todos los derechos reservados.

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