Devocionales

Confiando en Dios en nuestros momentos de preguntar “¿por qué?”

Meredith Houston Carr 13 de abril de 2021
Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. 2 Corintios 4:16-17 (NVI)

Recientemente, me senté temprano en la mañana en silencio e intenté leer la Palabra de Dios, pero las palabras por qué seguían saliendo de mi boca. Antes de darme cuenta, caí en un círculo que me robó la alegría: ¿por qué, Señor, permitirías esa lucha dolorosa? ¿Por qué, Señor, no termina esta temporada difícil? ¡¿Por qué?!

¿Alguna vez te has encontrado tropezando con eventos dolorosos del pasado? Tal vez una experiencia traumática como el divorcio, una pérdida repentina o la traición de una amiga te ha dejado en un caos confuso. O quizás  las pruebas “más pequeñas” de la vida se han combinado en una gran bola de dolor rebotando dentro de tu corazón.

Cualquiera que sea la razón, es posible que te encuentres obsesionada con la antigua pregunta de “¿por qué?”. Es una de las primeras preguntas que aprendemos a hacer, y permanece en nuestros labios a medida que las circunstancias difíciles llegan a nuestras vidas. Podemos orar y leer nuestras Biblias, pero esa pregunta persistente tiene el poder de mantenernos atrapadas y secuestrar nuestra alegría. En poco tiempo, las dudas alimentadas por el enemigo comienzan a atacar el espacio entre nuestros oídos:

Me pregunto si Dios se ha olvidado de mí.
Tal vez me abandonó por completo.
Sus buenos planes deben ser para alguien más, no para mí.

La mañana que me quedé atascada en esa pregunta, Dios gentilmente detuvo mi espiral negativa al recordarme lo que algunos de nuestros gigantes espirituales soportaron. Tenemos a José, que pasó años en servidumbre y prisión después de ser vendido como esclavo por sus hermanos. Tenemos a David, que tuvo que huir del palacio para proteger su vida y soportar años en fuga para escapar de la espada del Rey Saúl.

Y luego tenemos a Pablo, el escritor del versículo clave de hoy. Sufrió múltiples golpizas, encarcelamientos y una intrusiva “espina en la carne” que Dios nunca quitó. Sin embargo, a diferencia de mis diarios de oración plagados de “¿por qué?”, Pablo escribió estas palabras extraordinarias:

“Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento” (2 Corintios 4:16-17).

La perspectiva de Pablo me sorprende, porque sus pruebas eran ¡cualquier cosa menos ligeras y momentáneas! Y sin embargo, se aferró a la visión más grande de Dios para su vida. ¿Cómo podría un hombre, con un montón de momentos para preguntar “¿por qué?”, exhibir este tipo de fe? El siguiente versículo revela el secreto de Pablo para la confianza firme: “Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.” (2 Corintios 4:18, NVI)

Pablo captó la verdad crítica de que, en esta tierra, sólo vemos una parte de la historia, y a través de nuestra enredada red de problemas, Dios trabaja para lograr Sus propósitos eternos e invisibles. Pablo entendió que Dios tejería los momentos de preguntar “¿por qué?” en algo hermoso y mucho más valioso que la comodidad temporal y terrenal que a menudo anhelamos.

En retrospectiva, vemos esta verdad en acción. Vemos a José ascender al poder en Egipto y a David tomar su lugar ungido como rey de Israel. Vemos que la perseverancia de Pablo resulta en muchos de nuestros preciados libros del Nuevo Testamento.

¿Y esos confusos y dolorosos momentos de “¿por qué?” que soportaron? ¡Cada momento jugó un papel crucial! Porque sin descender a un calabozo, José nunca podría haber ascendido al poder. Sin el caos de la persecución, David nunca podría haber llevado la corona. Y sin sus tribulaciones, Pablo nunca hubiera podido difundir el Evangelio a lo largo del nuevo mundo.

Tu Padre Celestial quiere usar tus momentos de  “¿Por qué?” de la misma manera. No te ha olvidado, ni te ha abandonado, ni ha decidido que no mereces cosas buenas. Él te ama profundamente e incluso ahora trabaja para redimir tus momentos más agonizantes.

Podemos caminar en esperanza, sabiendo que la fortaleza de Dios nos renueva cada día. Y en Su fuerza, llegamos a decidir que nuestros momentos de “¿por qué?” ya no nos mantendrán atascadas o robarán nuestra alegría. En la fe, podemos poner nuestro dolor en Sus buenas manos — porque servimos a un Dios que convierte nuestra miseria en una obra maestra.

Querido Padre Celestial, gracias por el invisible y eterno trabajo que estás haciendo en mi vida. Ayúdame a confiar en Ti con mi dolor, sabiendo que es solo una parte de la historia. Concédeme la fuerza para perseverar hoy. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Salmo 34:18-19, El SEÑOR está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas; (NVI)

Recursos Adicionales

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© 2021 por Meredith Houston Carr. Todos los derechos reservados.

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