Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Como la rama no puede llevar fruto por sí sola si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer. Juan 15:4-5 (RVA-2015)
Después de haber dejado a mis hijos en la escuela, salí del estacionamiento, viendo a través de mis lentes de contacto borrosos por las lágrimas. ¡Vaya mañana! Era un día normal de escuela, pero el conflicto y la frustración se descontrolaron.
Tan pronto como mis hijos y yo nos subimos al coche, estallé de furia. Las palabras enojadas llovieron descontroladamente sobre mis hijos. Ahora que ese momento ya había pasado, imaginé aquellas frases duras penetrando profundamente en sus pequeños corazones durante el día en la escuela . La vergüenza y el remordimiento tomaron control de mi propio corazón.
Mi prioridad después de dejar a mis hijos era ponerme al día con mis deberes para la reunión del estudio bíblico; pero de camino a casa, la condenación llenó mi mente.
“¿De verdad, vas a sentarte con tu Biblia después de haberte portado así?”
“¿No te viste ahí?”
“¡Vaya hipócrita!”
“¿Qué tipo de madre hace eso?”
“No tienes ningún derecho de leer la Biblia, mucho menos estudiarla.”
Me sentí derrotada, segura que mi falta de paciencia y dominio propio me descalificaron de pasar tiempo con la Biblia. No podía soportar la idea de abrir la Palabra llevando tan pesada carga de la vergüenza, pero algo en mi corazón me dijo que necesitaba la Palabra de Dios ahora más que nunca.
¿Te has encontrado en un dilema parecido, sintiendo que has destruido, sin ayuda de nadie, cualquier esperanza de profundizar más tu relación con Dios?
Vamos a prestar atención a las palabras tiernas de Jesús mientras hablaba con Sus discípulos. En el libro de Juan, los capítulos 13-17, Él estaba hablando largo y tendido con ellos antes de Su crucifixión. Según la parte paralela en el Evangelio de Lucas 22, este momento pasó justo después de que los discípulos habían estado discutiendo acerca de quién iba a ser el mayor entre ellos, obviamente no fue su mejor momento.
Este es un fragmento de lo que Jesús les dijo:
“Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Como la rama no puede llevar fruto por sí sola si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer” (Juan 15:4-5, RVA-2015).
Jesús, lleno de gracia y Verdad, encomendó a Sus discípulos que se acercaran a Él, mientras les recordaba la totalidad de sus capacidades separados de Él. No esperaba que fueran perfectos antes de venir a Él; Él ya sabía y conocía sus limitaciones y, aun así, les dio la bienvenida.
Quizás Jesús anticipó la lucha universal entre el sentirse indigno y aceptar la misericordia y la gracia, porque unas frases más adelante Él dijo de modo reconfortante, “Como el Padre me amó, también yo los he amado; permanezcan en mi amor” (Juan 15:9, RVA -2015).
Ninguna condenación, ningún prerrequisito.
Aquellas palabras, escritas hace miles de años, siguen siendo relevantes hoy. No tengo que evitar a Jesús cuando me siento como una fracasada. En realidad, de principio a fin de las Escrituras, vemos que en ninguna parte dice, “no eres lo suficientemente buena para acercarte a Dios”.
Es incómodo, pero durante esos momentos de remordimiento profundo y vergüenza, lo mejor que podemos hacer es tragar nuestro orgullo y acercarnos más a Él.
Así que, la próxima vez que tengamos una mañana difícil, una tarde difícil, o incluso a la hora de acostar a los niños (¡ven, Señor Jesús!), en lugar de dejar que nuestros errores nos provoquen escondernos, necesitamos permanecer en Él.
Él no lo querría de ninguna otra manera.
Querido Jesús, por favor, recuérdame de Tu amor por mí, aun cuando cometo errores y lo estropeo. Ayúdame a sentarme a Tu lado cuando el remordimiento y la vergüenza me dicen que debo salir corriendo. Eres el Único quien restaura y renueva. Gracias por Tu misericordia y perdón. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Lamentaciones 3:21-23, Esto traigo a mi corazón, Por esto tengo esperanza: Que las misericordias del Señor jamás terminan, Pues nunca fallan Sus bondades; Son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! (NBLA)
Recursos Adicionales
En los momentos cuando sentimos que no debemos acercarnos más a Dios por causa de nuestras acciones, pensamientos o sentimientos de indignidad, es exactamente el momento de acercarnos más a Él. El libro de Lysa TerKeurst, No debería ser así, nos ayudará cuando nos sentimos decepcionadas o auto-descalificadas de las promesas de Dios. Este libro nos invita a volver a Dios, incluso cuando estamos decepcionadas con nosotras mismas. Puedes comprar el libro aquí.
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