Vuélvete a mí y ten misericordia de mí, porque estoy solo y profundamente angustiado. Salmos 25:16 (NTV)
Durante los primeros seis meses tras la marcha de mi esposo, me enfrenté a la toxicidad de la soledad día tras día. El nido vacío, el trabajo desde casa y las noches frías en soledad me afectaban profundamente. El silencio que resonaba en las cavernas de mi corazón vacío era a menudo el único sonido que podía escuchar.
Por fin llegaron los días soleados, y mis hijas planearon un breve viaje durante las vacaciones de primavera con sus amigos de la universidad. Motivadas por el amor y preocupación por mi bienestar y para sacarme de mi aislamiento auto impuesto, me animaron a viajar para reunirme con ellas y pasar un día juntas bajo el sol. Anhelaba un descanso de la vida, aunque solo fuera por un par de días, así que aproveché la oportunidad.
El primer día estuvo lleno de carcajadas y sonrisas. El sol me calentó de adentro hacia afuera, mejorando mi estado de ánimo y descongelando temporalmente el frío vacío de mi alma. El cambio de ambiente y de enfoque fue exactamente lo que mi espíritu necesitaba. Pero a la mañana siguiente, cuando llegó la hora de que se fueran, se apoderó de mí una sensación de pesadez. Me di cuenta de la abrumadora realidad de que estaba absoluta y completamente sola, en otro estado, por mi cuenta, a kilómetros de casa.
La realidad de mi soledad me golpeó como un puñetazo en el estómago; estar sola era mi nueva normalidad permanente. De repente, me sentí terriblemente aislada, más que antes, como si me hubieran dejado en otro planeta y tuviera que averiguar cómo sobrevivir. Completamente sola y sin escapatoria.
Las Escrituras dan muchos ejemplos de personas que compartieron los mismos sentimientos dolorosos y realidades. De hecho, todos los Salmos apuntan a la evidencia de que aún el Rey David se sintió solo muy a menudo. Sin embargo, su soledad fue exactamente lo que lo llevó a inclinarse ante Dios.
En Salmos 25:16, el rey David dijo, “Vuélvete a mí y ten misericordia de mí, porque estoy solo y profundamente angustiado”, seguido por los versos 17-18a que dicen, “Mis problemas van de mal en peor, ¡oh, líbrame de todos ellos! Siente mi dolor, considera mis dificultades” (NTV). En todo este pasaje hay una serie de súplicas por la ayuda de Dios porque David se sintió oprimido, deprimido, atribulado, invisible y abandonado por Dios y por los demás — dolorosamente solo.
Pero en lugar de estar molesto con Dios, la oración de David toma un giro. Me pregunto si hizo una pausa, dejó caer los hombros y suspiró profundo mientras pronunciaba humildemente las palabras, “… pues yo en ti me refugio. Que la integridad y la honestidad me protejan, porque en ti pongo mi esperanza” (Salmos 25:20b-21, NTV). A pesar de todo, el rey David se apoyó en el Señor en sus momentos más oscuros en lugar de alejarse de Él. A pesar de lo solo que se sentía, David quiso conectarse con Dios y se aferró a la esperanza que Él estaba allí, incluso si nadie más lo estaba.
Verás, la soledad puede ser, en realidad, un catalizador para hacer crecer nuestra relación con Dios en lugar de sofocarla. La soledad es la manera en que Dios nos recuerda que fuimos creadas para tener una relación personal con Él, y que puso un profundo anhelo en nuestros corazones que solo Él puede satisfacer.
Tal vez te sientes sola por la pérdida de tu esposo a causa de la separación, divorcio o incluso la muerte. Tal vez se deba al lugar vacío en la mesa, a la pérdida de amigas, o el hecho de tomar las vacaciones sola, bodas o eventos sociales en una nueva temporada de tu vida. A veces puede sentirse mucho más intenso cuando estamos en un lugar lleno de gente o junto a un esposo que nos hace sentir invisibles o poco importantes incluso con ellos presentes, lo que demuestra que la soledad es un estado de la mente, no una condición de ser.
Independientemente de la raíz de nuestra soledad, siempre podemos confiar en que Dios está con nosotras. A medida que nos inclinamos ante Él, podemos seguir orando para que traiga a las personas adecuadas a nuestras vidas y satisfaga nuestra necesidad de conexión humana, así como satisface la sed de nuestra alma por Él. En mi propia vida, estoy agradecida de que Dios me haya dado a mis dos hijas y a mi hijo, a mi madre y a algunas amigas maravillosas para apoyarme y cuidarme mientras atravieso las temporadas de soledad.
Conéctate con Dios primero, y el resto caerá en su lugar a su debido tiempo. Puede que Dios no nos quite la soledad, pero si ponemos nuestra esperanza en Él como lo hizo David, Dios estará cerca.
Señor, me siento tan sola en este momento. Escucha mis súplicas; ayúdame a confiar en que estás cerca mientras trabajas divinamente para traer a las personas adecuadas a mi vida. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Mateo 28:20b, Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos». (NTV)
Recursos Adicionales
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Reflexiona y responde
¿Has estado luchando contra la soledad crónica? ¿Qué cosa puedes hacer hoy para acercarte y conectar con alguien? ¿Cómo podrías apoyarte en tu fe y empezar a sentir más la presencia de Dios?
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