Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey: —Oh Nabucodonosor, no necesitamos nosotros responderte sobre esto. Si es así, nuestro Dios, a quien rendimos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Daniel 3:16-17 (RVA – 2015)
El sol se estaba poniendo en color rojo dorado, como las paletas de helado que me gustaban de niña. Una brisa fresca se arremolinaba alrededor nuestro mientras paseábamos a los perros por el vecindario, cuando algo rectangular y que revoloteaba en la calle llamó mi atención.
¡Era un billete de 20 dólares!
Aunque fue la mayor cantidad de dinero que he encontrado, no es sorpresa que lo viera, porque siempre he caminado con la mirada hacia abajo. Incluso cuando era niña, si en la acera había una moneda de uno o cinco centavos, la encontraba. Ese día miré a mi alrededor para ver si había alguien cerca que pudiera haber perdido los $20, pero la calle estaba vacía.
Esa vez, mi mirada hacia abajo me sirvió de ventaja, pero no siempre ha sido así. Desafortunadamente, la tendencia a fijar la mirada hacia abajo no se limita a las caminatas. Mi visión interna también puede dirigirse hacia abajo, buscando y encontrando el peor resultado posible.
El cansancio del año pasado, sumado a que no tuve una pausa real en mi rutina durante meses, crearon las condiciones perfectas para que entrara en un espiral interno cuando coincidieron algunos incidentes difíciles. Tenía la certeza de que las cosas se estaban desmoronando…y que nunca se arreglarían.
Se volvió tensa mi relación con una persona cercana, y estaba convencida de que yo no le importaba.
El dinero era escaso, y estaba segura de que no lo superaríamos.
La salud de mi madre empeoraba rápidamente, y la tristeza del futuro amenazaba con robar el gozo del presente.
Mis ojos estaban firmemente enfocados en las posibilidades negativas en todas las direcciones, dejando fuera de la ecuación el poder de Dios para cambiar mi actitud o mis circunstancias. Es extraño que haya encontrado tiempo para pensar en lo negativo y, sin embargo, haya perdido tantas oportunidades para mirar hacia arriba y ver el potencial de Dios en cada situación.
Dios ha sido fiel en el pasado, entonces, ¿por qué pensé que me fallaría ahora?
En el libro de Daniel hubo tres hombres que no dudaron del poder de Dios para salvarlos de sus circunstancias. El Rey Nabucodonosor exigía que Sadrac, Mesac y Abednego se inclinaran y adoraran una imagen de oro o, de lo contrario, serían arrojados a un horno de fuego. Si se negaban, el único resultado posible era una muerte horrible. Y, sin embargo, en lugar de fijar su mirada en eso, escogieron fijar la mirada en su Dios.
Los tres respondieron calmadamente al Rey, quien los tenía en sus manos, acerca del poder de Dios para liberarlos:
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey: —Oh Nabucodonosor, no necesitamos nosotros responderte sobre esto. Si es así, nuestro Dios, a quien rendimos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará (Daniel 3:16-17).
Esos jóvenes se negaron a inclinarse y mantuvieron la cabeza en alto. Se enfrentaron a una muerte segura y, sin embargo, no vacilaron en su convicción de que, de una forma u otra, Dios los libraría.
Esta historia me desafía a considerar lo que estoy mirando cuando las circunstancias se ponen difíciles. Cuando me enfoco en mis problemas, se hacen grandes. Cuando me enfoco en mi Dios, Su poder es evidente.
Cambiar la dirección de nuestra mirada cambia nuestra perspectiva. Los problemas no tienen el poder para salvarnos, Dios sí.
El salmista nos recuerda esta verdad en Salmos 121:1-2: “A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del SEÑOR, creador del cielo y de la tierra” (NVI).
Hoy, cuando los desafíos lleguen en oleadas, recordemos cambiar la dirección de nuestra mirada. Miremos y adoremos a Aquel que tiene el poder y el deseo de ayudarnos en nuestro tiempo de necesidad.
Padre Celestial, perdóname por las muchas veces que me inclino ante mis problemas en lugar de fijar mi mirada en Ti. Quiero ser una mujer que enfrente situaciones difíciles en la vida con la misma confianza en Ti que tuvieron Sadrac, Mesac y Abednego. En el Nombre de Jesus, Amén.
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