Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: «Me dijo todo lo que he hecho». Juan 4:39 (NVI)
A todo el mundo le encanta una buena historia. Pero no a todos les gusta su propia historia.
Yo no habría escrito la historia de mi infancia tal y como aparece ahora en las páginas.
En cambio, habría tenido un papá que me amaba, una mamá que me valoraba y un hermano mayor que era mi mejor amigo. Habríamos pasado las fiestas comiendo pavo, los fines de semana jugando juegos de mesa y los momentos de tranquilidad antes de dormir, orando antes de dormir. Pero esa no es la historia que me tocó.
En la adultez, habría tenido un montón de hijos, un calendario repleto de actividades extracurriculares y las paredes llenas de marcos de fotos de pequeños ya crecidos. Pero esa no es la historia que me tocó.
Y para ser sincera, a veces me cuesta no querer una historia diferente.
Creo que todas hemos mirado nuestras vidas y hemos querido arrancar algunas páginas de la narración. Pero es difícil entender una historia si faltan capítulos. Cada capítulo ayuda a explicar por qué los personajes son como son, por qué tú y yo somos como somos. No podemos arrancar una página o saltarnos un capítulo y seguir entendiendo nuestra historia. Pero podemos aprender a acoger nuestra historia y confiar en que Dios siga escribiendo nuestra historia en la Suya.
A la mujer samaritana que se encontró con Jesús en el pozo no le gustaba su historia en absoluto. En lugar de recoger agua en la frescura de la mañana o de la tarde, iba en el calor del día para evitar a las otras mujeres que se encontraban en el pozo. ¿Por qué? Quizás se sentía desechada por sus cinco maridos anteriores, y avergonzada de no estar casada con el hombre con el que vivía actualmente (Juan 4:18). Ella puede incluso haber sido la comidilla del pueblo. La suya no era una buena historia.
Pero Jesús vino a cambiar todo eso. Comenzó con Su pregunta, “—Por favor, dame un poco de agua para beber” (Juan 4:7, NTV). Y terminó con una asombrosa revelación, que Jesús no había dicho a ninguna otra alma. “—Ese soy yo [el Mesías], el que habla contigo” (Juan 4:26, NVI, aclaración añadida). Ella dejó caer la vasija de agua al suelo y corrió al pueblo para contar a todos este nuevo capítulo de su historia.
Cuando dejamos caer nuestras “vasijas de agua” llenas de ira, vergüenza, condena, remordimiento y amargura, el Agua Viva corta un rastro en el polvo y nos envía a un nuevo curso de vida.
¿Cuál es tu historia? Sea cual sea, supongo que hay páginas que desearías poder arrancar de la narración. Nunca he conocido a nadie que no lo hiciera. Pero lo que quiero decirte es que todo importa. Cada palabra tachada. Cada borrón desgastado. Cada página arrancada. Puedes tener una historia mejor, incluso con las páginas estropeadas incluidas. Puedes cambiar el final de tu historia, al igual que la mujer samaritana, por más que te sientas atrapada en un capítulo que ha llegado a un punto final.
Podemos agarrar la redención desde las fauces del quebrantamiento y permitir que Dios utilice nuestro quebrantamiento para el bien.
Eso es lo que hizo Jesús con la mujer samaritana en el pozo. Y luego compartió su historia para el bien de los demás y la gloria de Dios. Al correr al pueblo en lugar de esconderse, al contar su encuentro con Jesús, hizo que muchos creyeran. Juan escribió: “Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: «Me dijo todo lo que he hecho»” (Juan 4:39).
Puede ser difícil creer que es posible que Dios utilice tu dolor para un propósito si todavía estás viviendo una mala historia. Pero no pierdas la esperanza.
Lo he experimentado y he sido testigo de ello en las vidas de otros. Dios toma las cosas difíciles y las usa para mostrar Su misericordia, gracia y perdón para crear un nuevo comienzo. Sí, nuestros peores capítulos pueden convertirse en los mejores milagros de Dios. Nuestro dolor puede convertirse en un portal de la gracia de Dios. Nuestras páginas destrozadas pueden convertirse en la obra maestra redentora de Dios.
Padre Celestial, confío en que Tu pluma nunca resbala cuando se trata de escribir mi historia. Ayúdame a darte las páginas desordenadas y las etapas rotas y a no aferrarme a ellas con una mano implacable. Confío en Ti para que traigas belleza de las cenizas en mi vida. Dame el valor de contar a otros lo que has hecho en mi vida. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
En algún momento de hoy o de esta semana, vuelve y lee Juan 4. Observa la transformación de la mujer desde el principio hasta el final de la historia. ¿Qué crees que hizo la diferencia? ¿Cómo te ha cambiado conocer a Jesús?
¡Nos encantaría escuchar tu historia! Por favor, compártela en la sección de comentarios.
© 2021 por Sharon Jaynes. Todos los derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.