Devocionales

Cuando el temor a ser malinterpretada altera nuestra paz

Brenda Bradford Ottinger 6 de diciembre de 2021
Entonces María dijo: «Mi alma engrandece al Señor, Lucas 1:46 (NBLA)

Entre un montón de lágrimas, estudié el mensaje, confundida por las palabras que contenía.

Había servido en un grupo maravilloso de mujeres por años, y tristemente, una nueva participante del grupo malinterpretó algo que dije y reportó una queja. Instantáneamente, la angustia por ser malinterpretada alteró mi paz al darme cuenta que había sido acusada erróneamente.

En retrospectiva, debí haber reconocido la posibilidad de ser malinterpretada, pero no había considerado cómo mis palabras podrían sonar como críticas.

Sintiéndome desanimada, llamé a una amiga de confianza quien oró conmigo y escuchó mi corazón deshecho en lágrimas. Después, hice mi mayor esfuerzo para resolver el malentendido, y todas seguimos adelante. Aun así, una tensión inquietante persistía pesadamente en mi espíritu.

Verás, uno de mis más grandes temores es el de ser malinterpretada. Toda mi vida he anhelado que los demás crean lo mejor de mí, no lo peor. Y estoy lamentablemente consciente de que he hecho un buen número de suposiciones erróneas también.

Este malentendido ocurrió hace varios años, y desearía poder decir que ya estoy sana de mi temor a ser malinterpretada. Pero con frecuencia aún sigo luchando por ser libre en esta batalla … aún sigo poniendo este temor a los pies de Jesús una y otra vez.

Recientemente he estado pensando en la madre de Jesús, María, y en cómo debió haberse sentido cuando el ángel Gabriel le dijo que ella, una virgen joven, aparentemente ordinaria, sería la madre del Salvador. (Lucas 1:26-38)

Mientras procesaba lo asombroso de este mensaje, me pregunto qué preocupaciones habría tenido María sobre ser malinterpretada. Una joven mujer comprometida, ¿ahora embarazada de forma sobrenatural?

Mientras su comunidad anticipaba la llegada del Mesías en medio de una grandeza inconfundible, María cargaba la promesa del Salvador en su vientre. A pesar de cómo hubiera explicado su vientre creciente, si yo fuera María, el temor a ser malinterpretada sería uno de los primeros en mi lista de preocupaciones.

Aun así, estoy conmovida por la máxima aceptación de María: “—Soy la sierva del Señor”, dijo ella (Lucas 1:38a, NTV). Aunque su situación podría parecer inapropiada para algunos, María sabía que ella era comprendida por Dios, y se puso a su disposición.

Después de recibir esta noticia del ángel, María visitó a su prima Elisabet, quien estaba embarazada con un hijo: Juan el Bautista. En cuanto escuchó el saludo de María, Juan brincó en el vientre de Elisabet, y Elisabet, de pronto llena del Espíritu Santo, bendijo a María con entusiasmo, afirmando que ella era la madre del Salvador (Lucas 1:39-44).

Qué gran regalo debió haber sido para María sentirse comprendida. Y aun así, la respuesta de María no fue hacer una lluvia de ideas con Elizabeth sobre cómo explicar su situación a los demás. Al contrario, su respuesta fue de alabanza: «Mi alma engrandece al Señor, declaró (Lucas 1:46).

La paz de María no se encontraba en las percepciones de los demás. En lugar de enfocarse en la apariencia externa de su situación, María se enfocó en la presencia interna de su Salvador.

Oh, ojalá sigamos el ejemplo de María: estar tan enfocadas en Dios que nuestra alabanza al Señor reemplace nuestro anhelo de ser comprendidas por el mundo.

La paz duradera no puede ser encontrada en las percepciones de los demás. La mayoría de los días sólo estamos haciendo lo mejor que podemos en esta cosa desordenada llamada vida, y los malentendidos son una parte natural de nuestra humanidad. Pero que sea esto la causa para extender gracia, no para expulsar la paz.

Nuestra paz es muy valiosa como para perderla en cada ocasión que nos sentimos malinterpretadas.

Por el contrario, aquietemos nuestras almas en alabanza y descansemos en la calma de ser completamente comprendidas por Dios.

Porque la paz verdadera no viene de manejar las percepciones del mundo, sino de engrandecer la presencia del Señor.

Querido Dios, gracias por comprenderme íntimamente y por ser mi paz real en la vida. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Isaías 26:3, ¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti, a todos los que concentran en ti sus pensamientos! (NTV)

Salmo 139:1, Oh SEÑOR Tú me has escudriñado y conocido. (NBLA)

¿De qué manera está alterando tu paz hoy, el anhelo de ser comprendida? Imagínate poniendo todas tus preocupaciones en la palma de la mano de Dios. Exhala y descansa en Él, Quien te creó y te conoce.

¡Nos encantaría saber de ti! Comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2021 por Brenda Bradford Ottinger. Todos los derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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