Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. Efesios 4:29 (NVI)
Hace unos años, en una reunión de vecinos, escuché a una líder de un estudio bíblico hablar y actuar de forma inapropiada. Lo que escuché me dejó apenada y frustrada, y, honestamente, enojada.
Lo llamé “ira justificada”. ¿Lo has experimentado alguna vez? Esa ira justificada que surge cuando sabes que alguien no está hablando o actuando de la manera en que Dios nos llama como creyentes. Esa ira que Jesús expresó cuando entró en el templo y encontró a los cambistas (Juan 2:14-16).
Sí, la ira justificada puede ser algo bueno. Pero lo que importa es lo que hacemos con esa ira.
¿Alguna vez has tenido un momento en el que sabes que no deberías decir lo que vas a decir, pero lo dices de todos modos? Este fue uno de esos momentos para mí.
En lugar de ir directamente con la líder y decir la verdad en amor, compartí mis sentimientos con algunas de las otras líderes. ¿Acaso era chisme? En ese momento, no lo creí. Justifiqué mis palabras porque la líder con la que estaba enojada había tenido un comportamiento que reflejaba mal nuestro liderazgo y a Jesús.
El Señor, en cambio, tenía algo más que decir sobre mi enfado. A la mañana siguiente, Dios puso una convicción en mi corazón a través del sermón de mi pastor sobre chismes inútiles y la importancia de nuestras palabras.
El mensaje penetró como una espada de doble filo.
Yo también fui líder de un estudio bíblico. Y yo también desobedecí la Palabra de Dios cuando hablé con palabras poco amables y enjuiciadoras a espaldas de mis compañeras.
¿Ira justificada? No precisamente, dijo Dios.
¿Chismes inútiles? Tristemente, sí.
En la tranquilidad de ese momento, me sentí condenada por las palabras que había dicho. No por culpa. Ni vergüenza. Sino convicción.
La distinción entre convicción y condenación es significativa. La culpa y la vergüenza son emociones centradas en uno mismo, así como improductivas que nos dejan estancadas, en un mal lugar con Dios y con los demás. La convicción está enfocada en Dios y es productiva. Es estimulada por el Espíritu Santo para señalar nuestro pecado, hablar la verdad en nuestros corazones y darnos el poder de cambiar para que vivamos de una manera que le agrade a Él.
Ese día en la adoración, Dios me recordó nuestro versículo clave, Efesios 4:29 ‒ un versículo que nos dirige a hablar sólo lo que es útil para edificar a otros.
Todas tenemos debilidades. Todas experimentamos tentaciones de actuar de una manera que deshonra a Dios. Lo que importa cuando nos encontramos en estas situaciones es nuestra capacidad de reconocer esas debilidades y tentaciones. Porque si no podemos reconocerlas, no podemos hacerles frente.
La buena noticia para nosotras, como hijas del único Dios verdadero, es que hemos “nacido de nuevo” en Cristo. Este cambio no nos da simplemente un nuevo comienzo o un nuevo inicio. Es un renacimiento. Recibimos una nueva naturaleza, un nuevo corazón y un nuevo nombre.
No es una transformación instantánea. Cuanto más exponemos nuestros corazones al amor de Dios y a Su Palabra, más transforma Él nuestros corazones y renueva nuestras mentes. Cada vez, Su amor influye más y más en las decisiones que tomamos. Comenzamos a pensar y actuar de manera diferente debido al amor de Dios que vive y respira en nosotras. Comenzamos a vivir amadas.
Nuestro cambio interior se traduce finalmente en cambios exteriores, ya que hablamos y nos comportamos de forma completamente nueva. Entonces estamos capacitadas para amar a los demás y glorificar a Dios, incluso en los momentos difíciles.
Estoy agradecida por el Espíritu Santo, que me movió a actuar según mi convicción. Me confesé y pedí disculpas a las líderes con las que murmuré. Luego me dirigí a la líder que se comportó mal y me disculpé por no haber ido directamente a ella. Luego, traté lo sucedido en la reunión con amor.
A través de esto, aprendí que la forma en que Dios maneja estas situaciones difíciles es mucho mejor que la nuestra. ¿Te unirás hoy a mí en la oración para hacerlo mejor juntas mientras nos comprometemos a vivir en la plenitud del amor incondicional y abundante de Dios?
Gracias, Padre, por persuadir a mi corazón. Haré mis mejores esfuerzos para contener mi lengua y sólo hablaré palabras que edifiquen a las demás y beneficien a quienes me escuchan. En el Nombre de Jesús, Amén.
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1 Juan 4:9,11-12, Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él… Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente. (NVI)
Dios nos invita a vivir amadas y a amar a los demás con Su amor a través de nuestras palabras y acciones. Pide a Dios que te recuerde hoy acerca de Efesios 4:29. ¿Cómo puedes responder de manera diferente cuando alguien te decepciona o te ofende?
© 2021 por Wendy Blight. Todos los derechos reservados.
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