…«AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. Mateo 22:37-39 (NBLA)

Hace unos años, fui a casa a ver a mis padres el fin de semana y me reuní con algunos amigos de mi infancia. Casi todas mis amigas cercanas de la escuela secundaria y preparatoria todavía viven en la misma comunidad donde crecimos. Cuando vuelvo de visita es como regresar a mis 17 años.

Después de tres o cuatro horas de estar sentadas alrededor de la mesa, comiendo, riendo, compadeciéndonos y reviviendo un centenar de recuerdos divertidos, comenzamos a hacer visiones de la casa de retiro en la playa que algún día compartiremos. Estábamos bromeando (más o menos), pero la idea de una vida en comunidad profunda hizo que mi corazón cantara de alegría. Hay algo acerca de la visión de amigos queridos cocinando juntos y compartiendo lo cotidiano, que me suena bastante perfecto. ¿Por qué será?

Porque incluso si una casa llena de amigos no es tu sueño hecho realidad, Dios te creó para tener relaciones profundas.

De hecho, Dios existía en relación consigo mismo antes de que cualquiera de nosotras estuviera aquí. Se llama la Trinidad. Dios es uno, y Dios es tres. Por toda la eternidad, Dios ha existido en relación, como Padre, Espíritu e Hijo (Jesús).

La Escritura dice que el Hijo existe para glorificar al Padre, y el Padre existe para glorificar al Hijo. Dice que el Espíritu existe para glorificar a ambos. Lo que eso significa es que se ayudan mutuamente, se promueven, se sirven y se aman. Además, este intercambio ha estado ocurriendo durante toda la eternidad.

Significa que nuestro Dios ha sido relacional desde siempre. Significa que nos creó a partir de una relación para estar en relación, y no para relacionamiento superficial o egoísta. No, la relación que Él tiene en mente para nosotras es una conexión sacrificial, íntima y de momento a momento.

Fuimos hechas a imagen de Dios, quien es relación. Esto significa que nuestro anhelo de relaciones sanas, mutuamente sumisas, de apoyo e interdependientes no es simplemente porque anhelamos algo bueno para nosotras, como verduras o vitaminas. Estamos anhelando la razón fundamental por la que fuimos creadas. No solo fuimos creadas para tener comunidad, fuimos creadas a partir de la comunidad.

Pero aquí es donde nos equivocamos. Esperamos que las personas completen y llenen lo que sólo Dios debe llenar. Esta es la razón principal por la que todos podemos ser tan infelices unos con otros. Hemos puesto nuestra esperanza en personas imperfectas. Pero esa esperanza puede ser respondida exitosamente solo en Dios mismo. Eclesiastés 3:11 dice que la eternidad está puesta en nuestros corazones, lo cual significa que solo una relación con un Dios eterno puede llenar nuestros corazones.

Considera hacia dónde estás dirigiendo tu esperanza. ¿Quién está en el centro de tus afectos? ¿Quién está en el centro de tu identidad? Todos tenemos una opción.

Si Dios está en el centro de nuestro círculo relacional, estaremos satisfechas, y a raíz de esa satisfacción, podremos bendecir a otras. Pero si las personas están en el centro de nuestro círculo relacional, terminamos esperando que los demás satisfagan necesidades que nunca podrán satisfacer por completo.

Jesús lo dijo más claro. Cuando se le pidió que nombrara el mandamiento más grande, dijo que todos los mandamientos podrían resumirse en esto: “…«AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO” (Mateo 22:37-39).

Cuando tienes a Dios en el lugar correcto, en el centro de tus afectos, es más probable que te relaciones bien con las personas. La relación con Dios es lo primero, pero esa relación está destinada a enviarnos a amar a los demás.

Todo esto importa tanto porque…

Nos mejoramos mutuamente. “Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo” (Proverbios 27:17, NTV).

Nos recordamos mutuamente a Dios y Sus planes para nosotras. “…para que unos a otros nos animemos con la fe que compartimos” (Romanos 1:12, NVI).

Luchamos unas por otras para no ser distraídas por el pecado. “Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado” (Hebreos 3:13, NBLA).

Nos necesitamos unas a otras para vivir los propósitos de Dios. “… cada miembro está unido a todos los demás. Tenemos dones diferentes…” (Romanos 12:5b-6a, NVI)

Si el Dios del universo existe en comunidad, también necesitamos una pertenencia colectiva porque Dios nos creó para eso.

Dios, gracias por modelar cómo debemos vivir en comunidad con los demás y por el don de las personas, incluso cuando las relaciones son difíciles. Te pido que me ayudes personalmente a encontrar una comunidad profunda. Ayúdame a hacer amigas y conservarlas mientras vivo mi compromiso Contigo, Tu Iglesia y Tus planes para mí. En el Nombre de Jesús, Amén.

Recomendamos

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Profundicemos

Eclesiastés 3:11, Él ha hecho todo apropiado a su tiempo. También ha puesto la eternidad en sus corazones, sin embargo el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin. (NBLA)

¿Es Dios tu relación central o estás buscando a otras para satisfacer las necesidades que solo Él puede satisfacer? ¿En qué área tienes expectativas de personas que fueron diseñadas para ofrecerte?

© 2022 por Jennie Allen. Todos los derechos reservados.

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