Y cuando ustedes estaban muertos en sus delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con Cristo, habiéndonos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz. Colosenses 2:13-14 (NBLA)
“Tengo miedo, mamá”.
Vi el mensaje de texto aparecer en mi teléfono a las 11:30 p.m. Mi hija adolescente estaba en un viaje escolar en Florida.
Mi esposo y yo acabábamos de recibir una llamada telefónica a altas horas de la noche de un trabajador social que nos preguntaba si podíamos acoger a un tierno niño de siete meses con problemas médicos que necesitaba ser ubicado en un hogar de adopción temporal por esa noche.
Después de conversar y orar, mi esposo y yo sentimos que debíamos dar un paso de fe y decir que sí. Así lo hicimos… a pesar de que no teníamos experiencia con el síndrome de Down, el labio leporino/paladar hendido ni la alimentación de un bebé a través de una sonda gástrica.
Leí el resto del texto de mi hija. Ella estaba expresando honestamente cómo se sentía abrumada por lo difícil que podría ser asumir la tarea de cuidar a este pequeño niño. Le preocupaba que todas las citas con el médico, las posibles cirugías y las terapias futuras pudieran ser demasiado por asumir, especialmente porque ya teníamos un bebé.
Al elaborar una respuesta, escribí las palabras más sinceras que podía decirle: “yo también tengo miedo”.
Porque lo sentía. El timbre de la puerta estaba a punto de sonar y el trabajador social estaría allí parado con un niño pequeño que necesitaba mucha atención, amor y cuidado. Si imaginaba todo lo que podría significar decirle “sí”, me parecía abrumador.
Luego le envié un segundo mensaje a mi hija: “tanto papá como yo sentimos fuertemente que Dios nos ha llamado a decir que sí. Así que vamos a confiar en Dios para que nos ayude cada día. No sé qué nos traerán los siguientes cinco años, pero solo voy a confiar en Dios por hoy. ¿Puedes hacer eso conmigo?”
Nos enviamos mensajes de texto durante unos minutos más y, al final de la conversación, presentí que la pesadez y el miedo se habían disipado. Mi niña se sintió vista. Se sintió escuchada. Sabía que no estaba sola. Y que estábamos juntas en esto, confiando juntas en Dios a pesar de nuestros temores.
Mis hijos no necesitan a una madre perfecta que pueda predicar sermones persuasivos. Necesitan una mamá que los ame, los escuche y los señale a Jesús.
Piénsalo: si yo fuera perfecta no necesitaría a Jesús. La única razón por la que Jesús vino a la tierra y murió por mí es porque yo no puedo alcanzar la perfección.
Como dice Colosenses 2:13-14, “Y cuando ustedes estaban muertos en sus delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con Cristo, habiéndonos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz”.
Cuando leo este versículo siento una gratitud profunda. La obra consumada de Cristo en la cruz ha cancelado el registro de nuestra deuda. Él tomó sobre Sí mismo el castigo que merecíamos por nuestros pecados.
Él pagó nuestra deuda en su totalidad. No por quiénes somos o por lo que hemos hecho, sino por quién es Él y cuánto nos ama. Debido a eso, cuando Dios nos mira, Él ve a Jesús. Este es el evangelio. ¡Éstas son las Buenas Nuevas!
Su muerte en mi nombre me permite vivir con libertad y gozo, libre de tener que vivir la vida persiguiendo complacer a otras personas, ser perfecta o lidiar con mi reputación.
Ya sea en la crianza de los hijos, el matrimonio, nuestro trabajo o simplemente el vivir la vida con los demás, nunca lo haremos del todo bien. Y esa no es la meta. ¡Seamos personas lo suficientemente honestas para admitir nuestros errores e imperfecciones y nuestra necesidad de Jesús cada minuto del día!
Señor, ayúdame hoy a liberar mis cargas y tensiones en Ti. Dame fortaleza cuando me siento abrumada, claridad cuando no sé qué hacer y gracia para enfrentar cualquier desánimo o dificultad que me depare el día de hoy. Gracias porque eres mi Padre perfecto y ¡hoy puedo descansar en Ti! En el Nombre de Jesús, Amén.
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2 Corintios 5:21, Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él. (NBLA)
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