Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu, que da vida, los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte. Romanos 8:1-2 (NTV)
Cuando pienso en la persona más difícil de perdonar en mi vida, ¿adivina quién me viene a la mente? ¡Yo misma!
Extender gracia a los demás me resulta mucho más fácil que extenderme gracia a mí misma. En lugar de otorgarme gracia con empeño como lo hago con los demás, tiendo a revolcarme en un pozo profundo de vergüenza y culpa. Las transgresiones del pasado plagan mis pensamientos, paralizando mi capacidad de recordar que Dios me ha perdonado completamente y me ha hecho una persona nueva y diferente en Él.
En el fondo, sabiendo que tarde o temprano volveré a fallar, me pregunto si Dios podría utilizar a alguien como yo para Su gloria.
¿Quién me escuchará cuando conozcan mi pasado? Soy una farsante.
¿Por qué he vuelto a ceder? Nunca voy a cambiar.
¿En qué estaba pensando? Dios tiene que estar tan decepcionado de mí.
Hace poco, leí un libro sobre los 12 discípulos, casi pasando por alto las referencias a Pedro, cuya vida me era más familiar. Pero, ¡qué lecciones reveló el Señor al examinar más de cerca a este discípulo tan impulsivo!
Durante la Última Cena con Sus discípulos, Jesús habló de la inminente negación de Pedro, quien afirmó rotundamente que nunca lo haría (Mateo 26:33-35). Sin embargo, horas después, Pedro lo hizo, no una sino tres veces. Posteriormente, tal y como se había predicho, el gallo cantó, dejando a Pedro con el peso de la culpa y vergüenza por sus acciones cobardes.
Misericordiosamente, la historia de Pedro no terminó con la negación de Jesús en el patio del sumo sacerdote. Después de la muerte y resurrección de Jesús, Él reapareció ante los discípulos, tomando tiempo para encontrarse específicamente con Pedro. No hay registro de palabras ásperas o recriminaciones. Por el contrario, Jesús no sólo restauró a Pedro, sino que le encomendó una misión crucial: “alimenta a mis ovejas” (Juan 21:17e, NTV).
Romanos 8:1-2 nos dice, “Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte”.
Ni Pedro ni ninguno de los hijos de Dios tiene que luchar con sentimientos de fracaso o de incompetencia. La obra de Cristo en la cruz nos liberó del poder del pecado y de las tinieblas, permitiendo que aquellos que confían en Él dejen atrás la esclavitud de la vergüenza y la desesperación, para adentrarse en la luz del gozo y la satisfacción. Estamos preparadas para luchar contra los sentimientos y pensamientos que se oponen al propósito del Señor para nuestras vidas. ¿Cómo?
Encuéntrate con Dios
Cuando sufras el dolor de la vergüenza o la culpa, abre tu Biblia y pide al Señor que transforme tu mente a través de Su Palabra, silenciando cualquier pensamiento o sentimiento que no provenga de Él. (Romanos 12:1-2)
Aprópiate de tu historia
En lugar de ocultar o negar tu pasado, comparte las buenas nuevas del poder redentor de Dios, de que Él no se dio por vencido y nunca lo hará. No permitas que el orgullo haga silenciar tu testimonio; cuenta a los demás cómo el Señor te ha cambiado y sigue obrando en ti desde que confiaste en Cristo como Salvador.
Evita los pensamientos negativos
La convicción del pecado proviene de Dios, y nos conduce a la confesión y al arrepentimiento. La vergüenza proviene de Satanás, nuestro acusador, que nos empuja a la desesperación, la duda y la inseguridad. Colosenses 1:22 es solo uno de los muchos versículos que nos asegura que nuestro Padre Celestial concede a los pecadores arrepentidos el perdón total y gratuito y nunca los vuelve a acusar. ¡Jamás!
Busca ayuda
Necesitamos una comunidad cristiana que diga la verdad en nuestras vidas, que ore con nosotras y que nos haga rendir cuentas. No luches sola esta batalla; pide a tus hermanos y hermanas en Cristo que te ayuden a caminar en la verdad.
En este lado de la eternidad, nunca estaremos libres de pecado; sólo Jesucristo vivió una vida sin pecado. Sin embargo, al igual que Pedro, cuando aceptamos, por gracia, el regalo de la salvación de Dios por la fe en Él, podemos superar la vergüenza y la culpa y caminar con valentía en la nueva vida y el ministerio al que Dios nos ha llamado. ¡A Dios sea la gloria!
Padre Celestial, gracias porque eres rico en misericordia. Nos amas tanto que, aún siendo pecadoras, enviaste a Tu Hijo a morir por nosotras para que podamos tener vida eterna. Te rogamos que nos perdones cuando fallamos, y ayúdanos a superar la vergüenza, trayendo gloria y honor a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
RECOMENDAMOS
Amiga, perdonarnos a nosotras mismas por las fallas y errores del pasado es difícil ... pero Jesús fue clavado en la cruz por todos nuestros pecados ofreciéndonos la oportunidad de recibir el perdón gracias a Su obra terminada. Mereces dejar de sufrir por lo que has hecho en el pasado. En “Perdona lo que no puedes olvidar”, Lysa TerKeurst te ayudará a:
- Pasar por un proceso gradual para liberarte del dolor de tu pasado y sentirte menos afligida hoy.
- Descubrir lo que realmente dice la Biblia acerca de ello.
- Quitarle la fuerza a los factores desencadenantes que se apoderan de tus emociones y adoptar las dos partes necesarias del perdón.
Hoy, puedes caminar en el regalo del perdón. ¡Obtén tu copia aquí!
CONÉCTATE
Si en estos momentos estás atravesando una temporada de culpa, vergüenza o condenación, deseamos orar contigo. Puedes encontrar consuelo en nuestro Muro de oración; un lugar donde tus peticiones de oración pueden ser publicadas y luego puestas en oración por otras. Comparte tus propias peticiones y ora por otras en el Muro de oración aquí.
PROFUNDICEMOS
1 Juan 1:9, Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. (NBLA)
¿Cómo te ayuda el saber que Dios es fiel para perdonar nuestros pecados cuando buscas perdonarte a ti misma por las transgresiones del pasado? Nos encantaría saber de ti. Siéntete libre de compartir tus pensamientos en los comentarios.
© 2022 por Laura Bailey. Todos los derechos reservados.
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