… pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y ahogan la palabra, y queda sin fruto. Marcos 4:19 (RVA-2015)

¿Alguna vez has leído un pasaje de la Biblia o escuchado un mensaje oportuno y pensaste: Esto realmente va a cambiar mi vida, solo para olvidar pronto el impacto de ese momento y tu vida realmente no cambió mucho?

A mí sí me ha pasado, más de una vez.

Y cuando llega el siguiente mensaje que puede “cambiar mi vida”, me llena de un nuevo optimismo de que esta vez es real. Sin embargo, sin un poco de esfuerzo de mi parte, normalmente sucede de la misma manera. De la parábola de Jesús del sembrador, Marcos 4:19 dice, “pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y ahogan la palabra, y queda sin fruto”.

Este pasaje conocido habla de la “semilla” que se siembra cuando las personas escuchan las Buenas Nuevas del Reino de Dios. Esa semilla ha sido sembrada en cada una de nosotras que ha escuchado el evangelio. Y prospera en función del entorno en el que crece. Lo que hacemos momentos después de escuchar la poderosa Palabra de Dios puede ayudar a cultivar la “buena tierra” (Marcos 4:8, RVA-2015) mientras confiamos en que Él producirá crecimiento en nosotras.

Reflexiona sobre algunos de los principios que has establecido para ti misma. Tal vez siempre te despiertas a cierta hora o tienes el hábito de leer la Biblia todos los días. Tal vez tienes el hábito de poner la ropa sucia a lavar todas las mañanas. Sean cuales sean esas cosas para ti, comenzaron como pequeñas ideas que permitiste que florecieran. Le diste a esas “semillas” el ambiente adecuado, y se han vuelto fructíferas en tu vida. No te quedaste simplemente con la idea o la inspiración para luego pasarte a otra cosa.

Cuando el Espíritu abre nuestros corazones al escuchar la Palabra de Dios por primera vez, tiene un lugar para florecer y convertirse en algo maravilloso en nosotras. Sin embargo, con demasiada frecuencia, a medida que maduramos en nuestra fe, nos distraemos con otras cosas, muchas de las cuales no son necesariamente malas, pero nos llaman la atención. Es cierto que he pasado horas leyendo sobre estilos de decoración del hogar u oportunidades de ingresos en días en los que definitivamente no le di a Dios la misma cantidad de entusiasmo. ¿Alguna de esas cosas es mala? No, inherentemente no, pero cuando me distraen de lo que Dios dice o desvían mi atención de meditar en las semillas más recientes que Él me ha dado, se vuelven malas para mí.

Otras veces, en nuestras vidas aceleradas y llenas de distracciones, escuchamos partes de la Palabra de Dios y las reconocemos, pero nunca las dejamos interiorizar en nosotras. Si somos honestas, todas hemos estado allí, y es característico de Dios saber que sería una debilidad que muchas de nosotras poseemos, y por eso tenemos la parábola del sembrador. Nos da el aliento que necesitamos para seguir siendo fructíferas.

Marcos 4:20 (RVA-2015), “Y aquellos que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y producen fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno”. Una frase clave es “la reciben.” Algunas traducciones dicen “aceptan” (NBLA). Piensa en cómo te sientes cuando alguien te recibe en su casa. Te invita a entrar, te ofrece colgar tu abrigo, tal vez te ofrece una comida o un café, y simplemente dedica tiempo a interactuar contigo. ¡Se siente tan bien ser amada de esa manera!

Cuando recibimos la Palabra de Dios, dándole tiempo, espacio y prioridad, es una expresión de amor por Él y ayuda a crear el ambiente exacto que esas semillas necesitan para crecer.

Podemos encontrar belleza y diversión en las actividades del mundo sin que nos distraigan. No pretendo saber la fórmula exacta de cómo hacer esto de manera consistente, pero sí sé que comienza con una verdadera recepción de la Palabra de Dios y los mensajes inspirados por Él. En medio de todas las cosas, tal vez solo necesitamos sentarnos y tomar una taza de té con la última semilla que Él nos dio que puede “cambiar mi vida”. Recibe la Palabra, y mírala crecer.

Señor, gracias por cada semilla que has sembrado en mi. Ayúdame a fijar mi mirada en Ti y recibir verdaderamente todo lo que me estás dando para que pueda crecer y ser quien Tú me diseñaste para ser. En el Nombre de Jesús, Amén.

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© 2022 por Jasmine Williams. Todos los derechos reservados.

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