¿No te lo he ordenado Yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas». Josué 1:9 (NBLA)
Recuerdo cuando, por primera vez, tuve el pensamiento quiero decir sí a Dios, pero tengo miedo de __________________. Tenía mi diario, mi bolígrafo favorito y una taza de café, por supuesto, y estaba decidida a escribir cualquier respuesta que se me ocurriera. No quería editar los miedos de mi corazón, sino reconocerlos.
Lo que me sorprendió fue que había tantas respuestas para ese espacio en blanco, y yo pensaba que no luchaba contra el miedo.
Miedo al fracaso. Miedo al rechazo. Miedo a escuchar mal a Dios.
Me preguntaba si solo a mí me pasaba, así que pregunté a otras mujeres en las redes sociales, y las respuestas llegaron a raudales: miedo a esperar en la bondad de Dios y en los resultados de Dios. Miedo a no estar preparada. La lista podría ser interminable.
Por eso me encanta que, cuando Josué estaba a punto de emprender el viaje de liderazgo de su vida, Dios le habló acerca del miedo: “¿No te lo he ordenado Yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas»” (Josué 1:9).
No creo que Dios estuviera señalando con el dedo y condenando el miedo en Josué. Dios sabía que Josué tendría miedo, así que le animó con esta verdad: el mismo Dios que lo creó estaba con él.
Durante ese tiempo de oración, sentí que el Señor me pedía que pusiera mi sí ante Él: que pasara de “paradas de miedo” a “pasos de fe”.
Me imaginé escribiendo la palabra “sí” y poniéndola delante de Él. Poniendo mi sí sobre la mesa.
El sí es una entrega, un paso de fe. Y nos lleva a la tierra prometida que Dios ha planeado para nosotras.
Vivir en la tierra prometida es una vida de seguirlo a Él. Es la obediencia a Él y seguir el camino marcado por Él.
Una semana, mientras trabajaba como consejera de campamento, tuve que dormir en el sótano de la capilla debido a que el campamento estaba repleto. Las chicas de séptimo grado y yo nos acomodamos en nuestros sacos de dormir y rápidamente nos dimos cuenta de que nos rodeaban grillos camello.
Entre más veiamos, más gigantes nos parecían con sus ojos saltones. Al verlos tan grandes, nos olvidamos de que éramos más grandes que ellos.
Cuando los israelitas fueron a espiar la tierra prometida en Números 13, vieron gigantes en la tierra. Al ver a los gigantes, empezaron a verse a sí mismos como saltamontes (Números 13:33). Los que habían ido a espiar la tierra se olvidaron rápidamente de quién había prometido darles la tierra.
¿Cuáles son los gigantes en tu tierra que pueden hacer que tengas miedo de decir “sí” a Dios?
Mi miedo al fracaso puede sentirse como un gigante. Puede hacer que quiera encogerme y esconderme. Pero como Dios estuvo con Josué, está conmigo. Él está contigo.
La persona complaciente que hay en mí odia ir al oftalmólogo. Cuando el médico me acerca el aparato a los ojos y me pide que mire los diferentes lentes y diga cuál es el mejor o el más adecuado, siento que tiene una respuesta de qué lente se supone me hace ver mejor.
¿Y si me imagino a Dios sentado en la silla del oftalmólogo preguntándome qué veo a través de mi lente del miedo? Entonces, ¿qué pasaría si lo cambiara por una lente de fe?
¿Y si le miro a los ojos y le dejo ver los míos?
El Salmo 34:5 me dice que cuando miro a Él estoy radiante, y mi rostro nunca será avergonzado. El versículo anterior me dice que Él puede librarme de todos mis temores.
Hoy, encontremos coraje al mirar a Jesús y al permitirle que cambie nuestra mirada del lente del miedo al lente de la fe.
Podemos decir “sí” a Dios porque podemos confiar en Él.
Dios, gracias por poder decirte “sí” porque puedo confiar en Ti. Admito que tengo algunos temores para decir que sí. Cambia mi lente de miedo por un lente de fe para que pueda caminar en obediencia a los planes que tienes para mí. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Profundicemos
Isaías 43:1, Mas ahora, así dice el SEÑOR tu Creador, oh Jacob, Y el que te formó, oh Israel: «No temas, porque Yo te he redimido, Te he llamado por tu nombre; Mío eres tú. (NBLA)
Salmo 34:4, Busqué al SEÑOR, y Él me respondió, Y me libró de todos mis temores. (NBLA)
¿Dónde te lleva Dios a decir «sí»? ¿Cuál es ese miedo que te detiene? Pídele a Dios que te de el valor de convertirlo en un “paso de fe”? Comparte con nosotras en la sección de comentarios.
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