… ¡Envíalo de vuelta a la ciudad que le diste!—le exigieron—. No puede ir con nosotros a la batalla. ¿Y si se vuelve contra nosotros durante la batalla y se convierte en nuestro adversario?… 1 Samuel 29:4b (NTV)

Me acababa de casar, me mudé al otro lado de la ciudad y estaba buscando un nuevo trabajo más cerca de nuestro apartamento nuevo. Después de un tiempo, recibí una llamada de un gerente de distrito. Estaba optimista y parecía que nos íbamos a llevar bien.

«¿Podrías reunirte conmigo en nuestra tienda nueva?». Me dio la dirección. «Está a punto de abrir, y creo que sería una buena opción para ti».

No tuvo que decírmelo dos veces. «¡Sí, señor, allí estaré!».

Estacioné mi auto y dije una oración, pero mientras caminaba hacia la tienda, recibí una llamada telefónica. Reconocí esa voz optimista. «Oye, lo siento mucho. Surgió una emergencia y voy a tener que reprogramar nuestra reunión. Te llamaré pronto».

Entendí. Estas cosas pasan. Hay cosas que surgen, me dije. Pero tuve una extraña sensación… Dios estaba tramando algo.

En los días y semanas que siguieron, nunca recibí noticias de esa compañía… y por más extraño que fuera, nunca me sentí obligada a darle seguimiento.

Pero después de un tiempo, recibí noticias de otra compañía. Este gerente de distrito me pidió que fuera a conocer a un hombre llamado Kent. «Si todo sale bien, será tu administrador local».

Esa noche mi esposo y yo conocimos a Kent. Después de conversar un ratito sobre trivialidades, mi esposo y yo supimos que esto era lo que Dios tenía en mente para mí.

Las puertas cerradas no siempre son malas.

En 1 Samuel 29, David estaba huyendo del rey Saúl. Estaba cansado y agotado y encontró un refugio seguro en un lugar improbable, en medio de los filisteos impíos, enemigos desde hace mucho tiempo de los israelitas, el pueblo de David.

Durante la estancia de David en territorio enemigo, Aquis (un rey filisteo) llegó a confiar y depender de David. De hecho, Aquis estaba tan complacido con David que quería que David sirviera en su ejército. Pero los otros gobernantes filisteos conocían de la gran reputación de David como líder del ejército israelita, por lo que se resistieron.

… Envíalo de vuelta a la ciudad que le diste!—le exigieron—. No puede ir con nosotros a la batalla. ¿Y si se vuelve contra nosotros durante la batalla y se convierte en nuestro adversario?… (1 Samuel 29:4)

Por extraño que fuera, David, el gran guerrero, experimentó el rechazo de un papel para el que estaba sobrecalificado. Pero Dios estaba tramando algo.

Más tarde, en 2 Samuel, Saúl muere y David fue nombrado rey de Israel.

Imagínate si Dios no hubiera cerrado esa puerta y David hubiera luchado junto a los filisteos.

¿Habrían podido los israelitas confiar plenamente en David como su rey?
¿Qué hubiera sido de David?
¿Tendríamos todavía el libro bíblico de Salmos?

¿Se habrían beneficiado los filisteos del liderazgo de David si no lo hubieran rechazado?

La mano soberana de Dios estaba claramente obrando en la vida de David. Creo que es igual para ti y para mí.

A veces, Dios establece citas divinas o incluso crea "emergencias" divinas para cancelar nuestras citas actuales. Solía preocuparme y preguntarme, Dios, ¿y si elijo el camino equivocado? Ahora sé: el Creador del universo es mi Creador, así que si voy por el camino equivocado, Dios es más que capaz de desviarme y dirigirme al camino correcto.

Amigas, conocí a Kent en diciembre de 1999. Más de 20 años y dos empresas después, Kent sigue siendo mi gerente.

Esto no significa que cada puerta cerrada en mi vida o en la tuya resultará directamente en una mejor oportunidad, pero siempre podemos confiar en el tiempo de Dios y Su plan. Quizás estés en una temporada en la que parece que se te cierran más puertas de las que se abren. Date tiempo. Creo que algún día mirarás hacia atrás y verás la mano divina de Dios en tu situación también.

Al someter nuestros planes a Dios, oro para que aprendamos a confiar en que nuestro Padre celestial siempre está obrando en nuestras vidas… en la confusión, en las cancelaciones extrañas e incluso en las puertas cerradas.

Querido Padre celestial, gracias por las puertas que has cerrado en mi vida… puertas que te rogué que abrieras, pero en Tu misericordia, con tanta gracia las cerraste. Por favor dirígeme y guíame. Continúa abriéndome las puertas correctas y cierra las puertas por las que no debo entrar. Confío en que harás lo mejor para mí y para Tu Reino. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Salmo 37:23-24, El SEÑOR dirige los pasos de los justos; se deleita en cada detalle de su vida. Aunque tropiecen, nunca caerán, porque el SEÑOR los sostiene de la mano.(NTV)

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