Su fe no flaqueó, aunque [Abraham] reconocía que su cuerpo estaba como muerto, pues ya tenía unos cien años, y que también estaba muerta la matriz de Sara. Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios. Romanos 4:19-20 (NVI)
Una voz triste se escucha desde la parte posterior de mi furgoneta: «Mami, somos campesinos».
«¿Campesinos? ¿Qué quieres decir?» Mis ojos se lanzan al espejo retrovisor, encontrando el reflejo de mi hija de cinco años parpadeando hacia mí. Su vestido plateado de princesa y su tiara enjoyada brillan en el sol, pero sus ojos marrones sombríos carecen de su brillo habitual.
«Somos campesinos porque somos personas normales, no princesas». Ella lanza un suspiro de cansancio, un suspiro que sugiere que sus cinco años de vida han comenzado a sentirse como noventa y cinco.
«Ay, cariño», digo con una punzada de comprensión. Parece que mi hija finalmente ha reconstruido algunos hechos decepcionantes de niña grande: espera un segundo; mamá no es una reina y no vivimos en un castillo. Esto de que soy una princesa es solo fingido.
La mamá oso dentro de mi ruge a la vida, temiendo que este descubrimiento podría aplastar el alma de mi futura princesa. Exploro las profundidades de mi sabiduría maternal, lanzando un torrente frenético de formas optimistas, incluso piadosas, de ver esta verdad: «todos somos especiales para Dios; es divertido vestirse elegante, pero lo que importa es lo interior…», pero la expresión triste de mi hija me dice que todavía está desanimada.
Honestamente, siento su dolor. Me he enfrentado a muchas revelaciones desagradables que me han derribado de mi propio trono real:
¿Cuál es el saldo de mi cuenta bancaria? Uf…
Esa amistad puede que nunca sea la misma.
Este diagnóstico no es lo que pedimos en oración.
Todas tenemos que reconocer verdades dolorosas a veces. Y no estamos solas, muchos de nuestros héroes de la Biblia tuvieron que hacer lo mismo.
Me encanta la forma en que las Escrituras describen la actitud de Abraham después de décadas de no tener hijos: “de no tener hijos: “Su fe no flaqueó, aunque reconocía que su cuerpo estaba como muerto, pues ya tenía unos cien años, y que también estaba muerta la matriz de Sara. Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios,” (Romanos 4:19-20).
Abraham enfrentó los hechos, pero los enfrentó con fe. Abraham no era ingenuo: incluso en los días de alimentos totalmente orgánicos y cero contaminación del aire, la gente no solía organizar baby showers para quienes serían padres a los cien años de edad. Pero Abraham confiaba en el plan y la promesa de Dios.
La situación de Abraham era única porque había recibido una promesa personal directamente de Dios (Génesis 15:4). A diferencia de Abraham, es posible que tú y yo no podamos echar un vistazo a los planes específicos de Dios para nuestro futuro, pero aun así, tenemos un Padre amoroso en quien podemos confiar plenamente. Al igual que Abraham, tenemos razones para enfrentar con fe incluso los hechos más sombríos.
Enfrentar los hechos con fe no significa que tengamos garantizada la liberación de todo lo difícil. Enfrentar los hechos con fe significa que estamos seguras de que, sin importar el resultado, Dios nos ama y está obrando. Significa que traemos dos palabras transformadoras a cada situación: pero Dios.
Podría sonar como lo siguiente:
El dinero es escaso, pero Dios se preocupa por mis necesidades. Él puede proveer y no quiere que me preocupe (Mateo 6:25-34).
El diagnóstico da miedo, pero Dios me ve. Él puede sanar, pero incluso si no lo hace, Él está cerca, consolándome y fortaleciéndome (Salmo 34:17-18).
Esta situación parece devastadora, pero Dios puede redimir cualquier cosa (Salmo 30:1-5).
Pero Dios se interesa. Pero Dios ve. Pero Dios puede. ¡Ahora esos son tres hechos que vale la pena analizar! Hechos que nos ayudan a enfrentar situaciones difíciles con una fe como la de Abraham: una fe que honra a Dios, que se atreve a esperar y cree que, sin importar el resultado, Dios sigue siendo bueno.
Padre, gracias por amarme. Por favor, ayúdame a ver Tu mano trabajando incluso en situaciones difíciles para que pueda enfrentarlas con valentía y fe. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Amiga, las situaciones en tu vida pueden ser tan reales. Esos diagnósticos, el hijo pródigo, la tensión en tu matrimonio… todo esto es real. Sin embargo, tenemos algo que nos eleva en la realidad de los hechos que enfrentamos: la fe. Cuando sentimos que no podemos hacerlo por nuestra cuenta, podemos saber que con Dios somos capaces. “Con Dios, somos capaces”, es un recurso gratuito que te ofrecemos para permitir que tu fe se eleve sobre las situaciones difíciles que estás enfrentando. Haz click aquí para descargarlo.
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2 Corintios 4:17-18, Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno. (NVI)
¿Qué pasajes de las Escrituras y verdades te ayudan a enfrentar hechos difíciles con una perspectiva de fe? Comparte tus pensamientos en los comentarios.
© 2022 por Elizabeth Laing Thompson. Todos los derechos reservados.
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