Al tercer día, Ester se puso sus vestiduras reales y fue a pararse en el patio interior del palacio, frente a la sala del rey. El rey estaba sentado allí en su trono real, frente a la puerta de entrada. Ester 5:1 (NVI)
¿Has estado alguna vez en la encrucijada entre obedecer a Dios y enfrentarte a un resultado potencialmente aterrador?
Cada mañana, durante una temporada en la que estaba atrapada en este dilema, me arrodillaba en mi armario tomándome muy a pecho Mateo 6:6: “Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará” (NVI). Estaba pidiendo al Señor por un nuevo trabajo para mi esposo, específicamente con las características que él quería.
Un día mientras oraba, escuché: «los aspectos específicos por los que estás orando encajan con tu trabajo. Tu trabajo es para Greg».
¿He oído bien? ¿Mi trabajo es para Greg?
Hacía poco que había obtenido mi primer trabajo en ventas, que incluía todos los aspectos que creía que me iban a gustar. Sin embargo, a pesar de lo extraño que me parecía y de lo asustada que estaba, sentí que la mano de Dios podía estar detrás de esta loca idea.
Aquel día, de camino al trabajo, me preparé para presentar esta idea a mi jefe. Al hacerlo, todo tipo de escenarios revoloteaban por mi mente. ¿Y si mi jefe piensa que estoy pidiendo esto porque no quiero mi trabajo? ¿Y si no contrata a Greg y prefiere a otra persona? ¿Y si mi aparente incertidumbre es un motivo para despedirme?
Cuando llegué a la oficina, le pedí a mi jefe que considerara entrevistar a mi esposo para mi puesto. Greg podría ocupar el puesto de vendedor externo; y yo podría ocupar un puesto administrativo disponible. Mi jefe se aseguró que supiera lo que iba a perder: un recorte salarial más la oportunidad perdida. Lo entendí perfectamente.
En Ester 5:1, también encontramos a la Reina Ester en un momento de riesgo enorme. Por el bien de su pueblo, el pueblo que Dios ama, decidió presentarse ante el rey para salvar a los judíos del genocidio. La consecuencia, en caso de que el rey no extendiera el cetro de oro, era la muerte (Ester 4:11).
Sin importar si se sentía valiente y confiada o si lo hacía con miedo, Ester se dirigió a la corte del rey. Estaba dispuesta a correr el riesgo por el bien del pueblo que Dios ama. “Al tercer día, Ester se puso sus vestiduras reales y fue a pararse en el patio interior del palacio, frente a la sala del rey. El rey estaba sentado allí en su trono real, frente a la puerta de entrada” (Ester 5:1).
Aunque Ester pudo temblar bajo esos ropajes reales, creo que recurrió al discernimiento y esperó que Dios obrara en el rey para que la recibiera.
¿Puedes imaginar el alivio que invadió a Ester cuando el rey la recibió con agrado? No solo no se ofendió; sino que se complació al verla (Ester 5:2). Oh, la bondad de Dios cuando no ocurre lo peor que habíamos imaginado. Y aún más, cuando lo que más temíamos nunca llega a suceder, y, en su lugar, Dios nos sorprende con el bien que deseamos.
No se ustedes, pero superar las cosas que me asustan no es mi actividad favorita. Sin embargo, estoy aprendiendo a hacer eso mismo. Enfocándonos en Dios como el proveedor de la sabiduría, fuerza y valentía que necesitamos, podemos confiar en que Él nos equipará para afrontar las cosas difíciles cada día.
Al igual que la incertidumbre de Ester al presentarse ante el rey, no tenemos idea de cómo resultarán nuestros pasos con Dios. Aunque la mayoría de nosotras no afrontaremos la muerte física, podemos arriesgar la muerte de nuestros horarios, reputación, futuro y ciertamente nuestros niveles de comodidad.
Para mí, después de orar y luego tomar un riesgo profesional, al poco tiempo ambos teníamos trabajos nuevos, Greg en el puesto de ventas externas y yo como asistente administrativa, un trabajo que realmente disfruté.
Para Ester, su acción también produjo un resultado que anhelaba; el rey se complació al verla. Sin embargo, recordemos: Ester actuó correctamente sin saber si saldría bien.
Ahora quizás es el tiempo de considerar el riesgo y seguir adelante, haciendo el buen trabajo que Dios nos llama a hacer. Con el poder del Espíritu Santo, podemos, como Ester, dar ese primer paso, aunque no sepamos el resultado final.
Señor, ayúdame a obedecerte y a hacer lo que Tú me has llamado a hacer, ya sea que resulte de la manera que espero o ¡no! En el Nombre de Jesús. Amen.
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PROFUNDICEMOS
Ester 5:2, Cuando vio a la reina Ester de pie en el patio, se mostró complacido con ella y le extendió el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro. (NVI)
¿Qué es lo que puedes hacer para avanzar hacia lo que sientes que Dios te está pidiendo que hagas? Comparte tus respuestas en los comentarios.
© 2022 por Lynn Cowell. Todos los derechos reservados.
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