Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes. 1 Pedro 5:7 (NVI)
Durante dos semanas del otoño de 2018, me convertí en meteoróloga.
No literalmente, por supuesto, sino emocionalmente.
En septiembre de ese año, se pronosticó que el huracán Florence atravesaría el estado en el que vivíamos mi marido y yo. Durante semanas, seguimos su avance y nos preparamos para lo peor. En su momento más potente, Florence era un huracán de categoría 4 con vientos sostenidos de 240 kilómetros por hora, y nuestro meteorólogo local advirtió que podríamos sufrir un impacto directo.
Este pronóstico me hizo caer en picada por dos razones.
La primera es obvia: ¡los huracanes dan miedo! Sólo había vivido un huracán en mi vida, por lo tanto no tenía mucha experiencia. Me preguntaba si debíamos irnos con nuestros hijos a casa de mis padres, pero había otro factor que también contribuía a mi estrés.
Mi esposo y yo estábamos a unas semanas de inaugurar nuestra iglesia. Estábamos planeando celebrar un servicio de ensayo el mismo fin de semana en que estaba previsto que llegara Florence, y no estábamos muy seguros de qué hacer.
Mientras mi imaginación se desbordaba con todos los peores escenarios, hice lo único que me daba cierta sensación de previsibilidad. Seguí cada movimiento del huracán. Descargué la aplicación meteorológica de nuestro canal local de noticias, presioné “Sí, quiero notificaciones” y me familiaricé profundamente con el sitio web del canal del clima. Seguí cada novedad, en tiempo real, las 24 horas del día.
Y entonces, cuando se acercaba la fecha del servicio de ensayo de nuestra iglesia, ocurrió algo que no esperaba. La trayectoria del huracán cambió. En un momento dado, los expertos en meteorología cambiaron sus predicciones y especularon que pasaría de largo por nuestra zona.
Al final, el huracán nunca nos golpeó. De hecho, sólo experimentamos una cantidad normal de lluvia; así que cuando miro hacia atrás y veo cómo respondí al huracán, la fuente de mi ansiedad es clara: mi estrés fue la consecuencia de llevar mis problemas de control al internet en lugar de a Dios, como instruye 1 Pedro 5:7: “Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”.
Esta es la gran tentación de nuestra época. Gracias a los avances tecnológicos, como el internet, los teléfonos inteligentes, los satélites, la medicina moderna, los viajes aéreos, etc., tenemos acceso a más conocimiento, más opciones y más certeza que cualquier otra generación anterior, lo cual es, en general, un enorme regalo. Sin embargo, bajo todos estos hábitos diarios de consultar nuestros teléfonos y navegar por internet, nuestra tecnología está alimentando en nosotras la creencia en una mentira atractiva: la ilusión del control.
La ilusión del control es convincente porque pensamos erróneamente que el conocimiento es lo mismo que la influencia. Pero como me dijo una vez una amiga: “saber cómo funciona el tiempo no significa que podamos controlarlo”. Cuando olvidamos esta distinción y recurrimos a la ilusión del control para que nos ayude, no puede proporcionarnos la paz que anhelamos.
En realidad, sólo nos proporcionará lo contrario.
Esa es la paradoja del control. Cuanto más lo buscamos, menos lo sentimos. Experimentamos esta ansiedad en situaciones relativamente inofensivas, como el seguimiento del tiempo o la llegada de un paquete, pero la experimentamos de forma más aguda en otras.
En la iglesia que dirigimos mi marido y yo, parte de la mayor ansiedad que he experimentado ha sido consecuencia de mi creencia ingenua de que podía hacer que la gente pensara o actuara de una manera determinada. Estaba convencida de que si explicaba algo lo suficientemente bien, podría alejar a la gente de las decisiones autodestructivas que estaban tomando. En resumen, creía que podía controlarlos, y esta ilusión de control ha sido la fuente de muchas noches de insomnio y relaciones tensas a lo largo de los años.
El control es una especie de evangelio falso que nos promete una seguridad que sólo Jesús puede proporcionar. Pero, aunque la promesa de control es literalmente un trato del diablo (que se remonta al jardín del Edén) la buena noticia es ésta:
No tenemos que conformarnos con las ofertas de poder o paz del enemigo porque podemos tener lo verdadero en Jesús.
Jesús, este mundo se siente fuera de control. A menudo, me siento fuera de control. Quiero arreglar las cosas o saber lo que va a pasar, y en el fondo, no creo que pueda tener paz de otra manera. Abre mis ojos a la ilusión de este pensamiento, y ayúdame a reconocer la paz verdadera y mayor disponible para mí en Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Recomendamos
¿Sabías que tus hábitos diarios te están inculcando una falsa sensación de control sobre tu vida? Esto conduce a la ansiedad y a la ruptura de relaciones cuando las cosas parecen desviarse del camino. Pero Dios tiene una solución: cambiar ese supuesto control por influencia. Descubre cómo hacerlo en el libro más reciente de Sharon Hodde Miller, The Cost of Control: Why We Crave It, the Anxiety It Gives Us, and the Real Power God Promises.
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Profundicemos
Isaías 41:10, Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (NVI)
Mirando hacia atrás, cada vez que has tratado de ejercer control sobre algo (ya sea una situación o una persona) ¿qué te ha costado? ¿Cómo afectó tu salud mental, tu tranquilidad o tus relaciones? Nos encantaría que compartieras con nosotras tu experiencia aquí.
© 2022 por Sharon Hodde Miller. Todos los derechos reservados.
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