Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí. Juan 17:23 (NBLA)
En Juan 17, encontramos las últimas palabras que Jesús compartió en Su última cena con Sus discípulos.
Aunque atesoro leer sobre los últimos momentos de la vida de Jesús con Sus amigos, al mismo tiempo, me duele el corazón. Él sabía todo lo que estaba por sucederle. A las pocas horas de esta última ocasión juntos, Él sabía que:
Uno de sus discípulos lo traicionaría…
Los otros lo abandonarían…
Pronto soportaría una brutalidad extrema en soledad…
Y, sin embargo, de alguna manera, estuvo lo suficientemente enfocado como para estar muy presente en este momento, en lugar de vivir con el temor de los momentos horribles por venir.
Me asombra lo presente y entregado que fue Jesús durante la Última Cena. Jesús y los discípulos comieron juntos. Bebieron juntos. Hablaron. Él les lavó los pies. Él observó a Judas irse.
Luego oró. Por Sí mismo. Por los discípulos.
Y luego por ti y por mí.
El hecho de que Jesús pensara en nosotras y orara por nosotras en estas horas finales también me asombra.
Necesito leer lo que Él oró. Pero aún más importante, necesito vivir lo que Él oró.
...para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí. Juan 17:23 (NBLA)
De todas las cosas por las que pudo haber orado por nosotras, oró por unidad y amor.
Esto se siente un poco complicado en nuestro mundo que parece tan dividido sobre temas de los que muchos tienen opiniones fuertes, expresan objeciones duras y se sienten muy justificados al ofenderse por cualquier cosa.
Lo entiendo.
Hay muchos males en este mundo que deberían ser abordados. Hay muchas injusticias que deberían ser defendidas. Y hay mucha maldad que debería ser detenida.
Pero cuando me tomo el tiempo para reflexionar sobre las palabras de Jesús en la Última Cena, me pregunto si hay una forma más unificada en la que se supone que debemos hacer esto. Tenemos un enemigo, pero no son los demás. A la luz de la última oración de Jesús por Sus discípulos (y, creo, también por nosotras) antes de la cruz, me pregunto si todas necesitamos recordar que, aunque podemos estar divididas en nuestras opiniones, podemos estar un poco más unidas en nuestra compasión los unos por los otros.
Después de todo, gran parte de lo que influye las opiniones y objeciones que expresamos, proviene de algún dolor profundo que hemos experimentado nosotras mismas o que hemos vivido con alguien a quien amamos. El dolor nos moldea para bien o para mal.
Jesús sabía esto. Y Él sabía que los seres humanos somos propensos a convertir el dolor en odio. Tal vez por eso oró por la unidad. Tal vez no sea el tipo de unidad en la que todas estamos de acuerdo en todo, sino que, en medio de los desacuerdos, podemos recordar que todas somos portadoras de dolor y tristeza. Incluso si no estamos de acuerdo, seguramente podemos recordar que somos muy parecidas en lo que nos hace llorar.
Incluso si estamos completamente divididas en algunas opiniones e ideas, podemos recordar que estamos muy unidas en nuestras lágrimas y en nuestro amor por Jesús. Y en esa comunidad compartida, mostramos al mundo que con Jesús, la unidad y la paz son posibles.
Verás, cuando existe ese tipo de unidad entre nosotras, el mundo se ve mucho más hermoso a nuestro alrededor. Y el mundo sabrá por nuestra unidad y por nuestro amor que Jesús fue enviado por Dios para redimir al mundo.
Lo principal es Jesús. Y supongo que todo lo demás se resolverá con claridad cristalina en el cielo.
Hoy, que cada una de nosotras elija abrazar una unidad y un amor que honren a Dios en nuestras vidas. Lo honramos más cuando vivimos Su oración.
Dios Padre, Tú anhelas que yo reciba el amor de Jesús y lo viva. Que camine en unidad y en amor. Ayúdame a derribar las barreras del juicio y el odio. Ayúdame a aferrarme a Tu Verdad y caminar en Tu gracia mientras amo sinceramente a los demás. Ayúdame a usar mi sanidad como una forma de conectarme con otros, de ser humano a ser humano, sin importar dónde me encuentre en mi camino. Que mi corazón se suavice y mi vida cambie por Tu llamado a la unidad y al amor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Juan 17:26, Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos» (NVI).
¿Hay alguna relación en tu vida en la que sabes que el enemigo está tratando de causar división?
¿Cómo podrías dejar que el amor de Cristo por ti te ayude a ver a esta persona de manera diferente? ¿Cómo podría ayudarte el tener una perspectiva centrada en Cristo a amarlos como Él te ha amado?
© 2022 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.
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