Devocionales

Adiestramiento con jaula... y otros límites adecuados

Lysa TerKeurst 27 de octubre de 2022
Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:31-32 (NVI)

«Mamá, creemos que necesitas un cachorro».

Antes de que mis hijos mayores, que ya no viven en casa, llegaran a la segunda sílaba de la palabra “cachorro", dije que no.

Había muchas razones. Pero sobre todo sentí que toda esta conversación era un código para “queremos toda la diversión de un cachorro sin las responsabilidades diarias de dicho cachorro”. Si pudieran convencerme, podrían amar al cachorro y disfrutarlo cuando quisieran, pero luego elegir dejarlo conmigo para hacer todo lo demás.

Así que, por supuesto, terminé adquiriendo un cachorro. Y resultó exactamente como pensé que sería.

Pero con lo que no había contado era con enamorarme por completo de esta pequeña bola de pura alegría de pelo color albaricoque. ¿Y sabes lo inteligente que es adiestrar a algunos perros con jaulas? Sí, bueno, eso no estaba funcionando para mi cachorrito llamado Givey. Cada vez que lo metía en su jaula, lloraba y lloraba hasta que no podía más y lo dejaba salir.

Pero este patrón no estaba ayudando en absoluto en el área de entrenamiento para ir al baño ni tampoco en el área de no masticar mis cosas.

Un día, mi amiga Shae vino a trabajar en algunos proyectos y Givey estaba actuando fuera de lo común. Estaba haciendo todo lo contrario de lo que un buen cachorro debería hacer. Le dije: «sé que debería ponerlo en su jaula para un tiempo de aislamiento, pero no puedo soportar escucharlo llorar».

Shae respondió: «sabes, mi mamá tenía una frase muy sabia que solía decir cuando estábamos adiestrando a nuestra perra, Rosie. Cuando empezaba a llorar y todos nos sentíamos mal por Rosie, mi mamá decía: “bueno, yo tampoco soy feliz el 100% del tiempo de mi vida. Ella va a estar bien”».

¿Sabes?, mamá tiene toda la razón.

Con el tiempo, Givey no solo se acostumbró a pasar cantidades apropiadas de tiempo en su jaula, sino que le terminó gustando tanto que ahora, a veces, entra por sí solo. Creo que la jaula se ha convertido en su lugar seguro en este mundo inmenso.

Y ciertamente trajo mucho alivio a mi vida de madre de cachorro. Poner a Givey en su jaula cuando salía de la casa o cuando simplemente necesitaba un tiempo disciplinario de aislamiento, ayudó a establecer un límite entre su espacio personal y el mío. Si quiere masticar algo suyo en su jaula, genial. Pero en el resto de mi casa, masticar mis cosas no es aceptable.

Definir lo que es y no es aceptable es aún más importante con las relaciones humanas. Si las personas constantemente nos fastidian, nos frustran, nos agotan o nos pisotean, es probable que no tengamos las personas adecuadas en nuestras vidas o que no tengamos los límites correctos. O tal vez sean ambos.

Pero si vemos el proceso de implementar límites como un boleto de una vía para alguien que piensa que somos antipáticas, poco cristianas o insensibles, no habrá alivio porque nos consumirá el dolor de que los demás no están complacidos con nosotras.

Es posible que estés pensando para tí misma: los límites no brindan alivio. Pueden hacer que la otra persona se enoje o se decepcione lo suficiente de mí como para decir cosas hirientes acerca de mí. Solo quiero mantener la paz, así que estaré de acuerdo con sus actitudes y comportamientos para no tener que lidiar con las consecuencias de abordar todo esto.

Eso podría parecer que funciona por un tiempo. Pero sin establecer límites apropiados, llegará el momento de una explosión emocional de frustración, de la que luego te arrepentirás, o habrán resentimientos latentes que te carcomerán en silencio hasta que comiences a distanciarte de la otra persona.

He sido esa mujer. A veces me enfadaba porque dejaba pasar las cosas tanto tiempo que ya no podía contener mi frustración. O a veces mordiéndome la lengua tanto tiempo que perdía el deseo de permanecer en esa relación. No estoy orgullosa de ninguno de estos extremos. Y ninguna de estas reacciones concuerda con lo que realmente soy como persona.

Efesios 4:31-32 dice, “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”. He leído estos versículos muchas veces y, sin embargo, nunca hice la conexión de que implementar límites saludables en mi vida realmente podría ayudarme a ser este tipo de mujer.

Aquí es donde me he equivocado con los límites en el pasado. Los límites no me impiden ser la mejor versión de mí misma. Los límites me permiten ser la mejor versión de mí misma.

Si quiero ser una mujer compasiva, los límites adecuados me ayudarán a ser más compasiva. Si quiero ser una mujer de gracia, los límites adecuados me ayudarán a ser más bondadosa. Si quiero ser una mujer que perdona, los límites adecuados me ayudarán a ser más indulgente.

Los límites adecuados nos ayudan a conservar intacto lo mejor de lo que somos.

Teniendo esto en cuenta, podemos considerar en oración dónde se pueden necesitar límites indispensables en algunas de las relaciones en nuestras vidas, sin la culpa o la preocupación adicional de lo que esta persona pueda pensar de nosotras.

Así como Givey ha aprendido a desarrollarse exitosamente dentro de los parámetros de su jaula, creo que podemos aprender a prosperar en relaciones sanas y vivificantes, protegidas por los límites bíblicos sólidos.

Señor, dame sabiduría para considerar dónde se pueden necesitar límites en mi vida hoy. No quiero temer lo que los demás piensen de mí… quiero vivir marcada por lo que Tú piensas de mí. Muéstrame dónde puedo estar aferrada a cualquier tendencia de complacer a las personas para que pueda liberarme de eso y vivir en la paz que realmente anhelo en mis relaciones. En el Nombre de Jesús, Amén.

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A veces, si no tenemos cuidado de poner los límites saludables en su lugar, cuando se trata de nuestras relaciones, podemos encontrarnos abrumadas y agotadas, o incluso arrastradas en diferentes direcciones. ¿Te resulta difícil tener límites saludables con las personas que amas? ¿Es fácil decir que sí, aún cuando no puedes hacerlo? Bueno, complacer a la gente puede ser difícil para muchas de nosotras y tenemos que aprender a crear límites saludables en nuestra vida. En Cuando hacer felices a los demás te hace sentir miserable, la autora Karen Ehman explora por qué caemos en comportamientos de complacencia con la gente y ofrece consejos sobre cómo podemos salir a la libertad a la que Dios nos ha llamado. ¡Adquiere tu copia hoy!

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Gálatas 5:22-23, En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. (NVI)

¿De qué manera implementar límites en tus relaciones podría ayudarte a dar más fruto espiritual en tu vida? ¡Comparte con nosotras en los comentarios!

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