La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Filipenses 2:5-7 (NVI)
Solo tenía un pensamiento cuando abrí los ojos en la penumbra de la madrugada: ¿por qué tengo que levantarme antes que el sol? Sabía la respuesta, pero estaba cansada y no me emocionaba estar despierta tan temprano.
Mi esposo y yo formábamos parte de un equipo que transformaba una escuela pública en un santuario de la iglesia los domingos por la mañana. Colgar cortinas, colocar sillas y transformar las aulas en salones para la escuela dominical de los niños eran parte de nuestra descripción de voluntarios.
La mayoría de las mañanas estaba feliz de estar sirviendo con mi marido. Este tipo de trabajo era un cambio que nos vino bien, distinto a los roles que cada uno desempeñaba durante la semana.
Otras mañanas, cuando sonaba mi despertador a las 4:45 a.m., mis pensamientos no eran tan positivos. Los domingos son para descansar, entonces ¿por qué no estoy descansando?
E incluso otras veces no era mi alarma, sino mi propio deseo de ser reconocida lo que me tentaba a llevar mis pensamientos en la dirección equivocada. Allí mismo, en la cafetería de la escuela secundaria, el enemigo y yo tendríamos una pelea a muerte mientras luchaba por servir con un corazón puro.
Supongo que no soy la única que lucha en ocasiones con servir en el anonimato. Nos confundimos, pensando que el ministerio está más en el centro de atención, como enseñar un estudio bíblico. Sin embargo, las Escrituras nos muestran claramente, a través del ejemplo de nuestro Salvador, cómo es el servicio puro:
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos (Filipenses 2:5-7).
Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, se hizo nada por nosotras, y lo hizo asumiendo la postura de un siervo.
Si nuestro deseo es ser como Jesús, entonces Pablo nos dice aquí en Filipenses que servir como Jesús es menos llamativo de lo que pensamos. Se parece más a llevarle la compra a nuestra madre anciana. Servir como Jesús es preparar una comida para mujeres en un albergue local. Servir como Jesús es cuidar de aquellos que nunca podrán devolver el favor. Estos son los momentos en los cuales somos más semejante a nuestro Salvador.
Jesús mismo nos instruyó de esa manera: “… el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:26-28, NVI).
Cuando verdaderamente estoy sirviendo como Jesús, entonces estoy sirviendo a Jesús. Cuando elegimos hacer la obra oculta, la obra menos hermosa e invisible … cuando elegimos humillarnos y dar nuestro tiempo, esfuerzo y recursos a quienes más necesitan amor … es cuando somos como Jesús.
Jesús, ayúdame a elegir el humillarme a mí misma y vivir la vida reservada y desinteresada de un servidor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Filipenses 2:3-4, No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás. (NVI)
¿De qué manera la humildad y el servicio a los demás están estrechamente relacionados? ¡Comparte con nosotras en los comentarios!
© 2022 por Lynn Cowell. Todos los derechos reservados.
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