Pero a cada uno de nosotros se nos ha concedido la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Efesios 4:7 (NBLA)
¿Alguna vez te encuentras definiendo tu vida por el “antes” y el “después” de aquella herida profunda?
La temporada horrible. La conversación que te aturdió. El día chocante del descubrimiento. La relación que esperabas duraría para siempre, pero no fue así. El día que tu amiga te dejó. La conversación dolorosa. El comentario que parece estar grabado con fuego en tu alma. El día que todo cambió.
Ese momento marcado en el tiempo. La vida antes. La vida ahora. ¿Es acaso posible superar esto?
Entiendo este tipo de devastación definitoria de una manera tan personal. También sé cómo la temporada navideña puede magnificar todo ese dolor.
Las personas que ya no forman parte de nuestras vidas ya no se encuentran en las tradiciones navideñas. Los adornos y las fotografías que deberían traer alegría, en cambio, despiertan sentimientos de dolor. Los recuerdos que alguna vez fueron dulces ahora solo sirven para ensanchar el abismo entre lo que fue y lo que es.
Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer con todos estos recuerdos y memorias? Aquellas en las que hubo algo bueno en algún momento, hubo cosas hermosas y hay buenos recuerdos, incluso si lo bueno se volvió malo y era absolutamente necesario un final … ¿recorremos nuestras casas y tiramos todo? ¿Hay alguna manera de alejarnos aferrándonos a nuestra integridad? ¿Hay alguna manera de dejar que alguien se aleje de nosotros sin odiarlo? ¿Hay alguna manera de que un adiós a las malas sea todavía un “adiós” bueno?
Es interesante que la frase original en inglés para despedirse a fines del siglo XVI traduce “Dios esté con vosotros”. La contracción de esta frase en inglés corresponde a “Godbwye”. Esta contracción eventualmente se convirtió en “goodbye” en inglés o “adiós” en español.
Recientemente reflexioné sobre la idea de que las despedidas son más un envío a alguien con Dios en lugar de un portazo, un contacto borrado y un charco de angustia. ¿Es posible que un adiós sea más que un hasta nunca con un resoplido de disgusto? Me pregunto. Cuando Jesús vio al joven rico alejarse, ¿cuál fue la mirada en Sus ojos? (Mateo 19:22), me pregunto. Cuando Pedro negó a Jesús y lo abandonó justo antes de que Jesús fuera a la cruz, ¿cómo fue la despedida? ¿Un adiós que Jesús seguramente susurró a través de un cuerpo destrozado y un corazón quebrantado? (Marcos 14:71-72). Me pregunto cómo fue cuando Judas, con el corazón lleno de traición, besó la mejilla de Jesús, lo vendió y luego acabó con su propia vida (Mateo 26:47-49). ¿Cómo se despidió Jesús? Realmente nunca lo sabré en este lado de la eternidad.
Pero tengo un pensamiento. Creo que Jesús se despidió de la misma manera que vivió todos los días antes del dolor, la traición, el rechazo y el abandono. Si bien las relaciones ciertamente cambiaron, Él no permitió que el adiós lo cambiara. Dejó que la gente se alejara sin dejar de lado quién era Él. Incluso cuando la gente se volvió contra Jesús, Él no permitió que un adiós lo convirtiera en alguien que nunca debió ser.
Y aunque soy la primera en admitir que no estoy ni cerca de la pureza y la perfección de Jesús, tampoco quiero despedidas en mi vida que hagan parecer que nunca he pasado tiempo con Jesús.
No me ha ido muy bien con esto en el pasado. Pero me gustaría mejorar.
Amiga, ¿te puedo susurrar algo que estoy aprendiendo?
Permanecer aquí, culpando a esa persona y definiendo para siempre tu vida por lo que hizo solo aumentará el dolor. Peor aún, seguirá proyectándose sobre los demás. Cuanto más nos consuma nuestro dolor, más nos controlará. Y, lamentablemente, son aquellos que menos merecen ser lastimados a quienes nuestro dolor no resuelto lastimará más.
No podemos editar la realidad para tratar de forzar la sanación. No podemos fingir nuestro camino para estar BIEN con lo que pasó. Pero podemos decidir que los que nos lastimaron no pueden decidir qué hacemos con nuestros recuerdos. Nuestras vidas pueden ser una elegante combinación de belleza y dolor. No tenemos que ponerle ninguna etiqueta definitiva, puede ser ambas cosas.
Tal vez eso es parte de lo difícil que es seguir hacia adelante: dejar ir. Pero, ¿y si es posible dejar ir lo que debemos, pero aún llevar con nosotras lo que es hermoso, significativo y verdadero? Y tal vez esta versión menos severa de seguir adelante es lo que nos llevará a un lugar de perdón, permitiendo que la gracia de Dios para nosotras fluya libremente a través de nosotras como habla el versículo clave de hoy (Efesios 4:7).
Ha habido suficiente trauma. Entonces, ya que no quiero que se rompa ni se despoje nada más, necesito decidir qué se queda y qué se va.
Esto es lo que necesito. Esto es lo que quiero. Me gustaría un poco más de “Dios esté contigo” en mis despedidas.
Algunos de los recuerdos de lo que sucedió probablemente siempre serán dolorosos y nada buenos. Pero el pensamiento de “que Dios esté contigo” realmente se ha pegado a algo bueno en mi corazón. Y se está colando en mis pensamientos y mi procesamiento e incluso en mis conversaciones a medida que se acerca la Navidad.
Y luego, la otra noche, literalmente cerré los ojos y me imaginé las manos de Jesús. Mentalmente, comencé a colocar todos los recuerdos, uno por uno, en Sus manos fuertes, encallecidas por la carpintería, perforadas por clavos y llenas de gracia. Le pedí al Señor que me ayudara a susurrar “Dios esté contigo” sobre cada recuerdo.
Todavía no he solucionado todo. Pero fue un comienzo, y creo que Jesús está obrando en mí y sanando mi corazón.
También quiero esto para ti, sin embargo, esto se traduce dentro del contexto de tu dolor, esas imágenes, esos recuerdos, esos momentos de unión.
Esto no es fácil, querida amiga. Pero determinemos hoy que no queremos dejar que el dolor escriba nuestro futuro.
Dios, Tú entiendes muy personal y profundamente la angustia de ver a alguien a quien amas alejarse. Mientras miro hacía atrás a lo que fue y miro hacia adelante a lo que será, sé que eres un refugio y un lugar seguro para procesar mis sentimientos. Gracias por estar tan cerca de mí durante este tiempo. Miro hacia Ti y creo que hoy puedo dar algunos pasos hacia adelante y susurrar “Dios esté contigo” a aquellos que han dejado heridas en mi corazón. No significa que esté yo diciendo que estoy de acuerdo con lo que hicieron, sé que eventualmente los harás responsables por su pecado. Pero estoy diciendo que quiero volver a vivir plenamente. Puedes usar todas las cosas para bien, y hoy confío en que absolutamente lo harás. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Salmos 34:18, Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón; él salvará a los contritos de espíritu. (NVI)
¿Cómo te animan estas palabras, sabiendo que Dios está cerca de ti mientras procesas el dolor en tu corazón? ¡Comparte con nosotras en los comentarios!
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