Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en él, arraigados y edificados en él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud. Colosenses 2:6-7 (NVI)
Miré el mensaje de texto con completa incredulidad. ¿Por qué esta persona no podía ver cuán insensible e hiriente estaba siendo?
No sé quién inventó el dicho: “palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca me lastimarán”. O tenían nervios de acero o vivían en una isla desierta sin habitantes. Porque no solo me lastiman las palabras, sino que también me dan ganas de pelear y ser mala.
¿Alguna vez has tenido una situación con alguien en la que simplemente sabías que tenías razón y ellos estaban equivocados? ¿O al menos podrías presentar una muy buena justificación para tu versión de las cosas?
Ay, cómo tengo esta necesidad ardiente de presentar mi opinión en este tipo de situaciones. Es como si un abogado interno se levantara desesperado para defender mis derechos y hacer que la otra persona vea las cosas a mi manera. Esto es bastante normal, ¿verdad?
Sí. Pero normal no siempre significa bueno. Especialmente a la luz de Colosenses 2:6-7 que me recuerda: “Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en él, arraigados y edificados en él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud”.
Debo vivir cimentada en la enseñanza de Jesús y rebosar de agradecimiento. Lo contrario de esto es cuando estoy arraigada en opiniones egocéntricas y rebosante de quejas. Necesito dejar que Dios me muestre cómo ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona y obtener una perspectiva diferente. Al hacerlo, seré fortalecida y capacitada.
Colosenses 3:12-14 me recuerda, “…como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto” (NVI).
No es mi trabajo corregir a esta persona o hacerle ver mi punto de vista. Incluso cuando justifico mi mala actitud, tengo la oportunidad de obedecer a Dios ofreciendo una extensión del perdón que me ha sido dado. Pero también puedo mantenerme saludable en esta situación al recordar que el perdón no significa darle a esta persona acceso a mi vida que me prepara para patrones destructivos. Los límites son bíblicos y deben considerarse cuando y donde sean necesarios.
Finalmente, Colosenses 3:17 me recuerda, “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (NVI).
Todo lo que hago y digo, cuenta una historia acerca de Aquel a quien sirvo. Si actúo por ira y despecho, cedo a los caminos del enemigo, esparciendo su oscuridad. Si honro al Señor con mis acciones, sirvo para promover el Nombre de Jesús y difundir Su luz.
Al final del día, honrar a Dios conduce a cosas buenas. Cualquier otra cosa conduce a la confusión, al agotamiento emocional y, en última instancia, a la falta de cosas buenas.
Procesé el mensaje de texto mencionado anteriormente, con un familiar que dijo algo que aportó mucha claridad, «sabes que cuando tomas el camino correcto, Dios te bendice. Has visto estas bendiciones una y otra vez al tomar decisiones que honran a Dios. Así que elige una bendición hoy y ahórrate la confusión emocional de tratar de comprobar que estás en lo correcto».
Sé que esto no es algo fácil. Tengo que vivirlo en medio de sentirme herida. Pero el hecho de que me sienta herida no significa que deba sumarme al caos devolviendo el dolor. Responder a la maldad con más maldad solo conducirá a una escalada del conflicto, no a la resolución. Si bien no puedo arreglar de inmediato la situación difícil con mi amiga, puedo tener una perspectiva más saludable. Y cuando estoy más en paz con una perspectiva más saludable, tengo muchas más posibilidades de responder de una manera que sea un reflejo más fiel de mi corazón.
El mejor momento para perdonar es antes de ofendernos. El siguiente mejor momento es ahora mismo.
Querido Señor, Tú conoces las palabras y acciones hirientes que me han llegado. Por favor, dame Tu fuerza para no tomar represalias, sino reaccionar en base a Tu verdad. Gracias por el don del perdón que me has otorgado a través de tu Hijo, Jesucristo. Por favor, también ayúdame a discernir dónde se pueden necesitar límites en mis relaciones. Te amo, Señor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Mateo 5:44 (NVI) nos anima a “amar a nuestros enemigos y orar por quienes nos persiguen”. ¿Cuán diferente se sentiría tu corazón hoy si oraras por la persona que te ha lastimado?
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