Pues Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia. 2 Pedro 1:3 (NBLA)
Cuando mis hijos estaban creciendo, pasábamos una semana cada verano en un campamento escondido en las montañas de Adirondack. Era un escape increíble.
La naturaleza estalla con una belleza inmaculada en esas montañas y pide ser explorada. Así que un año, cuando mis amigas amantes del ejercicio, con quienes íbamos de vacaciones, sugirieron que nos uniéramos a ellas para una caminata moderada, aceptamos.
No me tomó mucho tiempo descubrir que su definición de la palabra “moderada” y la mía no provenían del mismo diccionario. Me imaginé un camino con una pendiente ascendente suave y sinuosa. Lo que realmente caminamos involucró una ascendente escalada de rocas y raíces.
Empujé. Jalé. Hice fuerza. Soplé y resoplé. E incluso pasé unos minutos quejándome en silencio.
Ir contra la atracción de la gravedad fue difícil. Muy, muy difícil. Pero bajar fue una experiencia completamente diferente. Navegamos por las mismas rocas y raíces sin tener que hacer tanta fuerza. De hecho, incluso disfruté el viaje ya que noté más de los hermosos alrededores.
Aunque tomamos exactamente el mismo camino en ambas direcciones, seguir el flujo de la gravedad hizo que el viaje fuera mucho mejor. Y aproximadamente a la mitad del sendero, se me ocurrió cuán similar era esta caminata a la caminata cristiana. Podemos caminar en el fluir del poder de Dios o fuera de él.
Las Escrituras no dejan ninguna duda de que nuestro Dios es un Dios de gran poder. Este hecho queda claro a lo largo del Nuevo Testamento en pasajes como Lucas 1:35, donde leemos que el poder de Dios cubrió con su sombra a la joven virgen María y le permitió cargar a Jesús. Marcos 14:62 proclama que Jesús resucitado está ahora “sentado a la diestra del Poder” (NBLA). Y Romanos 1:20 declara que la creación misma hace innegable el poder de Dios.
Qué increíble es, entonces, leer en 2 Pedro 1:3 que “Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia”.
El poder divino de Dios está disponible para nosotras. Para ti y para mí. Ahora mismo, a través del conocimiento de Su Hijo, Jesucristo. Es en Jesús que encontramos todo lo que necesitamos para vivir una vida piadosa.
Por supuesto, me doy cuenta de que la piedad en medio de un mundo desbordado de pecado, dolor y corrupción puede parecer una hazaña abrumadora e imposible. Por eso estoy tan agradecida de que Pedro nos permita saber que es posible la piedad en medio de una gran oscuridad. Gracias a Jesús, podemos escapar de “la corrupción que hay en el mundo” (2 Pedro 1:4, NBLA). Jesús es nuestra fuente de vida y piedad.
No tenemos que pelear una batalla cuesta arriba por nuestra cuenta para vivir vidas buenas y puras. No tenemos que desgastarnos mientras tratamos de reunir tanta bondad como podamos. La vida cristiana nunca se ha tratado de lo que podemos hacer en nuestra propia fuerza. Se trata de entrar completamente en el flujo lleno de gracia de Su poder. Esto, amigas, es lo que realmente es cooperar con el Espíritu Santo.
¿Te sientes agotada de tratar de ser lo suficientemente buena? ¿Se siente imposiblemente difícil vivir una vida que agrada a Dios?
Bueno, hoy tengo buenas noticias para ti. Jesús nunca dice: «desempeñate para Mí para salvarte a ti mismo». En cambio, Él susurra con ternura: «acércate a Mí» (Santiago 4:8). Él quiere que aprendamos de Él. Él quiere que descubramos quién es Él y todo lo que tenemos en Él. Él quiere que nos aferremos a las promesas preciosas que nos ha dado y que recibamos de Él todo lo que necesitamos para vivir para Él hoy.
Querido Señor, ayúdame a operar en el flujo de Tu poder hoy. Creo que me has dado todo lo que necesito para vivir para Ti. Y te pido que me sigas cambiando, Señor, para que parezca, piense y ame cada vez más como Tú. En el Nombre de Jesús, Amén.
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2 Pedro 1:5-6, Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadan a su fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad … (NBLA)
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