Como quería satisfacer a la multitud, Pilato les soltó a Barrabás; a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran. Marcos 15:15 (NVI)
Mientras crecía, escuchaba el evangelio a menudo. Pero un año en Pascua, recuerdo haber entrado a la iglesia, cantado las canciones, escuchado los versículos leídos, y sin sentir nada.
Solía ser la chica que sollozaba en la iglesia cuando el pastor explicaba el evangelio, sintiendo el Espíritu durante la adoración. Pero luego, sin que me diera cuenta, las Buenas Nuevas de repente parecían noticias viejas. Podría cumplir la rutina de Pascua y nunca tomar más de cinco minutos para agradecer a Dios.
No solo eso, sino que el pecado se había vuelto más común para mí. Ignorar el evangelio me hizo pasar por alto la paz, la convicción y el gozo. Mi vida egoísta me estaba causando inquietud.
Muchas de nosotras podemos reconocer que hemos escuchado el evangelio innumerables veces. Muchas de nosotras hemos escuchado que el Hijo de Dios fue enviado como un siervo, y aunque fue perfecto, tomó el castigo que nosotras merecemos. Debido a que Él fue un sacrificio perfecto y sufrió la muerte en una cruz, finalmente podemos ser perdonadas. Tres días después, Su sepulcro estaba vacío. Él derrotó a la muerte y resucitó de la tumba, así que ahora tenemos la oportunidad de creer en Su muerte y resurrección y pasar la eternidad en el cielo.
O tal vez nunca hayas escuchado esto antes, y si ese es el caso, te invito a leer el evangelio comenzando en el libro de Juan. ¡Y te invito a aceptar a Cristo como tu Salvador y decidir seguirlo!
Este mensaje cambió mi vida. Sin embargo, en medio de una vida ajetreada, diligencias y actividades diarias del trabajo o la escuela, me volví insensible a ello. De repente, escuchar y creer en el evangelio se convirtió en algo que ponía en mi lista de cosas por hacer, pero que fácilmente omitía.
¿Es esto cierto para ti en este momento? Tal vez conozcas más o menos a Jesús, por lo menos en tu cabeza, pero cuando la tentación es demasiado fuerte en tu corazón, te rindes. Cuando el mundo está ruidoso, lo escuchas por encima de tu Salvador.
Cuando me sentí de esta manera hacia el evangelio, recuerdo haber leído Marcos 15 y me identifiqué con Poncio Pilato. Él fue el gobernador que ordenó oficialmente que Jesús fuera crucificado, no porque pensara que Jesús era malo o merecía este castigo, sino porque la multitud quería que Jesús muriera.
“Como quería satisfacer a la multitud, Pilato les soltó a Barrabás; a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran” (Marcos 15:15).
No soy la gobernadora de nada, y lo único de lo que estoy a cargo es de llevar los macarrones con queso a la comida de Pascua (y me gusta pensar que es un gran deber); pero como Pilato, he negado a Jesús públicamente. Y he escuchado a la multitud por encima del hombre que vino a salvar mi alma. Porque, francamente, no siempre es conveniente estar junto a Él, ¿verdad?
Cuando nos sentimos insensibles a la cruz, a menudo es porque estamos distraídas y, a través de nuestras elecciones diarias, estamos negando a Jesús como nuestro Salvador y escuchando a la multitud. Puede que no haya una multitud que nos grite que crucifiquemos a Jesús, pero todos los días vivimos en un mundo que grita mentiras sobre nuestro Salvador y nuestra identidad en Él. Y sin siquiera darnos cuenta, comenzamos a creer estas mentiras.
Jesús no es solo una “buena persona”, es nuestro Salvador, digno de toda alabanza y atención. Fuimos hechas para una relación con Él, una vida de oración constante con Él y una práctica comprometida de leer Su Palabra. Incluso en el ajetreo de nuestras vidas, debemos cuidar nuestra relación con Jesús. Solo entonces nuestros corazones se abrirán al evangelio.
Entonces, si te sientes inquieta y el evangelio se ha convertido en una noticia vieja, deja de hacer lo que estás haciendo y habla honestamente con Jesús. Ora por convicción y por un corazón que no se distraiga con la multitud. Agrega tiempo de oración y adoración a tu rutina, y camina con amigas fieles que diariamente te señalan a Jesús, incluso cuando la multitud es ruidosa.
Querido Dios, recuérdame en esta Pascua el no insensibilizarme hacia el evangelio. Suaviza mi corazón y permíteme recordar todo lo que has hecho por mí y todo lo que sigues haciendo. Ayúdame a recordar Tu poder en esta Pascua. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Efesios 2:8-9, Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. (RVA-2015)
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