Deléitate en el SEÑOR, y él te concederá los deseos de tu corazón. Salmo 37:4 (NVI)
Dios me ha bendecido con tantas cosas buenas. Un lugar seguro para vivir, alimento para comer, personas para amar y servir… aunque si te soy sincera, pareciera que siempre deseo más.
Quiero una relación con un buen hombre que disfrute el sushi igual que yo. Quiero una casa linda, tal vez, una en los suburbios que tenga piscina. Me encantaría tener dos perros goldendoodle que no generen cuentas caras en el veterinario… También deseo más planes para salir a comer con amigas divertidas, alguna forma de mantenerme sana mientras me alimento diariamente con comida rápida, y una carrera que me encante pero con la cual pueda pagar mis cuentas también.
¿Es mucho pedir?
El otro día, pensé sobre todas las cosas que deseo y que no están sucediendo, y desde ese lugar de frustración, surgió una risa sarcástica. Ja, ja, Dios, Tú dijiste que me darías los deseos de mi corazón. Pero no, no los veo.
Estaba frustrada porque pensé que si yo tuviera en la mano la pluma que escribe mi historia, mi vida sería diferente. Pensaba que si yo era “buena”… Entonces cosas buenas me pasarían.
Pero aquí estoy. Haciendo malabares con un par de empleos mientras escribo en mi tiempo libre. Mis mañanas comienzan temprano, y mi pequeña casa tiene un refrigerador blanco y viejo que podría descomponerse cualquier día. Algunas veces me siento ignorada por mis amigas, pero sé que probablemente es más mi inseguridad que sus acciones. En ocasiones lucho con mi autoimagen y amistades, y estoy soltera.
Así que en respuesta a la frustración de no tener más de mis deseos, regresé y volví a leer el pasaje de la Biblia donde pensé que Dios prometió darme los deseos de mi corazón.
Léanlo conmigo amigas:
Confía en el SEÑOR y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el SEÑOR, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al SEÑOR tu camino; confía en él, y él actuará. Hará que tu justicia resplandezca como el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía (Salmo 37:3-6, NVI).
Si tú también sientes que quieres más en tu vida y te sientes un poco decepcionada porque Dios no te ha dado algunas de las cosas que deseas… entonces analicemos estos versículos juntas. Cuando volví a leer este pasaje, me di cuenta de que Dios nos llama a confiar, deleitarnos y a encomendarnos.
Entender esto cambió mi perspectiva y me dio paz en medio de una temporada de querer más.
- “Confía en el SEÑOR y haz el bien…” (Salmo 37:3, NVI, énfasis agregado)
Toma en cuenta que este versículo no dice, “confía en tus planes y haz el bien”. Somos llamadas a confiar en el Señor y dejar que Dios sea soberano sobre todo. Aún cuando no entendemos el capítulo, debemos confiar en que el Autor de nuestra historia es bueno. Nosotras debemos hacer el bien también, pero no como un intercambio para que venga el bien que esperamos recibir. Hacemos el bien porque Dios es bueno con nosotras. Mientras esperamos las bendiciones, en lugar de quedarnos sentadas deseando más cosas, debemos ser una bendición para otros.
- “Deléitate en el SEÑOR…” (Salmo 37:4, NVI, énfasis agregado)
Incluso antes de que el versículo mencione al Señor concediéndonos los deseos de nuestros corazones, nos recuerda que debemos deleitarnos en el Señor. Cuando nos deleitamos en Dios, nos preocupamos más en lo que hace crecer a Su Reino que en lo que hace crecer nuestra felicidad, y celebrarlo a Él nos ayuda a recordar que nuestras vidas nunca deberían de tratarse solo de nosotras. Cuando nos deleitamos en el Señor, nos damos cuenta que no necesitamos cosas caras, una vida de película, ni la realización de todos nuestros sueños para encontrar la alegría. Podemos encontrar Su presencia y Su gozo en momentos grandes, por supuesto, pero también en los momentos pequeños. Tomar un café con una amiga, ver a nuestro hijo emocionado al aprobar un examen difícil, disfrutar de un día soleado en medio del invierno. Cuando nos deleitamos en Dios, nuestros deseos se vuelven menos sobre nosotras y más sobre Su voluntad y paz.
- “Encomienda al SEÑOR tu camino…” (Salmo 37:5 NVI, énfasis agregado)
Cuando encomendamos nuestra vida a Dios, tenemos una relación verdadera con Él. Tal como cuando un esposo y una esposa se comprometen y hacen votos, nuestro compromiso con Cristo significa que nuestras vidas ya no nos pertenecen. Llegamos a tener un propósito y significado. El cual no se trata de que seamos el personaje principal ni que la vida sea a nuestra manera. Confiamos en Dios porque Él nos ama. Como resultado, aún en medio de un jueves ocupado, mientras hacemos nuestros asuntos pendientes, o durante reuniones consecutivas, Su alegría brilla como el sol de la mañana. Nos da paz en el caos y en las dificultades inesperadas.
Así que hoy, mi oración es que tú y yo deseemos más de Jesús y menos del mundo. Con Jesús, cuando confiamos, nos deleitamos y nos encomendamos al Señor, podemos encontrar paz en Su plan y estar tranquilas aún cuando la vida no sea como soñamos que sería.
Señor, ayúdame a confiar, deleitarme y comprometerme a enfocarme más en Ti y menos en mis deseos mundanos. Recuérdame que mientras crezco en mi relación Contigo, aún puedo querer algunas cosas, pero mi deseo máximo siempre será por Tu voluntad y por Tu gloria. Cuando estoy batallando por contentamiento, recuérdame que sabes bien cómo ser Dios y que estás obrando para mi bien. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Romanos 8:28, Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. (NVI)
¿Cómo puedes recordarte a ti misma que Dios está obrando para tu bien? Si nos deleitamos en el Señor, ¿cómo cambia esto la forma en que el “bien” luce en tu vida? Nos encantaría saber de ti, comparte con nosotras tu opinión aquí.
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