Porque el que te hizo es tu esposo; su nombre es el SEÑOR Todopoderoso. Tu Redentor es el Santo de Israel; ¡Dios de toda la tierra es su nombre! Isaías 54:5 (NVI)
Me puse un traje blanco nuevo y me recogí el cabello en un moño, justo como lo hice cuando era una joven novia. Pero esta vez iba de camino a la oficina del abogado.
Después de muchos años de esfuerzo, mi matrimonio de 21 años estaba terminando en contra mi voluntad.
Temía esa primera reunión con el abogado. No porque esperara que fuese contenciosa (habíamos acordado que sería una separación de mutuo acuerdo). Mi temor venía del saber que éste sería el primer paso oficial hacia el final que había resistido con todas mis fuerzas.
La reunión comenzó bien. Respondí a las solicitudes del abogado respecto a nombres, fechas y direcciones. Después preguntó dónde nos habíamos casado.
«Gatlinburg, Tennessee», dije. Una ciudad que sólo tenía buenos recuerdos para mí, de nuestro viaje para planear nuestro día feliz, luego nuestra boda unos meses después, y un viaje de regreso para nuestro décimo aniversario. Los hilos de la memoria jalaron mi corazón, y brotó un flujo inesperado de dolor.
En mis muchos momentos de tristeza durante nuestro matrimonio difícil, acudí a Isaías 54:4-8 para encontrar consuelo. Me aferré a la esperanza de que cuando no me sentía amada, las promesas de Dios siempre eran verdaderas:
Porque el que te hizo es tu esposo; su nombre es el SEÑOR Todopoderoso. Tu Redentor es el Santo de Israel; ¡Dios de toda la tierra es su nombre! (Isaías 54:5).
El Dios de toda la tierra, el Señor Todopoderoso y el Santo de Israel dice que Él es mi Esposo. Él me llama de regreso a Él cuando me siento abandonada y angustiada de espíritu (Isaías 54:6). Cuando me siento temerosa, desgraciada, apenada y rechazada, Él me muestra compasión profunda (Isaías 54:4, Isaías 54:7). Cuando me siento abandonada, Él se acerca a mí con amor eterno (Isaías 54:8).
Como seguidoras de Jesús, podemos ser consoladas con estas promesas íntimas. Las personas en nuestras vidas pueden romper sus promesas, abandonarnos, y dejar que su amor por nosotras se enfríe, pero nuestro Señor nunca nos trata así. En su lugar, Él promete que nuestro llanto puede durar toda la noche, pero la alegría llega con la mañana (Salmo 30:5). Él nos da un “traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento” (Isaías 61:3b, NVI).
Un día, la Iglesia será presentada a Jesús como Su novia, y todo el que cree en Él se unirá al banquete de la cena del Cordero en el cielo (Apocalipsis 19:7-9). Estaremos de blanco, vestidas hermosamente para nuestro Esposo (Apocalipsis 21:2).
Por ahora, tengo gran consuelo al saber que Jesús está a mi lado cada día, protegiéndome y amándome como mi Redentor y mi Esposo celestial.
Si has puesto tu fe en Jesús, amiga mía, también eres Su novia. Cualquiera que sea el sufrimiento que hayas experimentado, Él se ocupa de ello. Cualquier traición que hayas soportado, Él la entiende. Su presencia llena de amor ha sido un bálsamo constante para mí en esta etapa difícil. Oro para que tú te adornes diariamente como Su novia, disfrutando de intimidad espiritual con Él ahora que esperas con gozo y confiadamente por Su regreso.
Querido Jesús, te alabo como mi Hacedor y mi Esposo. ¡Qué honor es saber que Tú me consideras Tu esposa! Que pueda yo aceptar las vestiduras de alabanza y gozo que Tú me ofreces, aún en las pruebas que tenga que enfrentar. Que Tu presencia amorosa sea mi consuelo constante. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Isaías 62:5, Como un joven que se casa con una doncella, así el que te edifica se casará contigo; como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti. (NVI).
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