Devocionales

Cuando Satanás te tienta a perder la esperanza

Asheritah Ciuciu 7 de julio de 2023
Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros. Romanos 8:34 (NTV)

Durante años, la mayoría de las anotaciones en mi diario de oración empezaron confesando la batalla del mismo pecado una y otra vez. Pocas cosas te hacen mantenerte humilde como afrontar un largo historial de tus propias deficiencias en blanco y negro.

Para algunas de nosotras, ese registro está materialmente escrito con nuestra propia letra. Para otras, es evocado por recuerdos recurrentes de comportamientos pasados que preferiríamos olvidar. Para algunas otras, es susurrado por el enemigo, quien nos dice todas las formas en las que fallamos. Me acuerdo del antiguo himno “Ante el trono celestial”:

“Cuando he caído en tentación
Y al sentir condenación
Al ver al cielo encontraré
Al inocente quien murió”.

Realmente hay un acusador que lanza argumentos contra el pueblo de Dios ante Dios (Zacarías 3:1-2; Apocalipsis 12:10). Y seamos honestas: todas pecamos. La mayoría de esas acusaciones probablemente son merecidas.

Pero, ¿sabes quién está ahora ante el trono de Dios, intercediendo por nosotras?

Jesús.

Gracias a Dios que Jesús está parado ahí mismo defendiéndonos ante el Padre. No porque nuestras buenas obras superen a las malas. No tenemos ninguna esperanza en eso. Sino porque Jesús ofrece Su propia justicia perfecta para cubrir todos nuestros pecados:

Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros (Romanos 8:34).

Seguiremos luchando contra el pecado mientras vivamos en estos cuerpos terrenales. Y es saludable tener una lista pequeña de pecados confesando regularmente nuestro pecado y recibiendo el perdón de Dios.

Pero no tenemos que luchar solas. En la lucha contra nuestra propia carne y las fuerzas del mal, Dios nos equipa con la coraza de la justicia para hacer frente a las asechanzas del enemigo: “Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia” (Efesios 6:14, NVI).

La maravilla de la coraza de la justicia es que no es nuestra propia justicia la que nos protege: es la perfecta justicia de Jesús (2 Corintios 5:21).

Lo que protege tu centro, el núcleo más central de tu ser, el lugar más vulnerable que el enemigo intentará atacar, no es tu propia capacidad para hacer lo correcto. En ese caso, nuestras corazas estarían llenas de agujeros donde las batallas con el pecado las habrían comido como óxido. Más bien, la protección que cubre nuestro frente y nuestra espalda es la fuerza de titanio, a prueba de pecado, perfecta e impecable justicia de Jesús.

Como Adán y Eva tratando de cubrirse con hojas de la higuera en el jardín del Edén (Génesis 3:7), nunca podremos cubrirnos con nuestra propia justicia. Es sólo el sacrificio del Cordero de Dios sin mancha lo que nos cubre de los pies a la cabeza.

Cuando Dios Padre nos mira, Él ve la justicia perfecta de Jesús, no nuestros fracasos repetidos.

¡Aleluya! ¡Qué maravilloso y misericordioso Salvador!

Así que acerquémonos confiadamente ante el trono de Dios para recibir misericordia y gracia en nuestro tiempo de necesidad (Hebreos 4:16).

Pongámonos la justicia de Jesús confesando nuestras batallas con el pecado y recibiendo Su perdón y gracia. Podemos pedirle que nos prepare para la batalla mientras hacemos morir los pecados de la carne y caminamos en obediencia a Su Espíritu. Y podemos descansar en la victoria de Cristo Jesús mientras seguimos caminando en Su justicia día tras día.

Precioso Jesús, gracias por cubrirme con Tu propia justicia. Cuando me sienta tentada a perder la esperanza, recuérdame fijar mis ojos en Ti en lugar de tratar de arreglarme a mí misma. Descanso en Tu amor perfecto y precioso. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Hebreos 7:24-25, pero como Jesús permanece para siempre, su sacerdocio es imperecedero. Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos. (NVI)

Si pudieras escuchar a Jesús orar (intercediendo) por ti en la habitación de al lado, ¿qué crees que lo escucharías decir?

¿Cómo puedes recordar la intercesión de Jesús cuando estás siendo tentada a desesperanzarte por las acusaciones de Satanás en tu vida? Comparte tus ideas en los comentarios.

© 2023 por Asheritah Ciuciu. Todos los derechos reservados.


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