Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata, y purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como a oro y como a plata, y serán los que presenten ofrendas en justicia al SEÑOR. Malaquias 3:3 (NBLA)
¿Se sienten constantes las batallas en tu vida?
Déjame ser la primera en decir que te entiendo. Es agotador.
Hay momentos en los que parece que apenas resuelvo un problema cuando aparece otro. No es que ande buscando problemas; simplemente parecen ser increíblemente expertos en encontrarme.
Sin embargo, estoy aprendiendo a empezar a tratar de ver los problemas como oportunidades de crecimiento. Esto me da la oportunidad de reconocer que Dios me está formando y moldeando para que encaje en el llamado que me ha dado.
Las oportunidades de crecimiento me recuerdan que Dios está más interesado en mi carácter que en mi comodidad.
Esto me lleva a un pasaje de las Escrituras que me encantaría estudiar de cerca juntas hoy. En Malaquías 3, Dios quería que Su pueblo supiera que Él se preocupaba por su carácter:
El Señor declaró por medio del profeta Malaquías: «Yo envío a Mi mensajero, y él preparará el camino delante de Mí. Y vendrá de repente a Su templo el Señor a quien ustedes buscan; el mensajero del pacto en quien ustedes se complacen, ya viene», dice el SEÑOR de los ejércitos. «¿Pero quién podrá soportar el día de Su venida? ¿Y quién podrá mantenerse en pie cuando Él aparezca? Porque Él es como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos. Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata, y purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como a oro y como a plata, y serán los que presenten ofrendas en justicia al SEÑOR (Malaquías 3:1-3, NBLA).
La palabra “mensajero” en este pasaje en realidad se refiere a Juan el Bautista (Mateo 11:10-14), quien precedió a Jesús para preparar los corazones de la gente para la primera venida de Jesús. Ahora, todos los que ponemos nuestra fe en Jesús somos los mensajeros que Dios ha llamado para preparar a la gente para Su segunda venida. Pero eso significa que nuestros propios corazones necesitan ser purificados para que podamos madurar en nuestro llamado (Santiago 1:4).
Malaquías 3:2, revela que el Señor viene como ambas cosas: “como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos” (NBLA).
El jabón de lavadores (o álcali) era un jabón fuerte que se usaba en el antiguo Cercano Oriente para blanquear la ropa. ¿Y el fuego de fundidor? Este es un método de purificación de metales preciosos con calor intenso. Las impurezas suben a la parte superior, donde se pueden quitar y desechar. La forma en que un refinador sabe que el proceso de purificación está completo es mirando dentro del horno abierto y verificando si puede ver su reflejo en el metal. Sabe que toda la escoria se ha quemado cuando puede ver su propio reflejo con claridad.
Para esto fuimos hechas… para reflejar claramente la imagen de nuestro Creador. Génesis 1:27 nos dice que Dios nos creó a Su semejanza e imagen. Pero cuando el pecado entró en el mundo, fuimos dañadas por el pecado. Quedamos espiritualmente impuras. Es por eso que Dios diseñó Su proceso de purificación para eliminar nuestra impureza y restaurar nuestra capacidad de reflejar la bondad de Dios mismo.
Otro nombre para esta obra de refinación es “santificación”. Es el proceso continuo del Señor de hacernos santas y totalmente apartadas para Él. Y el pasaje bíblico de hoy nos recuerda que a veces el proceso de santificación implica sufrimiento.
Vi una representación tan vívida de esto cuando llevé a mis hijos al taller de platería cuando eran pequeños. Vimos de primera mano cómo las piezas magníficamente bellas en la sala de exposición tuvieron que pasar por un proceso extenuante en el taller. Hubo golpes, giros, calentamiento y luego aún más golpes antes del pulido. Para que el platero pusiera su nombre en una pieza, la plata tenía que someterse a un trato que podríamos decir es duro y cruel.
Pero cada golpe doloroso que soporta la plata… cada segundo abrasador que permanece en el fuego… cada momento tiene un gran propósito. Y los resultados son realmente asombrosos.
Oh, cómo oro para que esto conmueva nuestros corazones para confiar en Dios en medio de nuestros problemas. Nuestro Dios no es un Dios cruel. Él permite el calor y el moldeamiento, los frotes abrasivos y el pulido en nuestras vidas, por una razón. Nos están purificando y suavizando para que lo reflejemos a Él.
¿Es siempre un proceso fácil? No, no lo es. Pero, ¿vale la pena la incomodidad de reflejar bellamente a nuestro Creador y tener vidas que apunten los corazones hacia Él? Realmente creo que sí. Estas oportunidades de crecimiento nos harán crecer… si las dejamos.
Amiga, lo que sea que te esté causando dolor, sufrimiento, incomodidad o ansiedad, lo sobrevivirás y saldrás al otro lado. Aférrate a la verdad de que nada por lo que Dios nos permita pasar es sin sentido. Incluso en medio del dolor, Él obrará todo en conjunto para nuestro bien y Su gloria.
Señor, estoy tan agradecida de poder confiar en Ti, incluso en los momentos más difíciles de mi vida, cuando haya procesos de purificación. Moldeame. Purifícame. Haz que me parezca cada vez más a Ti. Quiero ser Tu reflejo en todo lo que digo y hago. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Romanos 8:18, Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. (NBLA)
Deja que la verdad de este versículo se asiente en tu corazón. Mientras estás segura de que nada por lo que Dios nos permita pasar es sin sentido, ¿cómo puedes pedirle que te ayude en “los sufrimientos de este tiempo presente”? ¡Comparte con nosotras en los comentarios!
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