Oh SEÑOR, escucha mi oración, y llegue a Ti mi clamor. No escondas de mí Tu rostro en el día de mi angustia; inclina hacia mí Tu oído; el día en que te invoco, respóndeme pronto. Salmo 102:1-2 (NBLA)

Me senté en el sofá desgastado de color gris de nuestra sala con lágrimas corriendo por mi rostro en otra mañana de domingo.

¿Por qué, Dios?
¿Por qué permitiste que esta situación difícil ocurriera en mi vida?
¡No tiene sentido alguno!
¡Me duele tanto el corazón!

Durante los últimos meses, he estado caminando con un pequeño grupo de mujeres a través de un programa de discipulado en nuestra iglesia. Estaba aprendiendo y creciendo espiritualmente, y descubriendo muchas áreas en mi vida donde había disfunciones y patrones y creencias poco saludables. Esta semana, estábamos estudiando el lamento.

Nuestro proyecto consistía en pasar un tiempo en silencio, permitirnos tener oraciones sinceras con Dios y abrir nuestros corazones para permitir que Él entre en los lugares más oscuros y ocultos. Empecé a remontarme a momentos de mi pasado en los que había heridas y dolores profundos, me permití reconocerlos ante el Señor y expresar verbalmente mi tristeza a Dios, en lugar de reprimir mis sentimientos o convencerme de que no eran importantes.

Fue como si las compuertas se abrieran.

Años de dolor, sufrimiento y aflicción se derramaron. Se sintió raro. Se sentía vulnerable. Pero también se sintió realmente purificador. Simplemente podía acudir a Jesús tal como era y compartir exactamente lo que estaba sintiendo.

"Lamento" es una palabra que a menudo no escuchamos en los sermones ni leemos en los devocionales, pero está entretejida en todas las Escrituras. En el libro de los Salmos, David nos dio un gran ejemplo de cómo es lamentarse.

En el Salmo 102, lo encontramos clamando al Señor: “Oh SEÑOR, escucha mi oración, y llegue a Ti mi clamor. No escondas de mí Tu rostro en el día de mi angustia; inclina hacia mí Tu oído; el día en que te invoco, respóndeme pronto” (Salmo 102:1-2).

Me encanta que él no tuviera miedo de decir en voz alta exactamente lo que sentía. Quería asegurarse de que Dios lo escuchara y le respondiera. Así fue que repitió esta súplica de diferentes maneras ante Dios.

Y luego él fue completamente sincero acerca de sus sentimientos en el Salmo 102:3-5: “Porque mis días han sido consumidos en humo, y como brasero han sido quemados mis huesos. Mi corazón ha sido herido como la hierba y se ha secado, y hasta me olvido de comer mi pan. A causa de la intensidad de mi gemido mis huesos se pegan a la piel” (NBLA).

Podemos sentir la necesidad de censurar o modificar nuestras oraciones para que suenen más "espirituales", pero David, quien fue llamado “un hombre conforme a Su [Dios] corazón” (1 Samuel 13:14, NBLA) nos da un ejemplo de cómo son las oraciones de lamento apasionadas.

Para mí, el domingo de sollozos en el sofá me llevó a un viaje de sanación y plenitud en Jesús que nunca hubiera experimentado si hubiera seguido reprimiendo mis sentimientos en lugar de traer mis oraciones de lamento sinceras al Señor.

Dios desea que derramemos nuestros corazones ante Él. El acto de reconocer sinceramente nuestros miedos, tristezas y frustraciones en oración no nos alejará de Dios; más bien, nos acercará a Él, porque es un acto de confianza y vulnerabilidad. “Ha considerado la oración de los menesterosos, y no ha despreciado su plegaria” (Salmo 102:17, NBLA).

Padre celestial, gracias porque no tengo que ocultar mis miedos más profundos, mis heridas más grandes y mis anhelos más sinceros ante Ti. Gracias porque me recibes tal como soy y quieres que comparta libremente mi corazón contigo, para que no tenga que fingir ni ser nada más que exactamente quien soy cuando acudo a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Salmo 130:1-2, Desde lo más profundo, oh SEÑOR, he clamado a Ti. ¡Señor, oye mi voz! Estén atentos Tus oídos a la voz de mis súplicas. (NBLA)

Dedica un tiempo de tranquilidad hoy y permítete tener oraciones sinceras con Dios. ¿Cuáles son algunas de tus mayores preocupaciones, tus miedos más grandes y las heridas ocultas desde hace mucho tiempo? ¿Los has expresado a Dios? Acércate a Él hoy en oración con todo tu ser. No te preocupes por decir las palabras correctas, simplemente habla libremente con Dios y comparte lo que te pesa en el corazón, así como harías con una amiga de confianza.

Si deseas compartir tus oraciones con nosotras en los comentarios, ¡Nos encantaría saber!

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