En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Gálatas 5:22-23 (NVI)
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Recientemente, enseñé una clase de escuela dominical sobre el tema de la paz. En ese momento, había mucho drama en nuestra pequeña comunidad, y personalmente luchaba con cierta ansiedad relacionada con mis hijos. Pensé que un recordatorio sobre la fuente de nuestra paz nos vendría bien en esa temporada.
Irónicamente, o tal vez no, Dios puso a prueba mi enseñanza de la escuela dominical solo dos días después en un partido de fútbol americano junior, imagínate... ¡y mis hijos ni siquiera estaban jugando! El resultado del partido de fútbol fue un poco más desigual de lo que esperaba, así que mi mente comenzó a desviarse hacia el próximo torneo de béisbol que mis hijos jugarían el próximo fin de semana.
Si bien amo el béisbol y todas las lecciones de vida que nos ha enseñado a mis hijos y a mí, confieso que también es una fuente de gran estrés. Durante el verano pasado, experimenté varios síntomas relacionados con la ansiedad cada vez que mis hijos se acercaban al bate, incluido un ritmo cardíaco elevado que se acercaba fácilmente a 140 latidos por minuto. Esto me llevó a seguir orando lo que llamo “oraciones de pánico”, que solo parecían hacerme sentir peor.
Ahora, cualquier mamá de béisbol dedicada, o cualquier otro tipo de mamá de atletas, sabe que tiene muy poco control sobre lo que sucede cuando su hijo está al bate o en el centro del juego. La preparación que conduce a ese punto, tanto física como mental, es lo que más impacta en ese momento. Aprendí a estar externamente callada excepto por un inicial “¡vamos!” mientras grito los números de las camisetas de mis hijos.
Por dentro, yo estaba todo menos tranquila ese verano. De hecho, sentía que todo estaba hecho un desastre hirviente y turbulento. La intensidad de mis oraciones, aunque bien intencionadas, no coincidía con la situación actual. Oré para que mis hijos tuvieran buenos partidos con tanta emoción como si estuviera orando para que vivieran después de un accidente. Sabía que era un problema, pero me costó mucho detener mis reacciones ansiosas hasta que Dios me recordó esta verdad:
La paz no es un sentimiento; es un fruto.
“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” (Gálatas 5:22-23).
De acuerdo con estas Escrituras, la paz, y todos los otros ocho rasgos que caracterizan la vida de un creyente en Jesús, es algo que el Espíritu de Dios planta en nuestros corazones en el momento de nuestra salvación, luego crece hasta alcanzar la madurez a medida que buscamos conocerlo más y más.
No te pierdas esto: si tienes una relación con Jesús, ya tienes una semilla de amor, gozo, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio sembrada en tu corazón. Ten en cuenta que la paciencia también está en la lista.
Puede que no sientas que tienes mucha paciencia para ofrecer a tus hijos, pero recuerda que la paciencia, como la paz, es un fruto, no un sentimiento. Ya hay algo de paciencia sembrada en tu corazón redimido, y con la ayuda de Dios, algo hermoso puede florecer en ti, algo que te ayude a vivir tu vida de una manera que glorifique a Dios y haga que otros se pregunten lo que tienes que ellos necesitan.
Así que hoy, amiga, presionemos. Alimentemos nuestro fruto. Y veámoslo crecer.
Padre, cultiva en mí la paz y la paciencia. Mientras lo haces, haz crecer el amor, la alegría, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio. Gracias por plantar estas semillas en mi corazón cuando me salvaste. Desarróllalos con el tiempo para que me parezca cada vez más a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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2 Pedro 3:18, Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria ahora y para siempre! Amén. (NVI)
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