Devocionales

Un regalo inesperado para tu corazón roto

Lysa TerKeurst 14 de septiembre de 2023
Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo. Efesios 4:32 (NBLA)

¿Alguna vez te has encontrado definiendo la vida por “antes” y “después” de la herida profunda?

La temporada horrible. La conversación que nos dejó atónitas. El impactante día del descubrimiento. El divorcio. La muerte injusta tan insondable que todavía no podemos creer que se haya ido. La ruptura. El día en que nuestra amiga se marchó. La conversación odiosa. El comentario que quedó grabado en nuestra alma. El día en que todo cambió.

Ese momento marcado en el tiempo. La vida antes. La vida de ahora. ¿Es posible superar algo así? ¿Es posible volver a crear una vida hermosa?

Entiendo profundamente este tipo de devastación contundente de una manera tan personal.

También sé que las diferentes estaciones de la vida, los aniversarios e incluso las redes sociales pueden magnificar todo el dolor. Extrañamos a las personas que ya no forman parte de nuestras vidas. Los recuerdos que antes eran dulces ahora sólo sirven para ensanchar el abismo entre lo que fue y lo que es.

Al igual que tú, desearía no tener un conocimiento tan íntimo de esos sentimientos. Pero los conozco.

Cuando tu corazón ha sido destrozado y remoldeado en algo que todavía no se siente normal dentro de ti, una palabra como “perdón” parece poco realista de mencionar.

Pero, amiga, ¿puedo susurrarte algo que estoy aprendiendo?

El perdón es posible, aunque no siempre se siente posible.

Es una palabra de doble filo, ¿verdad?

El perdón es difícil de dar. Es increíble recibirlo. Pero cuando lo recibimos tan libremente del Señor y sin embargo nos negamos a darlo a los demás, algo pesado comienza a formarse en nuestras almas.

Es el peso del perdón que no logró pasar al otro lado. Y para mí, eso se debe principalmente a que he malinterpretado algo tan increíblemente profundo sobre el perdón.

El perdón no es algo difícil que tenemos la opción de perdonar o no. El perdón es algo difícil en lo que tenemos la oportunidad de participar.

Nuestro papel en el perdón no es luchar desesperadamente con los dientes apretados y los puños cerrados. No es sollozar a través de la resistencia de todas nuestras justificaciones para seguir enojadas y heridas y horrorizadas por todo lo que la otra persona hizo. Esto es lo que una vez pensé que era el perdón, y después de haber sido herida, no podía imaginar tener que pasar por otro proceso doloroso.

Pero cuando pienso erróneamente que el perdón depende de todos mis esfuerzos, de mi madurez evocada, de mi resistencia y de mis sentimientos tiernos que en un momento parecen reales y al siguiente, falsos, nunca podré otorgar con autenticidad el tipo de perdón que Jesús me ha dado. Mi capacidad de perdonar a los demás depende completamente de mi apoyo en lo que Jesús ya ha hecho, lo que permite que Su gracia para mi fluya libremente a través de mí (Efesios 4:7).

El perdón no es un acto de mi determinación.
El perdón llega a ser posible mediante mi cooperación.

La cooperación es lo que me faltaba. La cooperación con lo que Jesús ya ha hecho, hace posibles los versículos como Efesios 4:32: “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo”.

Perdonándose unos a otros como Cristo nos perdonó. Dios sabía que no podíamos hacerlo solas. Así que Él hizo un camino que no depende de nuestras fuerzas. Un camino de perdón. Una manera de aferrarnos a los brazos extendidos de Jesús, ensangrentados por la crucifixión y goteando redención. Él perdona lo que nunca seremos suficientemente buenas para reparar. Él nos abre un camino para que simplemente cooperemos con Su obra de perdón... para que recibamos y para que demos.

¿Y si éste fuera en realidad el regalo más amable e inesperado que puedes hacerte a ti misma hoy?

Esa persona o esas personas te han causado suficiente dolor a ti, a mí y a quienes nos rodean. Ya han causado suficiente daño. Y no tienes que ser rehén del dolor. Tú decides cómo seguir adelante. Si estás sumida en el dolor y sientes la misma resistencia que yo, te aseguro que: el perdón es posible. Y es bueno.

Así que solo quiero que te sientes aquí un momento hoy y consideres la posibilidad en torno a esta palabra de doble filo "perdón". No porque tu dolor no importe. No porque lo que hicieron estuvo bien. No porque lo arregle todo. Sino porque tu corazón es un lugar demasiado hermoso para un dolor no sanado. Tu alma es demasiado merecedora de libertad para quedarse atrapada aquí.

Dios, gracias por enviar a Tu Hijo, Jesús, para que no tengamos que vivir esta vida solas. Gracias por preocuparte por mi dolor y por encontrarme en este lugar. Muéstrame cómo puedo cooperar con el perdón hoy, incluso cuando es difícil. Ayúdame a continuar dando pasos en este viaje de sanidad contigo. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Colosenses 3:13, ... soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. (NBLA)

¿Cómo se vería para ti recibir hoy el perdón de Dios para poder extenderlo a otra persona en tu vida?

¡Nos encantaría escuchar de ti! Comparte tu opinión en los comentarios.

© 2023 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.


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