Sáname, SEÑOR, y seré sanado; sálvame y seré salvo, porque tú eres mi alabanza. Jeremías 17:14 (NVI)
El esposo de una amiga acababa de someterse a una cirugía de estómago. Cuando le pregunté por su proceso de recuperación, me dijo: «los médicos cerraron algunas de las heridas. Pero dejaron otras porque quieren que él se sane desde adentro».
Le dije que lo anotaría para recordarlo más tarde porque sabía que esas palabras contenían una lección. No sabía cuánto valoraría su sabiduría tres años más tarde, cuando me estaba recuperando de un divorcio doloroso.
Aunque anhelaba soluciones rápidas como una nueva relación y una justicia expedita en mi situación injusta, el Señor parecía estar diciendo «no» a esas peticiones de cierre. Sin embargo, con amor y ternura Él me invitó a buscarlo como mi Sanador.
Dios me mostró que necesitaba una sanidad profunda desde el interior más que un bálsamo en la superficie exterior de mis heridas. Veía las heridas que arrastraba desde mi infancia, además de las luchas de décadas en mi matrimonio difícil. Un dolor tan profundo y duradero requeriría mucho tiempo y esfuerzo para sanarse.
Mis pensamientos, actitudes y acciones necesitaban sanidad en el nivel básico de mi corazón y mi alma, donde el Espíritu Santo vive en mí (Romanos 8:11).
A medida que me alejaba de la crisis original del divorcio, veía el carácter de Dios demostrado poderosamente en mi proceso de sanidad. Él era y es el Único capaz de cumplir con las funciones descritas en este versículo:
Sáname, SEÑOR, y seré sanado; sálvame y seré salvo, porque tú eres mi alabanza (Jeremías 17:14).
Aunque no necesitemos cirugía física, nuestros corazones pueden destrozarse y necesitar cuidados intensivos. Creo que el Señor sutura tiernamente algunas de nuestras heridas con la ayuda inmediata de pastores, consejeras y amigas piadosas. Pero, sabiamente, Él deja algunos lugares en nuestros corazones abiertos para que Él pueda sanarnos a través de la obra que Él hace por dentro.
Solo el Señor nos salva de nuestro propio pecado y sana las heridas de los pecados de otros contra nosotras. Él puede fortalecer nuestros corazones con Su amor incondicional antes de que nos encomendemos nuevamente a los demás. El tiempo a solas con el Señor en el estudio de la Biblia y la oración llena nuestras cavernas vacías y alivia nuestra soledad. Su consuelo nos hace mucho más fuertes que cualquier cosa exterior.
Una parte de mi proceso de sanidad ha consistido en alabar a Dios a través del canto. Lo alabo como mi Sanador y Salvador, el Único que merece estos elogios. Aunque tú y yo aún no estemos completamente sanadas, podemos alabarle por sanarnos desde adentro hacia afuera a través del poder de Su Palabra y la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Querido Jesús, te alabo como mi Sanador. Tomas mi corazón roto y lo suturas de nuevo. Pero también quieres sanar algunos lugares desde adentro hacia afuera. Confío en Ti para que me sanes como creas conveniente. Que yo sea fortalecida al buscar mi sanidad solo en Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmo 147:3, sana a los de corazón quebrantado y venda sus heridas. (NVI)
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