Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven. Colosenses 3:23-24 (NBLA)
Apenas llevaba tres meses de matrimonio cuando de repente me quedé sin trabajo. Aturdida y herida, comencé a recoger las piezas de mi vida profesional y a unirlas de nuevo.
Después de la pérdida inesperada de mi trabajo, comencé a estudiar seriamente lo que dicen las Escrituras sobre las mujeres y el trabajo, y descubrí algunas verdades que cambiaron mi vida.
En la primera página de las Escrituras, vemos a Dios obrando mientras creaba el mundo (Génesis 1). El pináculo de la creación fue la humanidad, ya que Dios hizo al hombre y a la mujer a Su imagen y semejanza. Él ordenó tanto a Adán como a Eva que sometieran y ejercieran dominio sobre la tierra. El trabajo precede a la caída de la humanidad. Y desde el principio del tiempo, las mujeres han jugado un papel vital en el florecimiento de sus comunidades, la iglesia y el reino de Dios a través de su trabajo.
Génesis 3 nos dice que el pecado entró en el mundo y estropeó todo en la creación, incluso nuestra relación con el trabajo. Somos personas quebrantadas que trabajan junto a quienes nos lastiman y traicionan y dentro de sistemas, instituciones y organizaciones destrozadas.
Pero la buena noticia es que el pecado, el dolor y la lucha no tienen la última palabra. Toda la Escritura cuenta la historia del plan de rescate y redención de Dios para Su pueblo a través de la muerte, sepultura y resurrección de Su Hijo, Jesús.
Así como las repercusiones del pecado son trascendentales, también lo es el Evangelio. Cristo no vino solo para asegurar nuestra salvación eterna. Él también vino a moldearnos a Su semejanza, para que podamos ser agentes de verdad, bondad y belleza en el mundo.
Las buenas nuevas del evangelio es que nuestro trabajo sí importa. Importa porque el Señor nos ha llamado a trabajar, adorarlo y amar a nuestro prójimo: “Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven” (Colosenses 3:23-24).
Dios promete que nada de lo que se haga por Él será en vano. Si bien nuestras etapas de la vida fluctúan, los roles que asumimos y dejamos cambian, y navegamos por la felicidad y las dificultades; lo que no cambia es que cada una de nosotras es valiosa en el Reino de Dios.
- El evangelio nos recuerda que no necesitamos esforzarnos para obtener aprobación o significado. En Cristo ya tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3).
- El evangelio nos libera de la búsqueda exclusiva del éxito mundano y nos llama a una vida de santidad y fidelidad (1 Pedro 1:14-16).
- El evangelio nos dice que podemos descansar en Cristo porque la obra más grande ya fue cumplida (Mateo 11:28-30).
Donde quiera que te encuentres, quiero recordarte que el Señor te ve y te ama. Puede parecer que estás trabajando en el anonimato o que tu trabajo no importa. Pero como hija de Dios, nunca estás sola en tu trabajo. El Señor ha prometido nunca dejarte ni abandonarte, sin importar cuán desafiante y abrumadora sea la vida (Hebreos 13:5).
Mientras luchaba con la pérdida de mi trabajo y descubría mis próximos pasos, esta verdad de la presencia perdurable de Dios me consoló profundamente. Recordé que sin importar cómo fuera mi vida profesional, sin importar cuántos logros o fracasos tuviera, Dios estaba guiando mi camino.
¿Y tú, amiga? Él también está guiando el tuyo.
Padre, gracias porque Jesús está redimiendo y restaurando todas las cosas, incluso mi trabajo. Que pueda ver todo en mi vida como un acto de servicio y adoración a Ti, y que te siga fielmente todos los días de mi vida. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Gálatas 6:9, No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. (NVI)
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