Oh, pueblo, confía en él siempre, derrama ante él tu corazón, pues Dios es nuestro refugio. Salmo 62:8 (NVI)

Después de un largo viaje en autobús y varios días en una conferencia en un campus universitario grande, en un clima gélido invernal, me deshidraté. Entonces busqué el consejo de una de mis compañeras de habitación, quien era enfermera.

Todavía ansiosa por el viaje de regreso en autobús, les expresé a mis otras compañeras de habitación que tenía dudas sobre su consejo.

«Escuché lo que dijiste». Mi compañera de habitación y enfermera estaba en la puerta. «Si tienes problemas con lo que dije, ¿por qué no hablas conmigo en lugar de hablar de mí?»

Ups.

Ella tenía la razón. ¿Y cuántas veces hago lo mismo con Dios? Recuerdo ese encuentro con mi compañera de conferencia cuando leo el versículo clave de hoy, Salmo 62:8: “Oh, pueblo, confía en él siempre, derrama ante él tu corazón, pues Dios es nuestro refugio”. Muy a menudo, soy culpable de alarmarme y preocuparme por una situación, sin recordar que Dios ha escuchado cada palabra de mis quejas mentales.

Me he quejado de Dios en lugar de quejarme ante Dios.

¿Por qué dudo en contarle a Dios lo que pienso? Quizás tengo miedo de dar la impresión de que no confío en Su cuidado por mí. ¿Y no dice la Biblia que no debemos rezongar o quejarnos?

La verdad es que podemos derramar nuestra angustia ante Dios de una manera que muestre una confianza genuina en lugar de un espíritu de queja: Señor, confío en Ti lo suficiente como para admitir que estoy teniendo problemas con esto. Creo que puedes hacer algo al respecto y creo que no me rechazarás ni me ridiculizarás por sentirme como me siento.

En un tipo de salmo llamado “lamento”, David a menudo oraba a través de sus quejas en tres pasos:

1. Derramó su angustia directamente ante Dios.
2. Procesó los momentos difíciles.
3. Alabó a Dios por Su bondad y poder.

David mostró mucha humildad y valentía al admitir sus verdaderos sentimientos ante Dios. Su relación con Dios era profunda y sabía que Dios tenía las respuestas a los dilemas que enfrentaba. Al igual que mi amiga enfermera, que sabía más sobre la deshidratación que el conjunto del resto de mis compañeras de habitación, Dios sabe más sobre el diagnóstico y el remedio de nuestros problemas que todos los expertos del mundo. Sólo Él puede arreglar completamente cualquier cosa que enfrentemos.

Ahora, cuando me doy cuenta de que me preocupo, he aprendido a no ocultarle nada a Dios. Me permito decirle: la vida parece injusta, esto es difícil y no creo que pueda hacerlo. Lo digo como si Dios estuviera en la habitación sentado a mi lado en lugar de escuchando desde la puerta.

Y sucede algo hermoso. El Espíritu Santo me asegura las promesas de Dios de que Él sabe, se preocupa, permanece conmigo y tiene el poder de resolver lo que estoy enfrentando, todo en Su mejor momento. Si vuelvo a la queja interior, el Señor está a un pensamiento de distancia, listo para tener otra charla conmigo sobre Sus promesas. ¡Él es tan misericordioso!

Dios es nuestro lugar seguro. Nos invita a confiar en Él lo suficiente como para clamarle y contarle todo.

Inténtalo. Dile a Dios exactamente lo que está sucediendo y cómo te sientes al respecto. Termina tu oración en alabanza por lo que sabes que Dios puede hacer. Él quiere lo mejor para ti y se preocupa mucho por lo que sucede en tu vida.

Señor, la vida parece injusta en este momento. Estoy agradecida de que ya lo sabes, que estás dispuesto a escuchar y que tienes la solución. Te alabo porque tienes todo bajo control. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Salmo 13:5, Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación. (NVI)

El Salmo 13 es un ejemplo clásico de un salmo de lamento. Puedes leer el salmo completo en unos minutos (¡solo tiene seis versículos!). ¿Cuál era la queja de David y cómo la procesó? ¿A qué conclusión llegó? ¿Qué compromiso hizo con Dios?

Elige algo que te haya preocupado últimamente y usa la estructura de David para hablar con Dios sobre lo que enfrentas. ¡Nos encantaría orar por ti en los comentarios!

© 2023 por Karen Wingate. Todos los derechos reservados.

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