Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón. Lucas 2:19 (NBLA)

Un árbol navideño. Luces parpadeantes. Chocolate caliente. Un ambiente acogedor en la temporada navideña.

Sin embargo, entre bastidores, hemos luchado por encontrar los regalos en las listas, mejorar nuestros adornos del año pasado, esforzando nuestros cerebros mientras evaluamos los eventos acumulados en el calendario. Las semanas que preceden a la Navidad casi nos derriban con el estrés, el esfuerzo y la incertidumbre. Tejido dentro de la maravilla de cantar villancicos y decorar galletas, el ajetreo de todo amenaza con enredarnos y ahogar la vida de lo que esta temporada realmente ofrece. Apenas hay tiempo para sentarse y simplemente vivir.

O quizás esta temporada navideña ha traído de vuelta las emociones de la pérdida, la soledad o el sentirse olvidada. Has intentado huir de ellas, pero ante las festividades, parece que sobra tiempo para procesar lo que has vivido.

De cualquier manera, después de que haya pasado el caos del día de Navidad, puede que nuestros corazones cansados necesiten un descanso y un cambio de perspectiva.

Ahora, viaja conmigo al pasado… a la primera Navidad. Después de viajar millas sentada encima de un asno, rumbo a una ciudad donde no había donde quedarse. Después de un pesebre y un bebé. Después de una estrella brillando radiantemente y canciones santas cantadas por ángeles.

Ahora, todo está tranquilo. Un hombre, una mujer y un niño. Encima de sus cabezas, el cielo parpadea con una noche envuelta en un asombro tenue y silencioso. Acostada al lado de su niño dormido, María contempla cada rasgo Suyo. Con algunos momentos de paz para reflexionar, ella se acuerda del viaje …

Ella recuerda al ángel Gabriel quien se apareció ante ella con la noticia anhelada por una nación de la llegada del Mesías, ¡y lo sorprendida y aterrorizada que había estado (Lucas 1:26-33)! El Salvador sería entretejido en su vientre. Esto habría sido suficiente para terminar abrumada, pero ella probablemente tuvo que aguantar las miradas y las murmuraciones de las entrometidas de Nazaret, quienes sabían que estaba prometida (no casada), pero mostrando una barriga. Escandaloso. Inmencionable. El ángel del Señor le dijo que no tuviera miedo porque el Dios Todopoderoso le mostró favor por su fe pura e inquebrantable. Dios sabía que ella iba a ser la que llevaría a Su Hijo, la que iba a dar vida al hombre que resucitaría a los muertos.

Así que, ella se agarró de su fe, siguiendo a su prometido, José, a una ciudad pequeña, y dio la bienvenida a la Luz del mundo en la oscuridad de la noche.

Aquí María descansó, reflexionando sobre todo lo ocurrido. Pero en este momento de cansancio y reverencia que la dejo sin aliento, ella podía pensar en nada más que en el sonido de su hijo, nuestro Salvador, respirando a su lado. Ella atesoraba la quietud, una noche santa detenida en el tiempo. Este pequeño niño era la esperanza de todos y esta noche, Él era su propio milagro.

Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón (Lucas 2:19).

¿Cómo encontramos una noche de paz en medio de nuestros días de estrés para meditar y considerar el nacimiento de nuestro Señor y anhelar Su segunda venida?

Calmemos nuestros corazones y hagamos un espacio dentro de nosotras para reflexionar sobre las maravillas del Señor.

En Dios solamente espera en silencio mi alma; De Él viene mi salvación (Salmo 62:1, NBLA).

Nuestras almas necesitan una lentitud para saborear lo que significa esta temporada, lo que significa el amor de Dios en Emanuel, Dios con nosotros (Mateo 1:23).

En esta semana, mientras se calme todo después de la Navidad, calmémosnos también. Quizás nos sentemos en una silla acogedora en la esquina de la sala. Encendamos las luces del árbol y apaguemos el desorden. Silenciémonos delante de nuestro Padre celestial, saquemos nuestra Biblia y leamos la historia del asombro desarrollado en la ciudad de Belén. Reflexionemos en nuestros corazones y atesoremos al Salvador que transforma nuestras vidas.

Querido Dios, gracias por enviar a Tu Hijo para salvarnos de nuestros pecados. Este es el propósito de la Navidad. Por favor, calma mi espíritu. Llévame de vuelta a esa noche de paz de hace mucho tiempo. A los ángeles, al pesebre, al niño durmiendo quien nos rescató a todas. Déjame recordar por qué celebramos este momento de tiempo tan maravilloso, Tu Hijo, Emanuel, Dios con nosotros. En el Nombre de Jesús, Amén.

RECOMENDAMOS

¡Qué repiquen las campanas del trineo! ¡Qué canten los cantantes de villancicos! En medio de la alegría, seguramente alguien se preguntará: ¿cuál es la gran cosa acerca de un bebé en un pesebre? En A causa de Belén, Max Lucado explica que la Navidad comienza lo que celebra la Pascua … la historia de nuestro Salvador.

 

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PROFUNDICEMOS

Isaías 7:14, Por tanto, el señor mismo les dará esta señal: Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. (NBLA)

Isaías 26:3, Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado. (RVA-2015)

¿Qué te impide desacelerar el ritmo de vida para recibir el don de Jesús, quien es Dios con nosotras?

Tómate un tiempo para sentarte y desacelerar hoy. Enciende una vela. Pon un himno de Navidad suave en el fondo. Escribe una oración a Dios imaginando la noche del nacimiento de Jesús. Dale gracias por todas las maneras en las que ha sido bueno contigo.

En los comentarios, comparte cómo planeas meditar en las maravillas de la Navidad esta semana.

 

© 2023 por Sarah Freymuth. Todos los derechos reservados.

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