Y Él me ha dicho: «Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad». 2 Corintios 12:9 (NBLA)

¿Recuerdas algunos de tus primeros temores de cuando eras niño? Tal vez le tenías miedo a las alturas o a caerte de una bicicleta. O quizá para ti, como para mí, era un miedo más profundo.

Yo viví en la India con mis abuelos desde los 2 hasta los 5 años. Cuando mis padres me trajeron de vuelta a los Estados Unidos, inmediatamente me matricularon en la escuela. En ese entonces, mi lengua materna era el télugu. Yo entendía el inglés y sabía unas pocas palabras, pero no lo hablaba fluidamente. Muy a mi pesar, desde el primer día de colegio, los niños se burlaban de mí cuando luchaba por contestar preguntas y llevar conversaciones en inglés.

Décadas más tarde, aún puedo recordar la vergüenza que sentía cuando todos se reían de mí en aquella clase; así de profundo fue el impacto que eso tuvo en mi vida.

Aquella herida de cambia-quien-eres me provocó temores intensos. Me di cuenta por primera vez de que el mundo no era un lugar seguro. Odiaba tanto sentirme avergonzado y menospreciado que, de acuerdo a mi mamá, empecé a hablar fluidamente en inglés y perdí mi acento en tan solo cuatro semanas.

El temor es algo que puede llegar a controlarnos por completo.

Mientras fui creciendo, pensaba que debía llegar a un lugar en mi vida donde nada podría lastimarme. Quería descubrir cómo evitar todo temor y eliminar toda debilidad para que nada pudiera tocarme.

Si bien esta forma de pensar puede ser instinto humano, es una búsqueda desesperanzada que Dios jamás destinó para nosotros. Dios nunca nos pidió que buscáramos invencibilidad ni que lográramos la perfección, ni siquiera es realista. Y si nos resistimos obstinadamente a lo inevitable, las realidades dolorosas de la vida en este lado de la eternidad, viviremos en un constante estado de frustración.

Dios no solo sabe esto, sino que Él también tiene una salida para nosotros.

Él nos dice lo que le dijo al apóstol Pablo: “«Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad»” (2 Corintios 12:9).

Esto es de vital importancia. Experimentar la paz no significa desestimar el temor, negar debilidades o evitar el dolor. Se trata de aceptar nuestros miedos y permitir que Dios aporte sentido a todos los momentos duros que hemos soportado. Lograr esto produce paz interna, la cual luego mana hacia nuestras vidas externas.

¿Entonces a qué le temes? Sin importar lo que sea, esto es lo que yo no sabía a mis 5 años en aquel salón de clases: Aunque no podamos evitar el temor o ponerle fin al dolor en nuestras vidas, sí tenemos la promesa de que Dios está cerca para ayudarnos a enfrentar nuestros miedos y superar nuestro dolor.

Ofrécele tus temores al Señor hoy. Cada amanecer de un nuevo día es un recuerdo de la ayuda que tienes en Él.

Señor, hoy te confieso mi tendencia a tener miedo y a no confiar en Ti. Cuando me supere el temor, recuérdame a acudir a Ti por ayuda y a saber con seguridad que Tú tienes todo bajo control. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Salmo 34:4-5, Busqué al Señor y él me respondió; me libró de todos mis temores. Los que lo miran están radiantes; jamás su rostro se cubre de vergüenza. (NVI)

¿Cómo te alientan estas palabras a llevar tus temores al Señor? ¿Qué temor en específico puedes usar como una invitación para que Él Señor te ayude hoy mismo?

¡Nos encantaría oír de ti! Comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2024 por Dr. Joel Muddamalle. Todos los derechos reservados.

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