tiempo para llorar y tiempo para reír; tiempo para estar de luto y tiempo para bailar … Eclesiastés 3:4 (NVI)
¿Te has fijado en la variedad de reacciones y respuestas que recibes cuando estás sufriendo?
El año pasado, mi familia pasó por una temporada de sufrimiento. Durante este tiempo doloroso, me acerqué a varias personas que me quieren mucho para pedirles que oraran por mí y que me ayudaran a llevar esta carga pesada.
Al compartir nuestra historia con amigas, recibí distintas reacciones.
Una amiga, de inmediato comenzó a llorar y me abrazó. Con el corazón roto por nosotros, lloró conmigo. Te cuento que poco después, ella sí me animó a confiar en Dios y a perdonar, pero su primera reacción fue llorar conmigo. Apenas unos meses antes, habíamos experimentado un “tiempo para reír… y tiempo para bailar” juntas. Ahora ella entró en un “tiempo para llorar y… tiempo para estar de luto” conmigo (Eclesiastés 3:4).
Otra amiga, aunque sé que tenía buenas intenciones en su corazón, se saltó la parte de aflicción y se dirigió directamente al aliento. Sus palabras, aunque verdaderas e incluso bíblicas, fueron inoportunas, dolorosas y no le cayeron bien a mi corazón.
A veces, cuando una persona que amamos viene a nosotras con su sufrimiento, me pregunto si, como seguidores de Jesús, pensamos que debemos expresar de inmediato la fe para la sanación y creencia para la restauración o esperanza para el futuro, y si no lo hacemos, estamos demostrando una falta de fe, creencia y esperanza. O tal vez optamos por el concepto de “solo buenas vibras”, tratando de ayudar a los doloridos a no quedarse atascados en la negatividad.
Sin embargo, las Escrituras nos dicen en Eclesiastés 3:1, “Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo” (NVI). Uno de estos momentos es un “tiempo para llorar y … tiempo para estar de luto” (Eclesiastés 1:4).
Jesús mismo demostró tan perfectamente cómo entrar en el duelo y el lamento con aquellos que están sufriendo. Cuando Su amigo Lázaro murió, Jesús se fue a llorar con la familia y la comunidad de Lázaro, y Juan 11:33 nos relata Su reacción al acercarse a María, la hermana de Lázaro:
Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente (NVI).
Jesús permitió que le afectara el dolor de María. Estaba conmovido, incluso afligido. Lloró (Juan 11:35). Su expresión de emoción no indicaba una falta de fe; Él sabía que resucitaría a Su amigo de entre los muertos (Juan 11:44). Jesús tuvo fe y se lamentó. Lloró, sintió el dolor y se compadeció de Sus amigos.
Hay algo que estoy aprendiendo en mi temporada de dolor: preocuparme verdaderamente por las personas que quiero me va a costar algo. Puede que me duela el corazón al llorar con ellos. Puede que me cueste tiempo sentarme con ellos en su dolor. Puede que me sacrifique financieramente al darles un regalo o viajar para estar con ellos.
Cuando estamos de duelo y con dolor, necesitamos el apoyo y la empatía de familiares y amigas. Cuando los que nos rodean están sufriendo, también necesitan nuestro apoyo y empatía. Seamos personas que aprendan tanto a recibir como a dar en nuestros momentos de necesidad.
Jesús, ayúdanos a ver a las personas que sufren y guíanos para responder de maneras que sean verdaderamente reconfortantes. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Hebreos 4:15, Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. (NVI)
Lee Mateo 26:36-46, que cuenta cómo Jesús luchó con el dolor en Getsemaní. ¿Por qué Dios pudo haber permitido que Jesús agonizara en su dolor?
¿Cómo podemos recibir consuelo al saber que Jesús está familiarizado con el dolor? ¡Comparte tus pensamientos con nosotras en los comentarios!
© 2024 por Lynn Cowell. Todos los derechos reservados.
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