Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles: —Tomen y coman; esto es mi cuerpo. Mateo 26:26 (NVI)

En Mateo 26, Jesús tuvo Su última comida con los discípulos antes de ir a la cruz.

Aunque he leído este pasaje muchas veces, recientemente lo leí y sobresalió algo nuevo.

Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles: —Tomen y coman; esto es mi cuerpo (Mateo 26:26).

Primero, Jesús tomó el pan, luego lo bendijo y luego lo partió. Me pregunté… ¿Por qué no tomó el pan, lo partió y luego lo bendijo?

El orden tiene un propósito. La bendición viene antes del quebrantamiento porque esta fue la cadencia de la vida de Jesús:

1. Jesús fue bendecido por el Padre y el Espíritu durante Su bautismo (Mateo 3:16-17).
2. Jesús experimentó el epítome del quebrantamiento en la cruz (Lucas 23:26-39).
3. Jesús venció a la muerte a través de Su resurrección y luego ascendió a la diestra del Padre. Esta es la mayor bendición para los creyentes porque estamos unidos con Cristo y restaurados a Dios (Efesios 1:20; Efesios 2:4-6).

Bendecido, quebrantado y bendecido de nuevo.

Tal vez estés en una temporada en la que te sientas más quebrantado que bendecido. Entiendo. Pero debido a que Dios nos bendijo con Su Hijo, cada gramo de quebrantamiento que experimentamos en este lado de la eternidad nos está señalando hacia la bendición del cielo, donde nos reuniremos con Cristo si confiamos en Él. Dios también redime nuestro quebrantamiento actual como un medio para bendecir a otros que también están quebrantados (2 Corintios 1:4).

Podemos saber con confianza que, aunque experimentamos el quebrantamiento y el dolor, no hay ni un gramo de nuestro quebrantamiento que no esté bajo la bendición de Dios.

Esta es una verdad que resulta difícil de entender. Incluso puede ser algo que queramos rechazar porque nos parece injusto o incluso cruel. Estoy de acuerdo que se puede sentir así. Es más, hasta Jesús mismo está de acuerdo. Pocos versículos después de la Última Cena, oró en el huerto de Getsemaní y exclamó: “Es tal la angustia que me invade que me siento morir” (Mateo 26:38a, NVI).

No tenemos que descartar nuestros sentimientos cuando se trata de nuestro quebrantamiento. Incluso Jesús sintió la magnitud completa de Sus emociones antes de Su momento de mayor quebrantamiento.

Podemos presentarnos delante de Dios en humildad con nuestras emociones reales y honestas. Podemos llevarle nuestro quebrantamiento. Podemos confiar en que Jesús está con nosotros ahora. Y podemos mirar a la cruz y a la tumba vacía, sabiendo que aunque experimentamos quebrantamiento, Jesús lo venció. El quebrantamiento no es el fin para nosotros.

Bendecido, quebrantado y bendecido de nuevo. Señor, danos la gracia para soportar esta realidad.

Amado Señor, a veces me siento abrumado por lo doloroso que puede sentirse el quebrantamiento terrenal. Por favor, ayúdame a recordar que Jesús es mi mayor bendición. Él está conmigo mientras enfrento dificultades y espero el día en que Tú harás nuevas todas las cosas. Dame fuerzas mientras anhelo este día. En el Nombre de Jesús, Amén.

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© 2024 por Dr. Joel Muddamalle. Todos los derechos reservados.

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