Aferrémonos al mensaje de la cruz en Navidad

Apenas habíamos entrado en octubre, yo todavía llevaba sandalias y las hojas otoñales aún no habían cambiado de color, sin embargo una tienda bastante conocida ya comenzaba a colocar sus decoraciones navideñas.

De inmediato sentí el impulso de comprar mi adorno del año. También me sentí tentada a aprovechar alguna oferta de luces navideñas, pensando: “Este año será aún mejor y más grande”.

Aún faltaban dos meses, y ya tenía el espíritu navideño a lo grande, dispuesta a pasar por alto las demás festividades y esperar la que más me gusta: la Navidad.

Pero en ese momento, mi entusiasmo no tenía nada que ver con Cristo. Estaba arraigado en lo superficial: las luces, las fiestas, los regalos, la comida, las comedias románticas y otras actividades que tradicionalmente asociamos con esta época del año.

Si bien no hay nada malo en las tradiciones navideñas, Dios desea que nos aferremos al mensaje de la cruz, incluso en Navidad, en medio de todas las distracciones brillantes.

Es difícil comprender la magnitud de ese mensaje sin mirar al principio de todo. En Génesis 1, Dios estableció de manera magistral el mundo entero en seis días. Luego dio instrucciones a los primeros seres humanos, Adán y Eva, para que dieran fruto y disfrutaran de Su creación, pero les advirtió: “del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer” (Génesis 2:17a, NVI). Sin embargo, ellos escucharon las mentiras de la serpiente y desobedecieron.

Las consecuencias de su desobediencia fueron duraderas y de gran alcance, afectando tanto tu vida como la mía. Como resultado de su decisión, la humanidad quedó separada de Dios. El pecado y la muerte entraron en el mundo y no había solución ni esperanza posible por nuestros propios medios. Aunque la humanidad fue creada en perfección, con un solo bocado del fruto prohibido, la ruptura se introdujo en el mundo.

Y aun así, debido al gran amor y la compasión de Dios, en el mismo capítulo donde vemos el problema devastador, también encontramos la solución: Jesucristo. Él fue la descendencia prometida que un día aplastaria la cabeza de la serpiente, tal como Dios dijo en Génesis 3:15:

-»Pondré enemistad Entre tú y la mujer, Y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, Y tú lo herirás en el talón».

Ahora, quienes creemos en la muerte y resurrección de Jesucristo estamos reconciliados para siempre con nuestro Padre celestial.

Aunque esta época navideña debería dirigirnos directamente al amor sacrificial de nuestro Salvador, las distracciones de esta vida suelen hacernos olvidar. Podemos colocar pesebres sobre la repisa y encender velas en las vigilias navideñas y aún así no recordar lo desesperadas que estaríamos sin Jesús.

Este año, mientras disfrutamos de los aspectos secundarios de la Navidad, aferrémonos a la razón principal por la que existe nuestra querida festividad: el nacimiento transformador de nuestro Salvador.

Padre celestial, ayúdame a recordar que la esperanza de esta temporada se encuentra en el nacimiento, la muerte y la resurrección de mi Salvador. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Romanos 16:20, El Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes. (NVI)

¿De qué manera aferrarse al mensaje de la cruz te cambia la perspectiva durante esta temporada? ¿Cómo podría Dios estar guiándote para que cambies tu enfoque esta Navidad?

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